Texto: Aldo Benítez (aldo.benitez@gruponacion.com.py)

Fotos: Nadia Monges

Desde La Nación recordamos la nota “La eterna alegría”, publicada el 10 de noviembre del 2019 en el Gran Domingo, en homenaje al genio paraguayo Carlitos Vera, quien hoy partió a la eternidad y cuyo legado quedará grabado en nuestros corazones.

A los 7 meses de vida, a Luis Carlos Vera le detectaron parálisis infantil, lo que le inmovilizó la pierna derecha. Pero eso nunca fue impedimento en su vida porque desde joven no paró de moverse y, sobre todo, de subir. Cuando tenía 16 años, se subió por primera vez a un escenario y cuatro años después volvió a subir a otro y un presentador le puso su marca registrada: “El hombre de las mil voces”. La vida de Carlitos Vera, sus sueños, su amor al arte, a la familia, sus ocurrencias y un mensaje desde el corazón en este mano a mano con La Nación que recordamos este viernes 27 de agosto, fecha en que nos dejó fisicamente.

Sentado en un sillón en el corredor de su casa, Carlitos Vera esperó al equipo de La Nación con una amplia sonrisa y una remera con la consigna azul­grana de “capital del senti­miento”. Vivía en San Antonio, una ciudad que le gustaba mucho por los árboles, la sombra y la tranquilidad. “Fue difícil encontrar esta casa porque él quería una que tenga planta. Y esta por suerte tiene este enorme mango en el patio de enfrente”, dijo Clara Gimé­nez, su esposa. Su compañera de toda la vida.

Carlitos Vera cumplió en ese entonces 71 años, durante los cuales tuvo un vertiginoso andar por el mundo artístico. Empezó en el Barrio Jara de Asunción. En este barrio, entre las canchas de Tacuary y Libertad, había empezado sus imitaciones, pri­mero haciendo del panadero de la esquina, después hablando como el peluquero de la cuadra.

Empezó a imitar a los persona­jes del barrio y eso se fue trans­formando, de alguna manera, en lo que en poco tiempo más sería su profesión. O tal vez su oficio. O mejor dicho, su vocación y pasión.

Recordó que la primera vez que se animó a hacer un número artístico fuera de Barrio Jara fue a los 16 años. Subió a un escenario, lo sentaron y sacó su pri­mer número. Una imitación a Julio del Puerto, entonces el comentarista más famoso y respetado del mundo del fútbol, lo que animó a toda la gente que estaba presente aquella noche.

Carlitos Vera lo recordó con frescura: “Fue el 23 de setiembre de 1964, en un festival que se hizo en el barrio Las Merce­des. Me invitaron a partici­par y ahí fue que me animé por primera vez a esto de la imitación”, relató.

Desde aquella tarde de 1964, Carlitos Vera no paró. A pesar de que él mismo se mofó con algún que otro chiste cruel sobre su disca­pacidad en la pierna dere­cha, esta condición jamás fue obstáculo para lo que quería en su vida. Ingresó al Departamento Artístico del Ministerio de Defensa, en donde fue puliendo su arte, conocer gente, hacer contactos y aprender.

En aquellos tiempos, los ani­madores o conductores de eventos lo presentaban como Luis Carlos Vera. Pero en un evento de 1968, llegó la frase que a estas alturas ya es una marca registrada convertida en leyenda. Quien estuvo a cargo de esa presentación fue Juan Bautista Castillo, el también popular “Nizugan”, quien dijo: “Con ustedes, el hombre de las mil voces, Carlitos Vera”.

Desde aquella vez, entonces Luis Carlos pasó a ser Car­litos Vera. Y este, a su vez, el hombre de las mil voces. Con esta impronta, Carli­tos comenzó a fortalecer su carrera en el mundo artís­tico paraguayo.

“Yo le tengo un recuerdo enorme, un gran cariño”, dijo recordando a su amigo “Nizugan”, que falleció en junio del 2019. Juntos habían hecho varias actuaciones y son dos refe­rentes de la vida artística paraguaya, del humor local.

