El pasado 12 de junio, en el marco de la conmemoración de la Paz del Chaco, se realizó el lanzamiento del poemario bilingüe “El combate invisible”, del escritor Mario Rubén Álvarez. Este libro está inspirado en relatos de los soldados paraguayos que defendieron el país.
Dentro del material, el lector podrá encontrar poemas que están dedicados a los combatientes paraguayos, quienes lucharon por las tierras del Chaco contra los soldados bolivianos. La Guerra del Chaco se desarrolló entre 1932 a 1935, logrado la firma del protocolo y el cese al fuego el 12 de junio, hace 89 años.
En el material, Álvarez explica cómo los guerreros de Paraguay combatían contra balas, aviones, tanques y lanzallamas de los bolivianos. “El peligro les acechaba, como un yaguareté, en una picada, detrás de los árboles de quebracho y en la aparente seguridad de una trinchera”, apunta en parte del libro.
Agrega que más terrible que el enemigo de carne y hueso, que estaban munidos de instrumentos de muerte, era el omnipresente cerco de la sed, una batalla del agua ausente o escasa. Además, destaca temas como la camaradería, la supervivencia y la desolación de la guerra, así como el impacto psicológico que esta tiene en los individuos. La presentación se realizó en la Manzana de la Rivera y estuvo a cargo de Moncho Azuaga.
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Sobre el autor
Mario Rubén Álvarez nació en Potrero Yvate, distrito de 25 de Diciembre, es poeta bilingüe, periodista y docente como miembro de número de la Academia de la Lengua Guaraní. En 1977 y 1979 ganó los concursos de poesía para menores de 25 años convocado por el Instituto de Cultura Hispánica.
Publicó poesías en los libros colectivos del Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero, del que fue fundador en 1977. También en los poemarios La sangre insurrecta y A flor de ausencia/Ñe’ê apytere. En 10 tomos editó Las voces de la memoria, historias de canciones populares; y tradujo la novela “Vagos sin tierra”, de Renée Ferrer, como Hekorã'ÿva y poesías de autores paraguayos y extranjeros.
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Un corresponsal colombiano en la guerra del Chaco
- Por Ricardo Scavone Yegros
- Fotos: Gentileza
Resumen del estudio introductorio realizado por el historiador y diplomático Ricardo Scavone Yegros al libro “Por el Paraguay heroico”, del padre Alfonso Zawadzky, que forma parte de la Colección Guerra del Chaco de la editorial Arandubook.
Desde el estallido de la guerra del Chaco entre Paraguay y Bolivia a mediados de 1932, el Gobierno de Colombia adoptó una posición de neutralidad frente al conflicto y se sumó, con determinación y buena voluntad, a los esfuerzos desplegados para detener las hostilidades. Buscó proceder con la mayor imparcialidad con base en los vínculos amistosos que le ligaban con cada uno de los dos beligerantes.
La prensa colombiana mantuvo asimismo la ecuanimidad, aunque expresando su condena al recurso de la guerra.
Fuera de la imparcialidad que en general observaron los periódicos colombianos durante la guerra, a fines de 1934 un corresponsal del diario Relator de Cali llegó hasta el Paraguay, se trasladó al Chaco y se pronunció enfática e inequívocamente en favor de los paraguayos.
Fue el sacerdote caleño Alfonso Zawadzky (1886-1964), escritor de temas históricos, literarios y de divulgación religiosa, orador y periodista, que se desempeñó como capellán del ejército colombiano durante el conflicto de Leticia con el Perú.
Tiempo antes, el obispo de Cali le había separado de la parroquia de Sevilla por críticas que formulara a través de la prensa contra funcionarios y vecinos del lugar.
El padre Zawadzky viajó en setiembre de 1934 a Buenos Aires para participar del Congreso Eucarístico que tuvo lugar en dicha ciudad en el mes de octubre. Llevaba a ese evento la representación de la arquidiócesis de Cartagena de Indias y de la diócesis de Santa Rosa de Osos; y actuó también como corresponsal de Relator, remitiendo crónicas del viaje y de las actividades del Congreso Eucarístico. Relator era un importante diario del occidente colombiano, vocero liberal en el Valle del Cauca, fundado y dirigido por sus hermanos, Jorge y Hernando Zawadzky.
