De repente, los chats de Lalo dejaron de tener interés. Cuando el intercambio de mensajes electrónicos a través de internet, de acuerdo con la definición de chat de la Real Academia Española, fue entregado en su totalidad a los medios de comunicación a través del abogado Óscar Tuma, representante legal de la familia del fallecido diputado Eulalio Gomes, las dos cadenas mediáticas –una que tiene como rostro visible al diario Abc Color y la otra a Telefuturo– decidieron que ya no era noticia de primera plana.
Después de dieciséis días bien contados, en que aturdieron todo el espacio televisivo, radial y escrito, casualmente, cuando empezaron a aparecer informaciones que comprometían al gobierno de Mario Abdo Benítez y a varios de su entorno, rápidamente apuntaron hacia otros blancos. Había que distraer la atención para que los datos ocultos –una vez que vean la luz– no comprometan a su antiguo cómplice en el manejo turbio de los recursos del Estado. Cómplices evidentes de los grandes actos de corrupción que hasta hoy no se animan a investigar.
Y conste que algunas de esas denuncias salieron fugazmente en estos medios, tal vez por descuido de los editores o como herramienta de extorsión, para, luego, desaparecer raudamente, sin pena ni gloria, quedando solo como un hecho anecdótico lo que debió merecer una pesquisa tenaz, consecuente y sistemática hasta desentrañar los nudos del latrocinio. Sin embargo, millonarios contratos y dadivosas pautas publicitarias, principalmente de las hidroeléctricas binacionales, pesaron más que la búsqueda de la verdad.
La lucha contra la corrupción de la que tanto alardean debería empezar sacudiendo la alfombra de la propia casa. Es el primer paso para sostener las críticas con autoridad moral. Hasta en los recuadros de humor, expresados en caricaturas, grafican a un investigador que ni con lupa puede encontrar algo en contra de Abdo Benítez, aunque ya “sacrificaron” a una parte de su antiguo equipo, como a la senadora Lilian Samaniego y al exvicepresidente de la República, Hugo Velázquez, quienes aparecen asediados por los tentáculos de Lalo.
Lo concreto es que los nuevos chats que ahora se difunden demuestran claramente la determinante influencia que Lalo Gomes ejercía sobre el gobierno de Abdo Benítez. Disponía a su antojo de personal de alto rango, especialmente dentro de las fuerzas de seguridad, en el periodo 2018-2023. Algunas respuestas, como las del entonces ministro del Interior, Juan Ernesto Villamayor, como: “Dejá a mi cargo” o “claro que sí”, para resolver los reclamos de quien entonces era ya un personaje poderoso en el departamento de Amambay, evidencian, sin disputa posible, que la anterior administración estaba prácticamente sometida a los pedidos de Gomes. Para los compañeros y colegas de los medios aliados al marioabdismo, esas “vyresas” dejaron de tener relevancia y, por lo tanto, el público no tiene derecho a saber para no desviar la mirada de lo “verdaderamente importante”.
Así, parcelada la realidad, la intención es engañar a la ciudadanía, fragmentando convenientemente la información para alcanzar conclusiones deliberadamente amañadas. Con una deshonestidad que raya en su punto más alto, pretenden cancelar al Grupo Nación Media para que, como se dice en la jerga periodística, no se escuche el sonido de la otra campana, con la retorcida ambición de creerse los dueños de la “única verdad”.
Lamentablemente para estos profanadores del lugar santo de nuestra profesión, es falsa la dicotomía entre “tu verdad” y “mi verdad”, porque existe la verdad, una que trasciende y supera nuestras visiones, intereses y deseos personales. En otras palabras, es la recta concordancia del pensamiento con su objeto, en definición de Santo Tomás, entre el entendimiento y la cosa. Todo lo demás es ilusión, fraude, engaño.
Finalmente, se derrumbó por su propia inercia lo que algunos colectivos periodísticos calificaron como “peligroso trabajo de investigación” y “valientes investigadores” refiriéndose a las manipuladas filtraciones, pues, ahora que los datos están a disposición de cualquier medio, bajaron el entusiasmo y la euforia de poner en cartelera a los involucrados en los chats de Lalo Gomes.
Especialmente cuando asoman los nombres de aquellos que denodadamente trataron de esconder del juicio público. Cada uno tiene la libertad de manejar la información según su propio criterio, aunque sea éticamente condenable, pero no nos vengan a querer convencer de que son la reencarnación de santos inmaculados y vírgenes vestales. Ni por aproximación.