Carlitos se mostró muy amable y conversador. Le gustaban las visitas. Se emo­cionó cuando recordó su historia. La forma en que daba vida al escenario. Le brillaron los ojos cuando habló de su familia, de sus 4 hijos (tres varones y una mujer que falleció) y de sus nietos.

–“Él es una persona absolu­tamente sensible, demasiado sensible”, dijo Clara.

Se casaron hace más de 4 décadas y desde entonces compartieron una vida que para Clara se convirtió en una costumbre en eso de entender que de su parte siempre habrían ocurren­cias ante cualquier situación, o la de sus hijos, que se fueron sumando con el paso de los años, hasta de los ladridos de Jacki, la perrita de la casa.

Si bien aclara que ninguno de sus hijos resultó humorista, hereda­ron esa forma pícara de res­ponder, de encontrarle siem­pre la vuelta a una situación, a una frase. “Nuestros hijos no actúan nomás, pero son de hacer chistes todo el tiempo. Acá los domingos cuando nos juntamos, tenés que ver lo que es”, expuso Clara.

Carlitos Vera sonrió y agregó, como para confirmar lo que dice su esposa: “Imaginate que el domingo nos fuimos con mi hijo a ver Termina­tor, y cuando salíamos de la sala me dijo “ah papá, mirá, ya estás caminando como Terminator”. Ambos se rieron con ganas.

En la casa, Carlitos Vera fue un esposo dicharachero, con energía positiva siem­pre y por supuesto, con cinco minutos de seriedad en la mayoría de los temas. “Tuve que dejar de ir a las reunio­nes de padres de la escuela de mis hijos porque ndopavéi (no terminaban), nos quedá­bamos a reír de todo lo que se podía”, explicó Vera, mien­tras dejó escapar otra son­risa que le dibujó toda la cara.

Según Clara, además de su espíritu bien alegre, Carli­tos Vera era muy romántico. Esto ayudó a que la relación pueda sostenerse por tan­tos años. En los tiempos en que Carlitos tenía actuación casi todos los días, Clara era la encargada de ayudarle con el vestuario e incluso con los apuntes para los chistes o monólogos. “Ella sabe ele­gir, mucho. Me elige la ropa, lo que tengo que ponerme cuando tengo que ir a una cena, a un evento benéfico, sabe elegir muy bien. Por eso justamente me eligió a mí”, expresó Carlitos. A Clara no le queda más que reír mien­tras lo mira a los ojos.

–“Para mí es simple, la base de todo éxito siempre está en la familia”, dijo Carlitos Vera.

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El momento en que Carli­tos reflexionaba era cuando se le consultaba sobre el mundo artístico paraguayo. Lo que se tiene y lo que se ve. En ese sentido, Vera aseguró que particular­mente no se sentía un ejem­plo para nadie, de nada de lo que haya hecho. Dijo que su preocupación siempre fue realmente ser un ejemplo para su familia, que consi­deraba haberlo logrado.

Habló con seriedad sobre la importancia de prepararse cuando uno tiene que hacer una presentación. Dijo que tiene un anotador, en el que va dejando registros de algunos títulos, de las cosas que pasan diariamente. Mencionó que como alguien que tiene que hablar sobre lo que ocurre en la actualidad, tiene que estar enterado de todo, para sacar alguna acota­ción sobre la situación, darle contexto a sus monólogos o chistes del momento.

“El humor es como un plato de ensalada. Tiene que tener todos los condimen­tos necesarios, ni uno de ellos más ni otro menos”, aseguró Carlitos Vera.

Contó que en los primeros años le costaba estar en el escenario. Que sentía mucha presión por hacer que los pre­sentes se rían, que entien­dan el mensaje. “Uno tiene que respetar al público. En ese sentido, traté siempre de mostrar eso. Respeto, de hacer un humor que no sea ofensivo, que no afecte a minorías. Traté siempre de que sea un humor que encuentre en la gente la forma de arrancar una alegría, si se quiere decir así, sana”, remarcó.