VIAJE AL PARAGUAY
De Buenos Aires, Alfonso Zawadzky decidió seguir viaje hacia el Paraguay, en donde contaba con la amistad del ministro plenipotenciario de Argentina, Rodolfo Freyre, que antes había representado a su país en Colombia. Llegó en los primeros días de noviembre de 1934 y se presentó como redactor del Relator en visita para “recoger impresiones sobre la guerra del Chaco”.
En Asunción, dictó dos conferencias en el Teatro Nacional, el 13 y el 16 de noviembre; la primera en beneficio de la Cruz Roja Paraguaya y la segunda, de la Comisión Propatria María Auxiliadora. Habló de la solidaridad americana y la posición de Colombia en el continente, exponiendo “los ideales de Bolívar y la conveniencia de una confederación económica del sur”.
El 19 de noviembre disertó sobre periodismo moderno en el Ateneo Paraguayo. Para el cónsul honorario colombiano en Asunción, Agustín Carrizosa, las conferencias contribuyeron, además, para acrecentar “la extraordinaria simpatía” del Paraguay hacia Colombia.
Al conocerse la gran victoria de las armas paraguayas en El Carmen, y la consiguiente caída del fortín Ballivián, a mediados de noviembre el sacerdote se sumó a una manifestación popular que recorrió las calles de la capital y, “a pedido del público”, ocupó el micrófono de Radio Prieto, elogiando con “frases cálidas” la acción de las fuerzas triunfantes. En conocimiento de las noticias transmitidas por él sobre el particular, la dirección de Relator le envió desde Cali un telegrama pidiéndole que ofreciera al presidente Eusebio Ayala y a la prensa asuncena las congratulaciones de ese periódico “por los triunfos paraguayos”.
CRÓNICAS
Partió luego el padre Zawadzky al Chaco, anunciando que se proponía ofrecer sus servicios “sea como capellán de las tropas paraguayas o como simple ciudadano”, “para ofrendar su sangre al servicio de la causa paraguaya”. Nada de eso ocurrió, pero el sacerdote colombiano se internó en el territorio chaqueño y envió una serie de crónicas que se publicaron en el Relator de Cali durante diciembre de 1934.
En la primera de ellas, comentó su viaje en tren de Buenos Aires a Asunción, destacando que en el trayecto por territorio paraguayo le tocó presenciar el embarque de los movilizados en los diversos pueblos por donde pasaba el ferrocarril. Apuntó al respecto: “Conocí cómo el Paraguay es un pueblo paciente, magnánimo y hecho para homéricas hazañas. Salían las familias, muchas vestidas de luto, a despedir a los soldados. Las mujeres en los campos labran la tierra, manejan los arados y mandan a sus hijos y hermanos y maridos a la guerra con gran ánimo”. Agregaba lo siguiente: “Toda la vía fue para mí un camino de luz, un canto hondo a la bandera, una lección sonora y objetiva de amor a la patria”.
Después se ocupó de la vida en Asunción: la contribución de todos para sostener el esfuerzo bélico, la tregua dispuesta por los partidos políticos en sus disidencias, la fortaleza espiritual de los enfermos y heridos que se recuperaban en los hospitales, la enorme cantidad de armas tomadas a los bolivianos y la actuación solidaria de las madrinas de guerra.
Narró igualmente el viaje al Chaco, que hizo en compañía del sacerdote italiano residente en Argentina Honorato Améndola de Tebaldi, periodista como él. Se trasladó en barco hasta Puerto Casado, de ahí en autovía al kilómetro 160 y después en camión al cuartel general de López de Filippis, siguiendo un largo trayecto por caminos de tierra.
HORRORES DE LA GUERRA
Las crónicas remitidas por el padre Zawadzky al Relator de Cali, ilustradas con fotografías que él mismo tomaba con una pequeña Continental portátil, exponían los horrores de la guerra y los rigores del Chaco: el calor de cuarenta y dos grados, la polvareda, la sed, la sobriedad de la alimentación, los heridos y mutilados. “Mis ojos solo vieron la escena dolorosa de los campos de la muerte”, consignó con elocuencia. Confirmó, además, el buen trato que los paraguayos brindaban a los prisioneros de guerra y dedicó una crónica especial a la misa que celebró en una concentración de prisioneros bolivianos.
