Músicos tocando alrededor de una mesa, envueltos por una multitud apretada que comparte abrazos y cerveza al son de un ritmo contagioso: pocas cosas son más tradicionales en Río de Janeiro que una rueda de samba. Pero en tiempos de pandemia, quienes mantienen vivo este ritual histórico han tenido que adaptarse para poder reencontrarse con su público de forma segura y recuperar su fuente de ingresos.

“No tocamos más en ronda sino encima de un escenario frente a una platea”, explica a la AFP Moacyr Luz, de 62 años, fundador del tradicional Samba del Trabajador, un jolgorio que desde hace 15 años anima las tardes de los lunes para un público de hasta 1.500 personas. Para este compositor, uno de los pesos pesados del género en Brasil y cuyo último disco fue nominado a los Grammy Latino 2020, hacer samba sin aglomeración es como marcar un gol y no poder festejar.

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“Se pierde un poco la naturalidad de la ronda, pero el samba no puede parar. Estamos pasando por una transformación”, defiende Luz, un hombre blanco de cabellera tupida y barba grisácea. Tras más de siete meses sin tocar para un público de carne y hueso -apenas hicieron shows por internet-, el grupo reanudó este mes sus conciertos presenciales en el club Renascença, un tradicional reducto cultural en la zona norte de Rio.

Cuíca, pandeiro, tamborim y cavaquinho, instrumentos de samba, son ejecutados por la banda con calidad de primera. Pero las nuevas normas hacen que todo luzca diferente: donde antes había una muchedumbre caótica de pie ahora hay pequeños grupos distribuidos en mesas de plástico, con unos 300 lugares previamente comprados por internet, que se agotan rápidamente. Para circular por las instalaciones del club es obligatorio usar mascarilla y someterse a un test de temperatura al entrar.

“Antes las personas llegaban y se concentraban alrededor de los músicos. Con este nuevo formato se pierde el contacto, el calor de la ronda, antes sentías que estabas junto con ellos tocando”, recuerda Dalia Melo, de 42 años, que acudió al show en compañía de su marido. “Lo importante es que volvió”, celebra.

Cuestión de “salud mental”

Tras varios meses con las actividades no esenciales restringidas para frenar los contagios, las autoridades de Rio iniciaron en junio un proceso gradual de reapertura. La música en vivo fue una de las últimas autorizadas a regresar, con la obligación de reducir a 50% el público y sin pista de baile.

Pese a la falta de calor humano, el público entona los versos de Moacyr Luz con energía, intercalando los tragos con croquetas de bacalao y otros bocadillos típicos. Para los cariocas, este conjunto de estímulos tiene un efecto terapéutico.

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“El samba es parte de la cultura brasileña. Remite a tantas cosas buenas: la unión de un pueblo, la defensa de una tradición. Y trae una alegría inconmensurable”, afirma Cristina Barreto, otra asidua del Samba del Trabajador. “Estar aquí es una cuestión de salud mental, alimenta el alma para que podamos seguir enfrentando todo esto con seguridad”, defiende.

El estado de Rio de Janeiro (de unos 17 millones de habitantes) acumula más de 20.000 muertes por COVID-19, de las 157.000 registradas en Brasil desde el inicio de la pandemia. La capital del estado registró en las últimas dos semanas un promedio de 37 muertes y 435 casos nuevos por día, y acumula hasta ahora 11.900 decesos, según datos oficiales.

“Pérdida”

Para Moacyr Luz la pandemia ha sido sinónimo de pérdida, sobre todo después de la muerte del compositor Aldir Blanc (autor de la canción “O Bebado e a Equilibrista”, inmortalizada en la voz de Elis Regina), que falleció a los 73 años víctima de COVID-19 en mayo.

“Aprendí a perder: perdimos al gran público, lanzamientos, giras, perdí a mi principal colega de carrera, con quien compuse más de 100 canciones”, lamenta Luz, que defiende el regreso de las actividades para que los músicos puedan trabajar, pero exhorta a las personas a respetar las normas de distancia para evitar una segunda ola de contagios y un nuevo confinamiento.

“Mi mayor deseo es poder abrazar a las personas, no tener miedo de demostrar cariño”, señala. La pandemia no ha mermado su espíritu creativo, sino al contrario, inspiró algunas de las más de treinta nuevas canciones que compuso en los últimos meses.

“Tanto verde, tanto mar/ no los puedo tocar. Tantas mesas, tantos bares/ no me puedo sentar. Tantas bocas, tanto amor/ de nada sirve, no las puedo besar”, reza una de ellas. Pero pronostica: “Toda esta confusión/ sé que pasará”.

Fuente: AFP.

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