El director de cine boliviano Kiro Russo obtuvo este sábado el Premio Especial del Jurado de la sección Horizontes de la 78° edición del festival de cine de Venecia, con “El gran movimiento”, una película experimental sobre la vida en la capital de su país.
“Gracias, gracias. Agradezco a los trabajadores y trabajadoras que son los verdaderos protagonistas de mi filme”, aseguró emocionado Russo al recibir el premio durante la ceremonia de clausura. La segunda película del director boliviano, después de “Viejo Calavera” (2016), fue rodada en 16 mm, en diferentes lugares de La Paz para seguir la vida de Elder, un joven minero, y Max, un vagabundo.
“La sinfonía de una ciudad en las alturas” la definió el realizador, que muestra los paisajes y amaneceres andinos, sus cañones y altiplanos y también ladrillos, piedras y miseria, con gente que camina, sube y baja, por las calles de una de las ciudades ubicadas a mayor altura de todo el mundo. La sección Horizontes es considerada entre las más innovadoras del festival veneciano.
“El aborto sigue siendo un tema de actualidad”
“Es triste tener que reconocer que el tema del aborto sigue siendo de actualidad”, aseguró la directora de cine francesa Audrey Diwan, quien ganó el León de Oro, el premio principal del festival de cine de Venecia con la historia de un aborto clandestino en la década de los años 1960.
“L’Evénement” (“El evento”), basada en la novela homónima de la francesa Annie Ernaux, narra la historia de Anne, una estudiante de orígenes humildes que queda embarazada y desea ante todo continuar sus estudios de literatura, una oportunidad para lograr un futuro fuera de su pueblo natal.
Como ocurre aún a miles de jóvenes mujeres en los países donde el aborto no ha sido legalizado, entre ellos numerosos de América Latina, médicos, amigos, pareja, profesores terminan por no ayudarla. Con una secuencia larga y fuerte durante la cual Anne se procura ella misma un aborto, la cinta resulta muy realista al describir ese calvario.
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“Mi idea era ser Anne, entrar en su cuerpo”, contó la realizadora en una entrevista a la AFP. La película, interpretada por la actriz Anamaria Vartolomei, de ojos claros y tez diáfana, pese a ser ambientada en los años 1960 del siglo XX, resulta de gran actualidad, sobre todo después de que México declarara esta semana inconstitucional castigar el aborto en una votación en la Suprema Corte considerada histórica.
El aborto en América Latina es legal en Uruguay, Cuba, Argentina y Guyana, mientras que El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana y Haití son los países más restrictivos y no lo permiten bajo ninguna circunstancia. “En verdad, me puse en su lugar. Me dije, las dos tenemos 21 años, ¿qué implica para una joven abortar en esas condiciones?”, se interrogó la joven actriz con la AFP.
“Yo tengo la suerte de tener derechos, adquiridos, pero aún frágiles. Es terrible tener que elegir entre estudiar, tener una carrera o la vida ¡Es injusto!”, lamentó Vartolomei, nacida en Rumania de padres que emigraron a Francia hace casi 20 años.
“El último duelo”
Las famosas estrellas Ben Affleck, Matt Damon y Adam Driver desfilaron en Venecia para presentar la deslumbrante película de Ridley Scott, “El último duelo”, programada la víspera de la clausura de un festival marcado por las producciones de Hollywood y el cine social y político.
La espectacular superproducción, presentada fuera de concurso y ambientada en una Francia medieval, llega con todos los elementos de las películas del veterano director del “Gladiador”, “Blade Runner” y “Alien”, con sus impresionantes armaduras, emocionantes cabalgatas y una historia poco convencional.
El festival de cine más antiguo del mundo se cierra con una buena dosis de estrellas internacionales, entre ellas Jennifer López, actual pareja de Affleck, cuya llegada el jueves a Venecia despertó mucha expectación. Los fanáticos de los apodados ‘Bennifer’ esperan verlos llegar a la gala oficial, tal como lo hicieron hace casi dos décadas y pese al muro que protege el tapete rojo debido a las medidas sanitarias por el coronavirus.
La pareja del año llegó en un barco-taxi en medio de una nube de flashes y “paparazzi” para seguir alimentando su nuevo idilio amoroso. El lanzamiento del último filme del británico Scott, de 84 años, confirma además que el festival veneciano sigue siendo la vitrina europea de las grandes producciones estadounidenses y también el inicio de la carrera para obtener un codiciado Oscar, como ha ocurrido en los últimos años, entre ellos con “Nomadland” de la china radicada en Estados Unidos Chloé Zhao, miembro este año del jurado.
Venecia, que invitó fuera de concurso también a “Dune”, una superproducción llena de efectos especiales sobre la homónima novela cumbre de ciencia ficción, conserva de todos modos su identidad, al presentar dentro y fuera de la competición oficial mucho cine de autor, social, político, de denuncia, que refleja las contradicciones y los abusos del pasado y del presente.