Agregó que, quizás, lo que falta ahora en el entreteni­miento televisivo es un seg­mento que esté dedicado más a las personas mayo­res, que tenga más humor paraguayo, de costumbres paraguayas, para volver a tener audiencia y pensar en las personas que ya tienen edad y encuentran en la tele­visión una manera, o quizás la única, de entretenerse.

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En 1966, Carlitos Vera incur­sionó en radio, otra de sus pasiones. Empezó en radio Comuneros, en un pro­grama llamado “La fonda de Doña Filomena”, en donde él tenía un segmento. La radio ha sido otra de sus compañe­ras durante todos estos años de vida artística. Después de radio Comuneros, inició un ciclo que duró muchos años llamado “Risaterapia”, en Radio Ñandutí. Allí se ganó el cariño de mucha gente que empezó a escucharlo, lo que le valió además empezar a tener mayores números, mayores presentaciones.

De entre sus tantas imita­ciones, son históricos los casos del futbolista Julio César Romero “Romerito”, del doctor Abraham Zapag, presidente de Cerro Porteño en los 80. También en su lista aparece el político liberal Julio César “Yoyito” Franco. Pero un caso par­ticular tiene que ver con la imitación que hacía al exdictador Alfredo Stroessner.

–“Recibimos amenazas y nuestro teléfono estaba intervenido. Querían ver si él hacía la imitación a Stroess­ner aunque sea por teléfono”, explicó Clara.

Carlitos reseñó que él nunca decía que estaba imitando a Stroessner, pero que cuando empezaba a hablar como el exdictador, la gente ya empezaba a reírse. “No hacía falta que diga, pero después tuve que cuidarme mucho en ese sentido”, expuso Carli­tos. Y rápidamente recuerda una anécdota.

Después de dos meses del golpe de Estado de 1989, a Car­litos Vera le contrataron para un show en el interior. Él fue y se subió al escenario, improvi­sado y pequeño. En medio de la actuación, alguien –pre­sume que un borracho– lo tomó de la pierna que justa­mente no podía movilizar y se cayó del escena­rio. “La gente se reía, pensaba que era parte de mi número artístico. En eso pido auxilio y vienen a socorrerme, cuando me repongo, tomo el micró­fono y digo “con que Stroess­ner ho’a mba’e pico la che” (Si hasta Stroessner cae, por qué yo no), lo que generó una risa generalizada.

En ese momento, Clara trajo de la pieza varios pergami­nos, menciones de honor, eventos en donde le rindieron tributo y le dejaron algún cer­tificado, alguna muestra de cariño. En eso, se quedó con uno y expuso que le dieron los alumnos de la Facultad de Derecho, que cada tanto lo tenían como uno de los homena­jeados. Sobre el punto, Carli­tos agregó: “Me llena de orgullo porque justamente desde la Facultad de Derecho homenajean a un rengo”.

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Hacía diez años, en ese entonces, en que el mal de Parkinson lo tenía a mal traer a Carlitos Vera, pero no amilanaba su espíritu. Siguió compar­tiendo ideas, orques­tando chistes, planeando ideas, proyectando su vida, su trabajo, su arte. “Estamos trabajando ahora para un segundo libro. Quiero dejar eso como un legado de lo que yo trabajé, de lo que yo logré en el escenario y de lo que tanto quiero, esto que hice y hago”, reflexionó.

Después de más de 56 años de subir y bajar de escenarios, de escribir guiones, de trabajar en monólogos, de hacer reír a la gente, Carlitos Vera siguió actuando, pero de un modo más familiar. Quizás en alguna cena, algún evento que no sea masivo, pero siem­pre estuvo, porque vivió del arte y de lo que lo apasiona. Porque, como el mismo dijo: “Hay que buscar la alegría para llevar una mejor vida”.

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