Novelista, ensayista, poeta, escritor para niños y sobre todo dramaturgo, Jon Fosse nació hace 64 años en Haugesund, en la costa oeste de Noruega, caracterizada por algunos de los fiordos más emblemáticos del país. De cara redonda y ojos azules, barba y pelo medio largo, creció en una familia inspirada por el pietismo, un movimiento espiritual protestante. Su abuelo era cuáquero, pacifista e izquierdista a la vez.
Fosse, en cambio, se alejó de estas creencias y prefirió definirse en un primer momento como ateo. Formó parte del grupo “Rocking Chair”, donde toca la guitarra, antes de abrazar finalmente la fe católica en 2013. Tras estudiar literatura, debutó en 1983 con “Rojo, Negro”, una novela en la que un joven ajusta cuentas con el pietismo.
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Su estilo se caracteriza por las numerosas proyecciones temporales y los puntos de vista alternos, que se convirtieron en su seña de identidad. Fosse se dio a conocer también por “Naustet” (1989, no traducida al español), que le valió el aplauso de la crítica, y “Melancolía” I y II (1995-96), otra de sus grandes obras.
Su última creación, “Septología” -- siete capítulos repartidos en tres volúmenes -- narra el encuentro de un hombre con otra versión de sí mismo para plantear cuestiones existenciales a través de una puntuación parca e imprevisible. Las obras de Fosse rompen con las reglas clásicas, reducen la trama a lo mínimo y usan un lenguaje sencillo, sin adornos, en el que la clave de la comprensión reside en el ritmo, la musicalidad y las pausas.
El teatro como necesidad
Fosse se dio a conocer a nivel internacional por sus obras de teatro. Sin ingresos regulares, aceptó escribir el comienzo de una pieza a inicios de los años 1990. Finalmente, decide terminarla. La obra, “Alguien va a venir”, lo coloca en la escena europea. Tras un paréntesis de diez años, Fosse volvió al género en 2021 y se sorprendió a sí mismo con la obra “Sterk Vind” (no traducida).
Según su editorial noruega Samlaget, sus textos se han traducido a unos 50 idiomas y sus obras se han representado más de mil veces en todo el mundo. El dramaturgo, que se casó tres veces y tiene seis hijos, ha sido publicado en español por editoriales de nicho.
Sus personajes no hablan mucho. Sus frases se repiten y quedan en suspenso. Los silencios, en cambio, son clave y demuestran que, incluso juntas, las personas siguen estando solas. “No escribo sobre personajes en el sentido tradicional de la palabra. Escribo sobre la humanidad”, confió Fosse al diario francés Le Monde en 2003.
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Grandes dramaturgos recompensados
La Academia Sueca no sólo ha galardonado a novelistas o poetas, sino también a grandes dramaturgos, desde Bernard Shaw en los años 20 hasta el noruego Jon Fosse, laureado este jueves con el Nobel de Literatura.
- Bernard Shaw, padre de “Pigmalión” (1925) -
En 1925, la Academia premió al irlandés Bernard Shaw por su obra llena de “idealismo y humanidad” y su “sátira estimulante” impregnada por una “belleza poética singular”. El autor socialista, que fracasó como novelista, escribió cerca de 60 obras en las que denuncia abusos sociales. La más famosa, “Pigmalión” (1912), fue adaptada al cine e inspiró la comedia musical “My Fair Lady”, que triunfó en Broadway.
- Pirandello, el teatro como paréntesis (1934) -
Para el dramaturgo italiano Luigi Pirandello, el teatro fue primero un paréntesis. Pero fueron sus obras las que le valieron el reconocimiento de la crítica y no sus novelas, sus poemas ni sus cuentos.
Pirandello fue galardonado con el Nobel en 1934, dos años antes de su muerte, por su “renovación audaz e ingeniosa del arte dramático y teatral”.
Su obra más famosa, “Seis personajes en busca de autor”,pone en escena a personajes que rechazan la manera en que se representa su drama.
- Eugene O’Neill, pionero del teatro en EE. UU. (1936) -
Antes de Eugene O’Neill, el teatro estadounidense estaba dominado por representaciones moralistas, dramáticas o humorísticas. El neoyorquino de origen irlandés le dio la vuelta con creaciones que representaban su visión trágica de la vida.
La obra de O’Neill dominó el teatro estadounidense como lo hicieron Shakespeare en Reino Unido o Strindberg en Suecia. Sin embargo, la mayoría de sus obras no se representaron en vida del autor y se publicaron sin su permiso en 1950.
Entre ellas destacan “Largo viaje hacia la noche” (1956) y “El emperador Jones”. Cuando recibió el Nobel en 1936, lo consideró “un símbolo del reconocimiento por parte de Europa del advenimiento del teatro americano”.
- Samuel Beckett y el teatro del absurdo (1969) -
El irlandés Samuel Beckett fue laureado en 1969 por su “obra, que a través de la renovación toma vuelo en la destitución del hombre moderno”. “Esperando a Godot, escrita en francés en 1948, es considerada como la cima del teatro del absurdo. En ella, dos personajes aguardan a alguien que nunca vendrá, llamado Godot.
Luego escribió otras piezas teatrales importantes, como “Final de partida” (1957) o “Los días felices” (1960-1962). Su obra depurada, minimalista, expresa un pesimismo sobre la condición humana, con tonos burlescos.
- Dario Fo, el bufón militante (1997) -
Dramaturgo de extrema izquierda, director y actor, el italiano Dario Fo era un “hombre teatro”. El Nobel le recompensó en 1997, explicando que el personaje que construyó “imita a los bufones del medioevo, flagelando la autoridad y haciendo respetar la dignidad de los oprimidos”.
El jurado citó dos de sus piezas más políticas: “Misterio bufo” (1969) y “Muerte accidental de un anarquista” (1970). Es actualmente uno de los autores más representados en el mundo.
- Harold Pinter, monumento del teatro británico (2005) -
Militante antiimperialista, Harold Pinter, quien recibió el Nobel en 2005, es considerado como “el representante más eminente del teatro dramático inglés de la segunda mitad del siglo XX”, según la Academia. Autor de unas 30 obras, el dramaturgo fallecido en 2008 también escribió obras radiofónicas y guiones.
Pinter, que primero fue actor, tuvo éxito con “El aniversario” (1958), una de sus primeras obras y de las más representadas. Su consagración llegó con “El guardián” (1959). Sus obras, inspiradas por su amigo Beckett, poseen una atmósfera muy particular, con situaciones aparentemente inocentes que viran hacia el absurdo.
Fuente: AFP.