El trágico derrumbe de un edifi­cio en construcción en la ciudad de Encarnación, suceso en el que perdieron la vida dos per­sonas (una abuela y su nieta), no solo des­nuda la falta de rigor en las fiscalizaciones municipales, sino desnuda cierto grado de precariedad en la seguridad con la que se erigen edificios en el Paraguay.

La estructura que se vino abajo, una cons­trucción que iba por su novena planta (cuando en realidad estaba autorizado solo cinco, según el plano inicial apro­bado), cayó sin previo aviso en la capital itapuense. En su interior se encontraban dos personas pernoctando, que hallaron su hora más trágica en un desafortunado episodio. Pero, ¿qué hubiera pasado si el colapso se producía en un horario diurno, con decenas de trabajadores realizando labores en su interior?

Las imágenes del desastre son impactan­tes, pero más lo son las pérdidas de dos vidas, que murieron simplemente por haber estado en el lugar equivocado, en un entorno que evidentemente no ofrecía las garantías mínimas de seguridad. Y ese es el aspecto preocupante: la seguridad en la construcción.

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Este hecho no puede ser tratado como un acontecimiento apartado, aislado, o algo que no volverá a ocurrir. Debe ser el punto de partida, una bisagra real, para demandar con mayor rigor el cumpli­miento de normas técnicas, y para ello hay que hacerlo inicialmente a los muni­cipios, que son los entes primarios en cuanto a permisos se refiere. Pero tam­bién debe implicar una instancia mayor, quizás algún ministerio que se ocupe de la seguridad de la construcción o algún órgano capaz de controlar de manera efectiva esta responsabilidad.

Por eso fue oportuno el comunicado emi­tido hace un par de días por la Cámara Paraguaya de la Construcción (Capaco), preocupada lógicamente por el grave ocu­rrido en el barrio San Roque de Encar­nación. La preocupación apunta a que es imperativa la seguridad en la construc­ción, debe ser una prioridad ineludible y para ello es fundamental el cumpli­miento estricto de normativas claras y exigentes que garanticen la integridad de todas las obras.

También el citado gremio menciona con buen tino que la prevención de esta clase de incidentes debe ser un esfuerzo con­junto entre el sector público y privado, reforzando los mecanismos de fiscaliza­ción y asegurando el cumplimiento de los estándares técnicos.

El Paraguay está atravesando por un momento económico de estabilidad y de proyección que lo vuelve muy atractiva para la inversión. De hecho, el rubro de la construcción ha sido uno de los ámbi­tos que ha concentrado el capital privado extranjero en los últimos años y las grúas, los volquetes y los camiones mezcladores se multiplicaron en urbes como Asun­ción o Ciudad del Este. Es por ello que no se puede construir sin tener un rigor en la aplicación de los protocolos. La vida de los obreros no puede seguir dependiendo de estructuras mal calculadas, o peor, de inspecciones inexistentes o que hacen la vista gorda con una multa mínima.

En el caso del edificio encarnaceno, el edificio inicialmente estaba previsto tener cinco pisos, pero en una segunda revisión hallaron que había más plan­tas. Por ello, la propietaria de la estruc­tura fue apenas multada cuando lo que correspondía –según reza el Art. 39 de la ordenanza municipal sobre obras– que el municipio local podía intervenir y clau­surar la citada obra, atendiendo a que la construcción estaba peligrosamente en riesgo.

El intendente de Encarnación, el señor Luis Yd, tiene mucho que explicar no solo a la ciudadanía y quizás responder ante la Justicia, pero la comuna local en gene­ral debe hacer un profundo cambio en las revisiones, los controles y las fiscaliza­ciones habida cuenta que la ciudad se ha convertido en un polo de desarrollo y una ciudad atractiva para el turismo. Esto ha disparado el levantamiento de más y más edificios en los últimos años, edifi­cios que a partir de ahora, y atendiendo a que la actual administración va por su segundo mandato, deberían ser objeto de una nueva revisión, por cautela y para dar tranquilidad a las personas.

No es una utopía cuando los construc­tores exhortan a tener presente con­ceptos como seguridad, planificación y previsión. Implica que todos los actores –público y privado– redoblen esfuerzos para garantizar un futuro más seguro y confiable para la construcción en el Para­guay. Eso solamente se dará con un com­promiso firme por parte del Estado, las empresas constructoras y los profesio­nales.

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