Cine político y de denuncia
De las 21 películas en competición por el León de Oro resalta también la rusa “El capitán Volkonogov se ha escapado”, dirigida por Natasha Merkulova y Aleksei Chupov, sobre las purgas que en el año 38 la policía política soviética -el NKVD- de Leningrado practicaba.
La historia del capitán que huye con una lista donde están los nombres de desaparecidos con la intención de denunciar su ejecución a la familia de cada uno de ellos, resulta una parábola moderna. “Esta película no trata sólo de Rusia, es una declaración bastante universal porque nos preocupa el mundo entero y lo que le está pasando”, confesó a la prensa Merkulova.
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El devastador sistema capitalista, que explota tanto a sus trabajadores como a sus exitosos ejecutivos sin piedad, es la denuncia que el francés Stéphane Brizé lanza con el filme “Otro mundo”, al cerrar con un argumento actual la competición por el León de Oro.
“Quería salir de la dialéctica simplista que se resume en que los directivos son malos y los trabajadores buenos” advierte Brizé al poner en cuestión todo un sistema. Dividido entre sus jefes que exigen resultados y sus trabajadores que piden seguridades, Philippe, interpretado por un aplaudido Vincent Lindon, se encuentra de hecho frente a un abismo.
El grito de dolor del cine latinoamericano
Como un grito de dolor, el cine latinoamericano denuncia en el festival de cine de Venecia injusticias, racismo, clasismo y esclavitud moderna, con imágenes tan realistas que sacuden al espectador. “Es agobiante esa historia”, comenta aún impresionada la cinéfila italiana Silvana Sari, 65 años, tras asistir a la proyección del filme brasileño “7 Prisioneros”, en la sección Horizontes Extra, entre las más innovadoras.
Dirigido por el estadounidense-brasileño Alexandre Moratto, de 33 años, autor del elogiado “Sócrates”, la película narra con eficacia y ritmo el terrible fenómeno de la trata de humanos y la esclavitud a que están sometidos los trabajadores, tal como ocurre en el filme del venezolano Lorenzo Vigas, “La caja”, sobre las maquiladoras en México, en competición oficial.
Producida por Netflix, la película de Moratto muestra el mundo que se esconde detrás de las persianas de algunas fábricas o almacenes de una gigantesca metrópoli como Sao Paulo, donde cientos de personas se encuentran reducidas a la esclavitud, lejos de sus familias, con el fin de enriquecer oscuros individuos.
Para abordar un fenómeno que se ha extendido inclusive en Europa --basta viajar al sur de Roma a las plantaciones de tomate para descubrir la situación de los inmigrantes que trabajan ilegalmente-- el director no se limita a denunciarlo, sino que describe el dilema moral, familiar y social de todos los personajes, tanto el de las víctimas como el del victimario.
“La belleza de esta película está en la dirección perfecta, en la interpretación intensa de sus actores (algunos de ellos en la primera experiencia), en la crudeza del tema y sobre todo en la capacidad de mostrar el problema desde diferentes perspectivas, sin apuntar el dedo contra alguien”, escribió en un artículo el diario Today del festival.
“Víctima y verdugo, parte de una misma historia”
La película muestra cómo los verdugos son a la vez víctimas y cómo las víctimas se convierten en verdugos, no hay “buenos” ni “malos”, todos son parte de un engranaje perverso y de un sistema que para sobrevivir te obliga a encarar ese dilema.
“En el filme como en la vida todo tiene un precio”, resumió en un encuentro con el público Moratto, tras contar que pasó numerosas semanas con equipos de Naciones Unidas que trabajan con indocumentados donde escuchó sus testimonios, entre ellos el de un boliviano que fue esclavo por 16 meses, “una historia que no pude olvidar”, confesó.
“Aquí no hay ganadores. Víctima y verdugo son parte de una misma historia”, reconoció el actor Rodrigo Santoro, en el odioso papel de Lucas, el hombre que tiene bajo llave a sus trabajadores y que los obliga a extraer el cobre de los cables, separar los metales de las chatarras de automóviles y les hace hasta pagar la ducha.
Con la participación de unas 16 películas en las diferentes secciones del festival, entre ellas cuatro en la competición oficial, el cine de América Latina ha demostrado que atraviesa un buen momento y que logra sacudir al espectador al contar el presente.
Fiel a la tradición del cine político y de denuncia, una nueva generación de realizadores, entre ellos el mexicano Joaquín del Paso, 35 años, con “El hoyo en la cerca”, aborda el tema de la educación en México, su racismo y clasismo, para retratar las vacaciones de un grupo de adolescentes de una élite despiadada, tal como lo han sido sus muy católicos maestros.
“Está todo basado en hechos reales”, contó el director, quien se formó en un colegio del ultraconservador Opus Dei y ahora lidera un grupo de cineastas independientes de varios continentes, Amondo Films Collective.
Fuente: AFP.