Jorge Zárate

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En primera persona una mujer cuenta, cómo, cuando niña, el mismísimo dictador Alfredo Stroessner abusó de ella de manera reiterada. También testimonia cómo el mando de las fuerzas armadas a cargo del incalificable tirano compartía la afición a la pedofilia que practicaban con niñas esclavizadas para tal fin.

El muy buen documental “Calle de Silencio”, dirigido por José Elizeche y producido por Hugo Yubi, tiene el mérito de ponerle cuerpo a una historia que se conocía, pero que permanece difusa en la denuncia pública y sobre todo, en la persecución judicial a los responsables de tanta infamia.

Estrenado el viernes en el Ciclo de Cine y Derechos Humanos del Centro Cultural de España Juan de Salazar, el cortometraje recuerda las investigaciones periodísticas de medios extranjeros que consiguieron poner por apenas un tiempo en blanco sobre negro esta historia criminal. Con el espanto que genera el exceso, la barbarie del tercer mundo, la cuestión comenzó a contarse allá en los 70, pero nunca se había tenido, un testimonio directo de una víctima.

Afiche del evento que se llevará a cabo el 26 de diciembre.

Era conocida esa casa en Sajonia donde el entonces coronel Rodolfo “Popol” Perrier operaba condenando la vida de niñas y adolescentes reclutadas para el tráfico humano con fines sexuales, que no era la única, porque había otras en la Gran Asunción, en el interior.

A casi 30 años de la caída de ese régimen que se desenvolvió corrompiendo en estas formas tan brutales, todavía sobrevive un miedo, una vergüenza social, que impide un proceso de memoria y justicia necesario que esta película contribuirá a romper.

La víctima habla desde el dolor profundo de esos episodios acompañada por cuidadas y poéticas imágenes que van insinuando un camino para la sanación. Las verdades tienen fuerza parecida al agua que horada la piedra.


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