A medida que se van conociendo los detalles revelados en la filtra­ción del documento enviado por el exembajador norteamericano Marc Ostfield al Departamento de Estado de su país se nota la fuerte alianza que tenía con el expresidente Mario Abdo para sus propósitos políticos. Uno era perseguir por todos los medios, hasta lograr su destruc­ción política, al expresidente Horacio Car­tes, líder de Honor Colorado, y otro, como consecuencia del primero, dominar inter­namente el Partido Colorado.

Con lo revelado hasta ahora se va cono­ciendo la vergonzosa intromisión política que había perpetrado el exembajador con la colaboración de Abdo, en una deplora­ble actitud entreguista y antipatriótica. A los traidores no les importa el destino del país ni la suerte de los paraguayos, sino solo sus apetencias personales con com­portamientos políticos rastreros.

El trabajo político realizado desde la representación diplomática tenía como objetivo dejar de lado a los republicanos, por lo que los norteamericanos habla­ban incluso de una alternancia política al frente del país, en el sentido de que otra agrupación política diferente pudiera gobernar la nación paraguaya. Y para ese propósito deplorable operó fuertemente el cuestionado diplomático con su lamen­table injerencia política en los asuntos internos de nuestro país. Lo hizo con la anuencia y colaboración del sector lide­rado por Abdo, a quien le importaba más sus pretensiones políticas personales que los intereses de la nación paraguaya.

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El vicepresidente de la República, Pedro Alliana, entrevistado por medios del Grupo Nación, resaltó que lo que se conoce ahora con la filtración viene a con­firmar las presunciones que se tenían desde el movimiento Honor Colorado.

“Esto no hace más que confirmar todas las denuncias que nosotros veníamos haciendo y lo venimos haciendo desde hace muchos años. Una persecución inmi­sericorde hacia el presidente hoy del partido, el expresidente de la República Horacio Cartes, y al movimiento político Honor Colorado”, manifestó ante la con­sulta.

Recordó algunos temas muy especiales que les llamó la atención sobre la postura de la embajada del país del norte. Señaló que en una de las ocasiones que estuvie­ron en la representación diplomática de EE. UU. en plena campaña electoral con el entonces candidato Santiago Peña les hicieron un comentario que les pareció muy especial. “Una de las veces que fui­mos a la embajada ya nos venían avisando. En una de las veces, en la embajada nos dijeron no tengan miedo a la alternancia, es normal dentro de un país; el Partido Colorado hace mucho tiempo está en el poder. Nosotros nos miramos con Santi y dijimos que venimos para ganar las elec­ciones. Parecía una amenaza, o abriendo ya el paraguas, contándonos lo que ellos querían que ocurra”, recordó Alliana.

La persecución realizada por el diplomá­tico no solo se trata de una intromisión en los asuntos internos de otra nación, que es inaceptable desde todo punto de vista y debe ser rechazado con toda energía. También quería decidir quién o quiénes podrían estar al frente de la administra­ción del país, impidiendo el paso a los de un sector político y facilitando la carrera para otros que formaban parte del grupo aceptado por él. Y lo peor es que en ese plan abusivo, que vulneraba la dignidad nacional, tenía la colaboración del grupo de partidarios de Abdo, lo que habla clara­mente de su catadura política y moral.

¿Qué ciudadano que ama a su patria y sueña con una nación mejor para todos puede aceptar esa aberración política? ¿Quién en su sano juicio puede cerrar los ojos a hechos que van contra los intereses genuinos de los paraguayos cuyos antepa­sados lucharon por su libertad, por la sobe­ranía nacional y su autodeterminación?

Nadie, ninguna entidad ni persona física, puede arrogarse el derecho de perseguir a un ciudadano o a una agrupación deter­minada por simples caprichos ni tenden­cias políticas. La Constitución Nacional, que es la expresión máxima del derecho, consagra la libertad para todos. Y solo se puede permitir la persecución al delito y a los delincuentes de acuerdo a las disposi­ciones de las autoridades judiciales com­petentes, que no es el caso que nos ocupa.

Por todo ello la actuación abusiva del exembajador Ostfield, sus cómplices y aliados, no se puede admitir por ningún motivo, y se merece el rechazo y la con­dena de la ciudadanía.

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