Las sacudidas en torno a la guerra comercial desata­das recientemente luego del anuncio del programa aran­celario del presidente norteameri­cano, Donald Trump, es un propicia­dor de escenarios de impacto sobre las economías de los países.

Cuando ocurren estos tipos de even­tos, la tendencia es buscar lugares que muestren seguridad y capacidad para contener los shocks externos a los que se exponen las empresas en todo el orbe y en particular las dedi­cadas al comercio internacional.

Buscar lugares que expresen seguri­dad y transparencia en la disposición de capitales no es más que una forma de actuar del ser humano y de toda sociedad mercantil porque su deseo, absolutamente correcto y ético, es el de resguardar lo que ha ahorrado y capitalizado y así seguir con sus negocios. Nadie en su sano juicio está dispuesto a quedarse en un lugar donde la tormenta arreciará.

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Y es lo que hoy sucede. El programa arancelario del presidente Trump con la puesta en marcha a nivel glo­bal con aranceles para los produc­tos que ingresan al territorio nortea­mericano ha venido a constituirse en una transformación de fuerte impacto en todos los países, en los desarrollados como en los emergen­tes.

La respuesta de Trump se enmarca en lo que se llama principio de reci­procidad, puesto que desde hace décadas, por ejemplo, los miembros de la Unión Europea (UE) y la misma China –el otro país más poderoso del planeta– han venido imponiendo a la economía de los Estados Unidos aranceles mucho más altos que los establecidos por este país, motivo por el cual se explica la respuesta que hoy conocemos.

En atención a los intereses de nues­tro país, lo que está ocurriendo es una guerra comercial donde cada país quiere sacar provecho. Por ende, como país tenemos que expresar con la suficiente sensatez que en ningún modo vamos a ingresar a esa guerra que lo único que hará es recrudecer los daños sobre los consumidores con el alza de los precios en general, como ya lo dijo el propio presidente Santiago Peña y otras autoridades consultadas al respecto.

Si consideramos que los arance­les norteamericanos al Paraguay no van más allá del 10 por ciento, lo que implica una carga mucho menor que en otros lugares, pues entonces quiere decir que estamos ganando competitividad ante los mercados de capitales y de industrias en gene­ral, que bien podrían instalarse aquí para luego exportar sus produc­tos desde nuestro territorio hacia los Estados Unidos e incluso a paí­ses directamente involucrados en el esquema arancelario como Canadá, México, la Unión Europea y otros del sudeste asiático.

Paraguay es un lugar seguro y con­fiable. Esto no lo decimos porque se nos antoja, lo dicen y reafirman en sus informes prestigiosas calificado­ras de riesgo internacional, compro­badas en los capitales que vienen a quedarse en el país y que esta gue­rra comercial se viene a constituir en una oportunidad para atraer todavía más inversiones.

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