Por David Sánchez, desde Biarritz (Francia), X: @tegustamuchoelc (*).
Tras ganar recientemente en Venecia el premio a mejor guion de la Biennale, Walter Salles llegó al festival de cine latinoamericano de Biarritz (21-27 de setiembre) con “I’m still here”, una historia que remueve profundamente las emociones, llevándonos a la Brasil de los años 70, en pleno auge de la dictadura. La película narra la historia de una familia marcada por la represión política, las decisiones difíciles y el exilio. Salles, conocido por su sensibilidad en retratar las dinámicas familiares y la historia política de su país (“Diarios de motociclista” o “Estación central de Brasil”), aquí no decepciona.
Desde el principio, la película te envuelve en una atmósfera que combina la impotencia con la empatía. Al seguir la vida de una familia en medio de la dictadura brasileña, no puedes evitar sentir la desesperación que experimentan los personajes, especialmente la protagonista femenina, la maravillosa Fernanda Torres, aunque es en realidad Fernanda Montenegro quien nos hace envolvernos en una vorágine de sollozo con su casi inexistente interpretación que llega al corazón, ambas interpretan a Eunice Paiva, cuyo hijo Marcelo Rubens Paiva escribió el libro “Ainda estou aquí”, convirtiéndose en la fuente de donde mana la idea del film sobre su familia y la desaparición de su padre Rubens Pavia. Su viaje a través de diferentes décadas (los 70, los 90 y el 2014) muestra cómo la dictadura no solo afectó a aquellos que fueron perseguidos, sino también a las generaciones posteriores.
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Con algún ligero “spoiler” comentamos que lo que más nos ha conmovido es cómo Salles consigue que los espectadores sientan la impotencia de los personajes. A medida que una de las protagonistas se ve obligada por sus padres a “exiliarse” en Londres, durante la Navidad, se puede percibir su dolor y desconexión con el lugar que dejó atrás. La película es un recordatorio constante de la sensación de pérdida que acompaña a aquellos que huyen de la represión, pero también de la resistencia y la lucha por preservar la memoria.
Uno de los momentos más impactantes de la película es la muerte del perro, una escena que puede parecer sencilla a primera vista, pero que está cargada de simbolismo. La forma en que la familia lo entierra, justo antes de la muerte del padre, parece ser una metáfora de la pérdida que sufren, tanto en lo personal como en lo colectivo. La ficha que aparece en pantalla, documentando la muerte del padre el 31 de enero, refuerza la idea de que la historia se entrelaza con hechos reales. Esa conexión entre lo simbólico y lo real es una de las mayores fortalezas de la película.
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Otra escena notable es la de la cárcel. A lo largo de esta secuencia, vemos cómo la protagonista marca los días, subrayando la inexorabilidad del paso del tiempo y cómo este tiempo perdido define su vida y la de su familia. Es un recurso visual simple, pero efectivo, que deja una profunda impresión. El hecho de que la película cambie entre los años 70, 1996 y 2014 también añade capas a la historia, permitiéndonos ver cómo las cicatrices del pasado influyen en el presente.
Basada en el libro anteriormente mencionado, la película adquiere una resonancia aún mayor cuando comprendemos que esta es una historia que, aunque hecha ficción, se apoya en la experiencia real de una familia brasileña. Ese paraguas temático que abarca la dictadura, el exilio y la lucha por encontrar un lugar seguro en un mundo que te rechaza, es lo que convierte a “I’m still here” en una película memorable.
* David Sánchez es un periodista franco español afincado en Toulouse, centrado especialmente en cine iberoamericano, miembro de la crítica internacional Fipresci. Sitio: https://www.tegustamuchoelcine.com.