La alianza que sostuvieron el exembajador de Estados Unidos en Paraguay Marc Ostfield y el expresidente Mario Abdo Benítez, para atacar al expresidente Horacio Cartes, a fin de destruirlo políticamente tiene aristas sorprendentes. Muestra con claridad la inaceptable injerencia política del diplomático norteamericano en los asuntos internos del Paraguay para favorecer a Abdo Benítez, exmandatario de lamentable gestión. Y resalta el afán de persecución contra una persona de gran peso político, que por el voto republicano está al frente del partido de mayor importancia nacional.
La actitud del exembajador no solo es inaceptable desde cualquier punto de vista, sino que se trata de una clara ofensa a nuestro pueblo, que es celoso de su autodeterminación, que no puede permitir, sino denunciar y condenar la intromisión de un extranjero en los asuntos internos de nuestra nación. Y lo peor del caso es que actuó en connivencia con el entonces presidente de la República para favorecer sus intereses personales dentro del manejo partidario y de la vida interna del país. Con lo cual se ha dado un claro caso de persecución política para perjudicar a un líder de importancia nacional y beneficiar a sus opositores, en la más repudiable connivencia de los bandidos de la política.
El hecho de ser cómplice en una acción repudiable da una muestra acabada de quién es Abdo y de qué atropellos es capaz de cometer para sus fines personales y grupales. Es un ejemplo de su lamentable accionar como político sin escrúpulos ni principios.
Un periodista de un diario de Miami, Estados Unidos, calificó que el accionar del exembajador en el Paraguay constituyó una clara injerencia en cuestiones internas, ya que salió del marco de la diplomacia en que debe actuar.
“Lo que observamos es la clásica injerencia de un embajador en los asuntos internos de un país, hablar de corrupción, hablar de falta de transparencia, mencionar a una famosa tabacalera. En toda la gestión que estaba realizando ese embajador es una acción que se sale de su marco de trabajo, de su marco diplomático”, opinó el periodista Daniel Castropé, del Diario Las Américas, de Miami en una nota realizada por una emisora paraguaya. Según el entrevistado, cuando era embajador, Ostfield estaba haciendo las cosas fuera del marco de las restricciones de su propio gobierno. “¿Buscando qué? ¿Protagonismo? ¿Trabajar de una manera subrepticia, con algunos intereses creados?”, se preguntó el hombre de prensa.
“Ese tipo de acciones no son nada normales por parte de un diplomático. Un diplomático tiene que ser un canal, tiene que trabajar con las instituciones del país anfitrión, y lo que estaba haciendo este señor muestra todo lo contrario”, resaltó.
La vergonzosa intromisión política del exembajador norteamericano se observa claramente en la filtración de un documento enviado por Ostfield al Departamento de Estado de su país en que se nota su estrecha alianza con Mario Abdo y su propósito de perseguir al expresidente Horacio Cartes.
En el escrito filtrado puede verse cómo el exembajador defendía al entonces presidente Mario Abdo, a quien consideraba su aliado, resaltando que las acusaciones por las enormes ganancias de sus empresas eran solo parte de la persecución del cartismo. Y, en contra parte, atacaba con todo al expresidente Cartes, haciendo afirmaciones sin aportar pruebas de ninguna laya, con el solo propósito de darle fuerza a su persecución. El paso del tiempo y la revelación de algunos hechos acaecidos muestran la verdadera conducta del que fuera embajador de EE. UU. y aliado político de Abdo Benítez.
La conducta del exdiplomático cuando estuvo en nuestro país merece el repudio por sus agresiones a la nación paraguaya y tendría que dar pie a denuncias de orden judicial para no dejar sin castigo los comportamientos delictuosos que cometió haciendo abuso de su condición diplomática. Una cosa es la diplomacia, que se trata de la práctica de conducir las relaciones entre las naciones y sus gobiernos, y otra muy distinta es la comisión de actos que riñen con las leyes, que es simple delincuencia, que muchos cometen mediante el uso indebido de los privilegios que tienen los representantes de países extranjeros. Mentir, engañar y hacer daño, aunque lo haga un diplomático, son actos desdeñables que no se pueden aceptar bajo ningún concepto.