Al retornar a Puerto Casado, el principal punto de ingreso al Chaco sobre el río Paraguay, pudo entrevistarse con el general José Félix Estigarribia, que coincidentemente había llegado hasta allí casi al mismo tiempo que él. Le recibió primero la esposa del comandante paraguayo, la señora Julia Miranda, quien le contó que cuando vivían en París solía leer una revista francesa en que aparecían artículos sobre Colombia y que con tal motivo le insistía a su marido en que debían visitar ese país, “porque los paraguayos tenemos a Colombia por nuestra segunda patria”, acotando que “debe ser un país encantador Colombia y, según leía, ha progresado muchísimo durante los últimos años”.
Apareció luego el general Estigarribia y la señora les dejó para que conversaran. Escribió el sacerdote colombiano sobre él: “No es militar tieso ni ceremonioso. Quien no lo supiera podría creer que no es él el jefe que ha dado a la bandera paraguaya días de gloria y soles de epopeya. Discreto en su decir, habla con suavidad y llaneza”.
El entrevistado fue, naturalmente, muy cauto, pero dejó una impresión positiva al corresponsal colombiano: “El general Estigarribia –apuntó al concluir su crónica– es la promesa de la patria y al tratarlo deja la sensación profunda del hombre que vale por su inteligencia y por su corazón noble y magnánimo. La mayor y mejor garantía que tiene Bolivia en los prisioneros que le tiene el Paraguay es la persona del general Estigarribia”.
El último artículo remitido por el padre Zawadzky fue una síntesis de lo que había observado en su breve pero intenso periplo chaqueño. Reconociendo las contradicciones entre las propagandas de ambos contendientes, recomendaba mirar el mapa y observar el avance paraguayo desde 1932 “y el desplazamiento boliviano que ha verificado el empuje incontenible de ese avance”.
Tras desmentir de nuevo, de acuerdo con lo que pudo constatar personalmente, las acusaciones de malos tratos a los prisioneros de guerra formuladas contra el Paraguay, indicaba que el Ejército paraguayo había recuperado noventa mil kilómetros cuadrados de superficie, tomado ciento treinta fortines y puestos bolivianos, y capturado una enorme cantidad de armas, municiones y otros materiales.
VERDAD Y FIRMEZA
A principios de diciembre, Alfonso Zawadzky partió de Asunción hacia Buenos Aires. En el despacho transmitido a Relator para comunicar tal novedad, expresaba que su viaje había permitido al diario “ser el abanderado de una causa de justicia”, ya que el Paraguay debía ser defendido, “sobre las costas del mar Pacífico”, “con verdad y firmeza”. Emitió además, entre otros, los siguientes juicios: “Nadie puede creer, al pisar la tierra paraguaya, que el país está en guerra. País valeroso, es lógicamente sereno y reflexivo”. “Pero más admirable e impresionante a la vez es la paciencia de este pueblo de héroes. Mucha es la gente que viste de luto y, sin embargo, todos los rostros se iluminan de alegría al hablar de la defensa de la patria. Es un pueblo callado y sencillo”.
Los despachos y las crónicas del padre Zawadzky acercaron a muchos lectores de Colombia la realidad de la guerra que se libraba en el Chaco y de la energía que desplegaban los paraguayos en defensa de su causa. Además, las actividades solidarias que cumplió, con entusiasmo y sin reservas, contribuyeron a reafirmar las simpatías existentes en el Paraguay hacia los colombianos.
Las crónicas de Alfonso Zawadzky compiladas bajo el título general de “Por el Paraguay heroico”, así como los despachos cablegráficos relativos a su permanencia en el Paraguay y que constituyen en conjunto un valioso testimonio con respecto a la guerra del Chaco, fueron tomadas en su totalidad del diario Relator de Cali y se reproducen en el orden en que aparecieron, con la mayor fidelidad.
