Una inolvidable cátedra de rock dejó el primer show en Paraguay de Billy Idol, el pasado 15 de setiembre en el Jockey Club. El concierto de dos horas se vibró no solo con este auténtico ícono británico de los ‘80s, si no también por el virtuosismo del guitarrista estadounidense Steve Stevens, con lo que la velada tuvo dos poderosas luminarias.

El recital heredó uno de los escenarios del festival Reciclarte, que permitió un cómodo intimismo con el público, pese a que la inmensidad del predio. Fue también la última parada de la etapa sudamericana de la gira “The Roadside” (que da título a un EP de cuatro canciones lanzado en 2021), con una semana de pausa antes de retomar el recorrido en suelo europeo.

Faltando 10 minutos para la hora anunciada (21:30), bajaron las luces y comenzó a sonar “Hallogallo”, una canción instrumental de 1972 que dura justamente 10 minutos, de la banda alemana de rock experimental Neu!, adecuada para marcar la ansiedad creciente por el arranque del show.

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Entonces ingresó la banda, con la celebrada aparición de Steve Stevens, que saludó con una reverencia al público y que parecía salido de una cápsula criogénica directo de los ‘80s, con un estilo absolutamente glam. Recordemos que esta fue la segunda visita de Stevens al país, que ya tocó hace 9 años con la superbanda rockera Kings of Chaos, en noviembre de 2013 en el Jockey Club.

La batería marcó el pegadizo ritmo rockero, mientras se corría el telón rojo del fondo de escenario para mostrar el logo de Billy Idol, Steve marcaba el punteo para despegar la euforia con “Dancing With Myself”, e ingresó la estrella de la noche, saludando con el puño izquierdo en alto a ponerle voz al éxito que hace 42 años marcaba su transición de su banda Generation X (1976-1981) a su faceta solista.

El explosivo arranque se conectó sin respiro con otro clásico, “Cradle of Love” (1990). Al terminar ese baile, William Michael Albert Broad, nombre real del londinense de 66 años, se manifestó contento de estar en Asunción, estableció que la audiencia se divierta para pasarla bien.

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Nuevas canciones

Sintiendo que calculó mal el frío paraguayo, Billy fue cerca de la batería para quitarse la remera para quedar solo con la chaqueta de cuero y sus metálicos colgantes. A continuación, emprendió otra conocida canción: “Flesh for Fantasy” (1983), y luego agradeció a sus seguidores por el “fantástico” apoyo, antes de presentar su nueva canción “Cage”, lanzada en agosto, que también da título a su nuevo EP de cuatro canciones, publicado el sábado último.

De ahí el sonido saltó al hard rock noventoso de “Speed”, tema de la película “Máxima velocidad” (1994) con Keanu Reeves y Sandra Bullock. La escenografía estaba ilustrada con una avenida de rascacielos donde imperaban los carteles de neón teñidos de rojo con el nombre de Billy Idol. Presentó “Bitter Taste”, el sencillo promocional de su EP “The Roadside”.

Billy se retiró del escenario y las luces se posaron en Steve Stevens y su guitarra blanca, con el cristalino sonido acústico que introduce a “Eyes Without a Face” (1984). El cantante volvió con una camisa blanca desprendida debajo de la chaqueta para entonar su famosa balada, en la que luego Stevens recupera su guitarra roja para el gran clímax del tema.

Ese clímax dejó a Stevens a cargo del escenario porque era el momento de su solo de guitarra… y el pasaje más alucinante para cualquier guitarrista. El músico neoyorquino de 63 le quitó chispas a las cuerdas con sus escalas armónicas, hasta sorprender con los sonidos de “Stairway to Heaven” de Led Zeppelin y subrepticiamente “Eruption” de Van Halen.

Tras el monumento guitarrístico de Steve, la batería lanzó un ritmo pegadizo y volvió Billy con otra chaqueta cubierta con leyendas blancas (que se quitó a mitad del siguiente tema) y una remera que tenía su propia foto, a dirigir las palmas, hasta que aquello se convirtió en “Mony Mony”, tema original de Tommy James and the Shondells de 1968, que el británico convirtió en un himno desde 1981, desatando el momento más bailado de la noche, con ese simple e irresistible coro: “¡Yeah!”.

Otra novedad, con el aliento apenas recuperado, Billy anunció “Runnin’ From the Ghost”, entonces aún inédita y que también forma parte del EP “Cage”; una balada introspectiva que va subiendo las escaleras del hard rock hacia su clímax guitarrístico. Y el puente conecta con “One Hundred Punks”, al sonido más crudo del punk rock de 1978, de su banda Generation X.

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“Rebel Yell”

Siempre con dominio absoluto del escenario, Billy Idol cautivó con todos los gestos de videoclip retro y conectó con miradas y señas fijándose en sus fans. Su voz, algo golpeada por la vida rockera, no pierde energía; algo que comparte con un público mayoritariamente adulto, que prefirió disfrutar del show balanceando la cabeza y agitar los brazos en los momentos de intensidad.

Y esa intensidad del último tramo empezó con “Blue Highway”, con la envolvente frescura de su segundo disco, “Rebel Yell” (1983), cuya descarga final de guitarras resulta en el pase ideal para un solo eléctrico de Steve Stevens, con su quinta o sexta guitarra de la noche, donde los más atentos pudieron identificar acordes del instrumental “Top Gun Anthem”, tema de la película “Top Gun” (1986) con Tom Cruise, que le valió el Grammy al guitarrista.

Poseído, Steve cerró su solo llevando su guitarra a su nuca y hasta tocándola con los dientes. Con la vibración flotando bajo la carpa, el público ofrendó el “olé, olé” masivo, que entusiasmó a Billy para emprender su tema más ochentoso posible: “Rebel Yell”, para marcar otro punto alto del show.

El ritual del bis apenas duró dos minutos con la banda fuera del escenario. Billy reapareció con un sobretodo de cuero y la furia punk de “Born to Lose” (1977), original de The Heartbreakers, fue el aperitivo complementario para su último anuncio: “White Wedding” (1982), para el baile más electrizante.

Con los aplausos encendidos, el cantante británico agradeció por una noche fantástica y a los fans por hacer su vida especial. Entonces presentó a los cinco miembros de su banda: Erik Eldenius (batería), Billy Morrison (guitarra), Stephen McGrath (bajo) y Paul Trudeau (teclados), así como a Steve Stevens con fanfarria vocal, y a sí mismo como Billy ‘fucking’ Idol.

Reiteró que fue fantástico y se despidió diciendo hasta un próximo año, cuando sonó “Suffragette City” (1972) de David Bowie, señal que llegó a su fin un show tremendo, repleto de emociones; que se sintió tan hermanado con ese otro inolvidable concierto retro de este año, el de a-ha, en marzo, cuando se marcaba la vuelta de los espectáculos internacionales tras la era más incierta de la pandemia.

Por Carlos Giménez, carlos.gimenez@nacionmedia.com. Fotos. Cristóbal Núñez.

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