Tres escenarios, once nombres ligados a la música y una lluvia (con un potente «Thunder») que llena de pilotines de colores el Asunciónico. Un recorrido de La Nación por el primer día de la edición 2018. Crónica de lo que pasó en la noche que puso a Paraguay en el corazón abierto de Imagine Dragons. Por Natalia Santos (natalia.santos@gruponacion.com.py)
“Todo puede pasar en el Asunciónico”, dice Paiko tras traer el “aire, sabor a campo” de «Pirareta». La banda nacional es la primera en romper el silencio en el Espacio Idesa. En ese inicio –en la zona Budweiser- dedica «Si te vas» a los indecisos.
El sol está todavía bien arriba, y el predio aún tiene mucho lugar para albergar a más gente. Pero las que están son suficientes para corear la polca y gritar al final de la presentación cuando se lanzan los palillos.
Las mezclas de Chic Floyd con Dj Kwak en la consola del Tigo Stage se superponen con el sonido de Midistroy, que vienen del espacio Mc Donald’s. “Acérquense más. Vamos a hacer lo nuestro”, invita la vocalista Patricia Latorre.
Los que llegaron temprano a esta fiesta de tres escenarios, vagan libremente por todas partes hasta que irrumpe la voz de Mon Laferte. “Hay que armar desorden... hay espacio”, incita La chilena que ya grabó con Juanes y que canta «No te fumes mi marihuana».
Ella tiene conquistados a todos con el carismático estilo con el que usa su voz y con ese vestido rojo que la señala en medio de su banda. Con un abrazo recibe a la bandera paraguaya que termina extendida en el teclado y pone a bailar hasta a los técnicos.
¿Será que esas palmas que son constantes no dejan que Milkshake -que actúa en simultáneo- tome un lugar en el éter?
Alan Walker –el Dj noruego que pone a las masas a bailar con «Faded» - da un salto sobre el equipo protegido por plástico y con eso marca el delirio en medio de las luces. Las primeras etapas de la llovizna acompañan al joven de la capucha y el pañuelo en el rostro que con cada gesto –sobre todo cuando pone en alto la tricolor- desata la euforia.
Más allá, Purahei Soul arranca casi en la penumbra con un repertorio que es disfrutado por quienes optan por sentarse en el césped y buscar más calma
Turf –agrupación argentina- ingresa rompiendo la lista de temas ante un público que le responde. Aparecen los primeros pilotines. “En la oscuridad somos todos iguales”, corean los seguidores la canción «Disconocidos». Tampoco se callan cuando llegan «Loco un poco» y «Magia blanca». A pedido de Joaquín Leviton se forma un círculo que precede al pogo.
(VIDEO: NICOLÁS ALMADA)
Kygo es un Dj noruego al igual que Alan Walker con el que comparte un momento de su show, mientras se alista Imagine Dragons y Banana Pereira actúa en otro escenario. A esta altura de la noche, son pocos los que se aventuran a pasar de una zona a otra, por temor a perder el territorio conquistado en el campo.
"Creyentes"
Imagine Dragons y la esperanza de que «Thunder» encuentre en la lluviosa noche paraguaya su mejor estruendo, son el plato fuerte (para nada decepcionante) de la primera jornada.
(TRANSMISIÓN: AURELIA ZARZA).
El solo ingreso de las luces adicionales y la batería elevada genera revuelo entre los espectadores. « I don’t know why» es la tarjeta de presentación y «Believer» aúna a los presentes en el canto.
Dan Reynolds se yergue como protagonista absoluto. Habla de paz, de lo importante y simple que es y de lo difícil que es de conseguir. Abre su corazón a quienes lo miran y asegura que eso no es parte del show. La música lo salvó, dice… "Es mi refugio", sostiene. Manifiesta que no cree en las divisiones del mundo que nos separan en clases, en razas, en religiones. Pasea cerca de la valla de seguridad durante un «It's time» -cuya letra tiene que ver con el tiempo de empezar y con el ser fiel a uno mismo- que el público canta completo. En un momento, hasta abraza a una chica que jura: "No me voy más a bañar, boludo". Se pone al cuello el emblema de la patria guaraní y se saca la remera mojada mientras corre, canta y sigue hablando.
Recita un poema en español, para después salpicar toda la interlocución con el público de ese castellano que no aprendió bien ni con tres años de clase, según confiesa. Y aunque su discurso aumenta su conexión con la vibrante asistencia, es indudable que es la música su herramienta más poderosa de comunicación.
El grupo –integrado por Wayne Sermon (guitarrista), Ben McKee (bajista) y Daniel Platzman (baterista)- acompaña a los miles que bajo el agua (que cada vez cae con más insistencia del cielo) se apropian (con el visto bueno del cantante) del repertorio.
«Whatever It Takes», «Demons», «Mouth of the River», Yesterday (con una conversación en Spanglish como presentación) «On Top of the World», «Thunder» (tan anhelada por todos y que halló el marco ideal en la lluvia) y «Walking de Wire» son parte del encuentro potente y verdadero entre público y artista.
“En verdad, los llevo en mi corazón, gracias por esto, en verdad lo necesito. Espero verlos pronto”, suelta por un instante a quienes siguen bailando en el barro después de unos segundos en los que fallan de micrófonos.
La “nueva era” aterriza con la música que se siente “en los huesos”. No, no es el apocalipsis (como alerta el tema), pero sí es el final de un día de fiesta tan “radioactivo” como el hit («Radioactive» con percusión a cargo de Reynolds) que nos hace ver que somos muchos los “creyentes” que -al menos por una noche- imaginamos dragones.