Asimismo, se inserta un reportaje realizado al padre Zawadzky acerca de su experiencia en territorio chaqueño, que se publicó en el diario El Comercio de Lima y, como apéndice, cuatro artículos del escritor colombiano Luis Eduardo Nieto Caballero (1888-1957), columnista connotado de El Tiempo de Bogotá, quien asentó con su admirable pluma la imagen que se tenía en Colombia sobre el conflicto bélico, sobre el Paraguay, sobre sus conductores y sobre su ejército.
Al margen del valor intrínseco de todos estos textos como testimonios y opiniones de contemporáneos con relación a tan lamentable acontecimiento de la historia americana, ellos son demostrativos también de la perenne simpatía y afecto que se fue forjando en el curso de los años entre el Paraguay y Colombia, y que, trascendiendo los gobiernos y la diplomacia, consiguió imponerse en ambos pueblos para consolidar una firme y constructiva afinidad internacional.
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Archivo Nacional expondrá fotos de la Guerra del Chaco
El Archivo Nacional de Asunción abrirá sus puertas el sábado 6 de julio, en horario de 12:00 a 21:00, para presentar “Fotografías de la Guerra del Chaco”, una colección de imágenes capturadas por Adolfo María Friedrich. (1897-1987), fotógrafo austriaco contratado por el mariscal José Félix Estigarribia. La dirección es Mariscal Estigarribia esquina Iturbe.
Esta muestra organizada por la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) revela una faceta diferente del conflicto, enfocándose en la vida cotidiana, la flora, los pueblos indígenas y los músicos de la época. Las imágenes ofrecen una mirada detallada y diversa de un período histórico crucial para nuestro país. La entrada es libre y gratuita, permitiendo a los visitantes conocer un legado visual que amplía la comprensión de los tiempos de la guerra.
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Esta exhibición es una oportunidad para explorar y reflexionar sobre la historia a través de la lente fotográfica, resaltando la importancia del archivo como custodio de la memoria nacional. Friedrich emigró a Brasil en 1925, se instaló en Paraguay en 1930 y falleció en Asunción el 15 de enero de 1987. Sus restos mortales descansan en paz en el Cementerio Italiano.
El Archivo Nacional de Asunción, ubicado en Mariscal Estigarribia esquina Iturbe, es administrado por la Secretaría Nacional de Cultura. Su horario de atención es de lunes a viernes de 7:00 a 18:00 horas y los sábados de 8:00 a 13:00 horas. Para más información y consultas, se puede contactar al Archivo Nacional a través del teléfono +59521 447 311 o escribiendo al correo electrónico archivonacionaldeasuncion@gmail.com.
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La guerra desde la perspectiva de un hombre ilustrado
- Por Ricardo Scavone Yegros
- Ilustraciones: Juan Moreno
El autor de este artículo, en su carácter de prologuista de los “Apuntes diarios de Alejandrino Meza (1933-1934)”, primer libro de la Colección Guerra del Chaco (1932-1935) de la editorial Arandubook, reseña el importante testimonio de primera mano ofrecido por un hombre de leyes que fue movilizado al Chaco como consecuencia de la reorganización de los tribunales militares del ejército en campaña.
A diferencia de otros diarios de guerra, el de Alejandrino Meza que se reproduce en este libro no presta mucha atención a las acciones militares. Brinda, en cambio, muchos detalles sobre la organización, las preocupaciones y la vida cotidiana de los combatientes paraguayos durante una etapa importante de la guerra del Chaco.
Alejandrino Meza (1897-1972) no era hombre de armas, sino hombre de derecho. Nacido en Asunción, se formó en el Colegio Nacional de la Capital y en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Fue profesor en institutos de enseñanza secundaria y colaborador de periódicos estudiantiles, así como, más adelante, de El Diario y El Liberal. 1932, llevaba más de una década consagrado al Poder Judicial. Había sido procurador de pobres y ausentes, defensor de reos pobres, fiscal en lo criminal, fiscal en lo civil y comercial y, desde febrero de 1932, juez de primera instancia en lo criminal.
Su movilización al Chaco se produjo en octubre de 1933 como consecuencia de la reorganización de los tribunales militares del ejército en campaña.
Por iniciativa del doctor Pedro R. Espínola, auditor de guerra del Comando en Jefe del Ejército en el Chaco, el general José Félix Estigarribia había dispuesto la creación de juzgados de instrucción militar en los comandos de cuerpos, divisiones, destacamentos y plazas militares importantes, así como tribunales militares de sentencia en el Comando en Jefe y los distintos cuerpos de ejército, con sus respectivos agentes fiscales. Estos órganos tendrían carácter permanente y funcionarían mientras el ejército estuviese en operaciones.
La decisión se adoptó en vista de las deficiencias de la organización establecida en los primeros meses de la guerra y con el propósito, conforme explicó el doctor Espínola, “de evitar que militares profesionales estuvieran manejando cuestiones legales alejadas a su función específica”.
El auditor propuso, en consecuencia, integrar la justicia militar del ejército en campaña con abogados y procuradores distinguidos del foro de Asunción.
LEY Y DISCIPLINA
Adujo ante el comandante Estigarribia que era conveniente que en la guerra del Chaco no se repitiesen los tribunales de sangre de San Fernando, en alusión a los cuestionados juzgamientos dispuestos durante la guerra con la Triple Alianza, para lo cual debían imperar la ley y la disciplina. Añadió que eso se conseguiría “dejando las cuestiones legales a cargo de profesionales”.
Espínola elaboró una lista de los que podrían ser movilizados sin tener en cuenta sus inclinaciones políticas, sino solamente su capacidad jurídica, y se solicitó la movilización de los seleccionados.
Entre ellos estuvo Alejandrino Meza, juez de primera instancia en lo criminal, a quien el Superior Tribunal de Justicia concedió permiso para marchar al frente de operaciones. Por orden general 140 del Comando en Jefe del Ejército en el Chaco, del 11 de octubre de 1933, fue designado juez de instrucción de la Octava División de Infantería, de la que se haría cargo el teniente coronel Félix Cabrera y que cubría el sector del fortín Falcón. El 30 de octubre siguiente, por decreto del Poder Ejecutivo, se le incorporó al ejército, con otros abogados, procuradores y estudiantes de los últimos cursos de la Facultad de Derecho, en calidad de teniente segundo de reserva en comisión, primer grado en el escalafón de oficiales, conforme a lo previsto en la legislación entonces en vigor.
Antes incluso de su designación e incorporación al ejército, el 10 de octubre, Meza se embarcó en el puerto de Asunción a bordo de la motonave Pingo, con dirección al Chaco. Tenía 35 años y aún no había formado familia. De esa fecha arrancan sus apuntes diarios. Asentó que con él viajaban Miguel Bestard y J. Augusto Saldívar, y que los tres iban como voluntarios, invitados para constituir los tribunales militares en el frente de operaciones. Indicó también que el doctor Pedro R. Espínola le había visitado en su despacho pocos días antes, a efectos de invitarle, en nombre del general Estigarribia, a sumarse a los tribunales militares que se constituirían.
La permanencia de Alejandrino Meza en territorio chaqueño se prolongó por poco más de tres meses. En enero de 1934, retornó a Asunción con goce de licencia por razones de salud y, en marzo siguiente, Juan Clímaco Fernández fue nombrado, en su reemplazo, juez de instrucción militar de la Octava División de Infantería.
ACONTECIMIENTOS RELEVANTES
En todo caso, estuvo en el Chaco durante el desarrollo de la batalla de Zenteno-Gondra, la rendición de la Cuarta y Novena Divisiones bolivianas en Campo Vía, el armisticio subsiguiente y la reanudación de hostilidades en enero de 1934. Meza contempló de cerca esos acontecimientos relevantes y ello solo justificaría la importancia de sus apuntes diarios.
Sin embargo, estos apuntes son importantes, asimismo, por las descripciones de los lugares y del ambiente general que contienen. Muestran lo que vio un civil ilustrado, curioso y perspicaz, que atravesó gran parte de los campos por donde se efectuó la movilización del contingente militar paraguayo y en donde se libraron los combates de la primera mitad de la guerra.
En sus anotaciones diarias, Meza describió la navegación por el río Paraguay, la escala en Concepción, la situación de Puerto Casado y el viaje hacia el interior del Chaco, pasando por la estación de Kilómetro 145, Casanillo, Pozo Azul y Campo Esperanza. Registró cuanto podía llamar la atención de quien se internara en los lugares donde se estaba desarrollando el enfrentamiento armado.
Luego, apuntó detalles sobre Isla Po’i o Villa Militar, la “capital del ejército” paraguayo, y sobre la forma en que se vivía allí en momentos en que las fuerzas del Paraguay emprendían la ofensiva. Él y el doctor Bestard debieron permanecer unos días en ese sitio hasta el retorno del general José Félix Estigarribia, que se encontraba en el frente de operaciones. El 17 de octubre prestaron el juramento de rigor ante el comandante en jefe. Estigarribia le impresionó como un hombre “sereno, ecuánime y suave”. Escribió que no parecía “un militar, sino un maestro filósofo”.
Se hablaba ya en el comando de la próxima derrota de Bolivia y se sentía que el Paraguay estaba cada vez mejor organizado para afrontar la guerra.
Finalmente, Alejandrino Meza partió el 22 de octubre al fortín Falcón, asiento del comando de la Octava División de Infantería. Desde Falcón, acompañó el avance hacia Pozo Favorito y se enfrentó con los horrores de la guerra. Escribió luego de visitar un hospital: “La guerra es el más monstruoso y el más estúpido de los crímenes. El castigo del crimen gravita sobre los inocentes. Los culpables viven tranquilamente en las ciudades ‘comiendo bien y bebiendo mejor’. He aquí la tremenda injusticia de la guerra. Quisiera traer a los guerreristas para exhibirles este cuadro horripilante que subleva la conciencia”.
COMPASIÓN
Sus descripciones sobre lo que ocurría son detalladas y elocuentes, con un hondo sentimiento de compasión hacia los combatientes de ambos bandos. Dejó constancia de los bombardeos aéreos, los combates, el envío de patrullas, el estado lamentable en que llegaban los prisioneros. También registró su propia actividad, que incluyó la instrucción de sumarios por casos de autoheridas, deserciones, la agresión de un camillero que hirió a su jefe en el brazo por un incidente y la supuesta tentativa de violación de una enfermera por dos choferes. Durante las marchas, el juzgado se instaló bajo “arbolitos descarnados” y cuando llovía los papeles se guardaban bajo las carpas de los jefes, “previo permiso y venia”. El juez de instrucción militar colaboraba, además, ordenando el archivo del estado mayor divisionario.
De Falcón se trasladó a Rancho 8, Florida y Nanawa. En el avance a Pozo Favorito observó las construcciones e instalaciones abandonadas por el enemigo; y consignó muchos detalles sobre las actividades de los campamentos en los ratos libres y sobre las duras condiciones climáticas en que se combatió en vísperas de la rendición de Campo Vía, con lluvias torrenciales y calor sofocante.
Conquistado Zenteno o Alihuatá, la Octava División de Infantería siguió hacia Charata o Alihuatá Viejo.
Meza describió en sus apuntes ambos fortines. El 11 de diciembre asentó la “gran noticia” de la rendición de dos divisiones bolivianas en Campo Vía. Un compañero le dijo, con los ojos húmedos: “Señor juez, la guerra ha terminado”. “Jolgorio indescriptible –escribió–. De noche, espontánea velada literario-musical. Todos se sienten oradores y poetas. Las viejas estrofas marciales que aprendimos en la infancia se cantan con entonación bravía”.
Tras Campo Vía, la Octava División siguió adelante. Se apoderó de Puesto Sosa y Puesto Moreno.
El juez Meza recogió declaraciones de los prisioneros y documentos de carácter militar.
Encontrándose el ejército paraguayo próximo al fortín Muñoz, se anunció un armisticio. Cayó Muñoz y comenzó la tregua. En ese tiempo, Meza visitó Puesto Ortiz, estancia utilizada como invernadero de vacunos; el fortín Muñoz, que había sido base de operaciones del ejército boliviano; y Campo Vía.
PERMISO DE EVACUACIÓN
A pesar de las expectativas de que se alcanzara la paz, las hostilidades se reanudaron en enero de 1934. La Octava División recibió orden de marchar a Platanillos. El juez Alejandrino Meza ya no la acompañaría. Con la salud deteriorada, obtuvo permiso de evacuación. Los apuntes diarios registran lo complicado que le resultó dejar el Chaco. “¡Qué difícil es salir del Chaco –acotó– y cómo se abren todas las puertas cuando vamos entrando!”..
El 16 de enero embarcó en el buque San José, que lo llevó de regreso a Asunción, de donde había partido, como se indicó antes, el 10 de octubre de 1933.
Las experiencias, impresiones y observaciones de su paso por el Chaco están recogidas en el diario que ahora se publica. Se trata de un documento sustancioso y muy interesante, que da luz sobre la organización militar del Paraguay durante las acciones que concluyeron en diciembre de 1933 con la rendición de Campo Vía, las condiciones en que actuaron las fuerzas paraguayas y la vida que llevaban quienes se encontraban en la inmediata retaguardia y en el frente. El lector podrá recorrer los caminos y apreciar los fortines, los campamentos, las trincheras y los combates desde la perspectiva de un hombre sin mayor instrucción militar, es decir, desde una perspectiva accesible para cualquiera que desee contemplar la realidad de la larga guerra que enfrentó a bolivianos y paraguayos en el Chaco entre los años 1932 y 1935.
Al regresar a Asunción, Meza reasumió el cargo de juez de primera instancia en lo criminal.
Después, contrajo matrimonio con Silvia Vaesken, con quien tuvo descendencia; y, desde 1939, se desempeñó como fiscal general militar. Tras la caída del Partido Liberal, en el que militaba, llegaron para él, como apuntó Rafael Eladio Velázquez, “treinta años largos de luchas, de exilios, de prisiones y confinamientos”.
Alejandrino Meza falleció en mayo de 1972, cuando se desempeñaba como senador por el Partido Liberal Radical.
La edición de los apuntes diarios de Alejandrino Meza, además de aportar información valiosa para el estudio y la comprensión de la guerra del Chaco, permitirá conocer mejor la actuación de un destacado dirigente político paraguayo en momentos significativos de su vida.
* Historiador y director general de la Academia Diplomática y Consular Carlos Antonio López.
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Lanzan poemario inspirado en la guerra del Chaco
En el marco de la conmemoración de la Paz del Chaco (12 de junio), se realizó el lanzamiento del poemario bilingüe “El combate invisible”, del escritor Mario Rubén Álvarez. Este libro está inspirado en relatos de los soldados paraguayos que defendieron el país. Dentro del material, el lector podrá encontrar poemas que están dedicados a los combatientes paraguayos, quienes lucharon por las tierras del Chaco contra los soldados bolivianos. La guerra del Chaco se desarrolló entre 1932 a 1935, logrando la firma del protocolo y el cese el fuego el 12 de junio, hace 89 años.
En el material, Álvarez explica cómo los guerreros de Paraguay combatían contra balas, aviones, tanques y lanzallamas de los bolivianos. “El peligro les acechaba, como un yaguareté, en una picada, detrás de los árboles de quebracho y en la aparente seguridad de una trinchera”, apunta en parte del libro.
Agrega que más terrible que el enemigo de carne y hueso, que estaban munidos de instrumentos de muerte, era el omnipresente cerco de la sed, una batalla del agua ausente o escasa. Además, destaca temas como la camaradería, la supervivencia y la desolación de la guerra, así como el impacto psicológico que esta tiene en los individuos. La presentación se realizó en la Manzana de la Rivera y estuvo a cargo de Moncho Azuaga.
SOBRE EL AUTOR
Mario Rubén Álvarez nació en Potrero Yvate, distrito de 25 de Diciembre, es poeta bilingüe, periodista y docente, es asimismo miembro de número de la Academia de la Lengua Guaraní. En 1977 y 1979 ganó los concursos de poesía para menores de 25 años convocado por el Instituto de Cultura Hispánica.
Publicó poesías en los libros colectivos del Taller de Poesía Manuel Ortiz Guerrero, del que fue fundador en 1977. También en los poemarios “La sangre insurrecta” y “A flor de ausencia/Ñe’ê apytere”. En 10 tomos editó “Las voces de la memoria, historias de canciones populares”; y tradujo la novela “Vagos sin tierra”, de Renée Ferrer, como “Hekorã'ŷva” y poesías de autores paraguayos y extranjeros.