El periodismo servil y funcional al exmandatario Mario Abdo Benítez, evidenciado en sus defecciones, se encabrita con manotazos de tiranía. Corcovea sobre su indomable incultura, su confrontación irreconciliable con la ética y su porfiada mala fe. Sus más autoencumbrados miembros han decretado que todos aquellos que no comulgan con su credo de “dueños absolutos de la verdad” merecerán los suplicios de la inquisición. Las dos corporaciones mediáticas que construyeron las bases de su imperio económico en connivencia con la dictadura de Alfredo Stroessner, aunque hoy procuran denodadamente zafarse de este tenebroso pasado, se pusieron de acuerdo –con aires de rancio fascismo– para que las voces discordantes, las que no siguen sus agendas, sean silenciadas o, como mínimo, canceladas por el antojo de unos cuantos. Y en comunicados simultáneos que parecen réplicas, pésimamente construidos, nos tomaron como blanco –al grupo Nación/Media– por, supuestamente, “distraer la atención” de lo verdaderamente “importante”. En síntesis, y para mayor claridad, de una manera que el mensaje sea horizontalmente comprendido, ciñéndose la corona de los césares, han bajado el pulgar a lo que no debe ser publicado. Aquello que no sea del agrado de sus propietarios.
Les irrita, al parecer, las investigaciones sostenidas con pruebas documentales, sobre las organizaciones no gubernamentales y fundaciones que recibieron grandes cantidades de dinero, algunas de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, sigla en inglés), cuyas actividades “cívico-ciudadanas” fueron un disfraz para fondear campañas políticas de activistas de la oposición, involucrando a algunos trabajadores de la prensa que ya se están quedando afónicos de tanto y vano intento de desviar la correntada hacia otros cauces. Con gritos chillones continúan postergando indefinidamente las investigaciones sobre la monumental corrupción durante el anterior período de gobierno 2018-2023.
Cualquiera que haya pasado, aunque sea por una escuela nocturna de Periodismo, sabe la diferencia entre la rudimentaria filtración y el periodismo de investigación. Este último género no precisa muchas descripciones y, tal vez, bastaría con solo citar algunos ejemplos, como el caso Watergate –el más emblemático–, que incluyó fuentes anónimas, pero verificadas; los papeles del Pentágono, la pederastia en la Iglesia Católica y el escándalo por corrupción en la FIFA. Conlleva, fundamentalmente, perspicacia, perseverancia, talento y prudencia, hasta obtener la certificación que valide la información, así como habilidades intelectuales y honestidad para armar un relato veraz, atractivo, coherente, lúcido y bien redactado.
Los mensajes encontrados en el celular del exdiputado Eulalio “Lalo” Gomes, fallecido durante una intervención judicial-policial, y que fueron proporcionados a dos cadenas de medios para su publicación, no pueden argumentarse como “periodismo de investigación”. Tampoco hubo un “valiente trabajo de investigación” ni “horas incansables de trabajo”, ni intención, de nuestra parte, de “desacreditar el trabajo de investigación”, sencillamente porque tal cosa no hubo. Lo que pasó fue una simple y llana filtración. Y en el manejo de los datos filtrados fueron resaltados con pincel grueso los que involucran a sus enemigos y, por el contrario, con lápiz blanco los que comprometen a sus aliados y cómplices, como la “donación de más de un millón de dólares” para el movimiento Fuerza Republicana, o sea, para el oficialismo, que tenía como cabeza a Abdo Benítez. Mas, cuando se les “filtró” –evidentemente, por lectura rápida y descuido imprevisto– ese comprometedor chat, lo primero que hicieron fue buscar referentes de aquel grupo político para montar en escena los ensayados desmentidos. Y así se dieron por excusados y satisfechos. A eso, justamente, apunta nuestra crítica: quienes poseen el material en cuestión deberían publicarlo íntegramente, no solo en partes, cegados por un interés selectivo y, de yapa, tratando de establecer conexiones inexistentes.
“El periodismo de investigación, aunque trabaja siempre con filtraciones, no tiene nada que ver con el periodismo de filtración”. Para evitar toda suspicacia, la afirmación proviene del catedrático español de la materia Estructura de la Información Periodística, José María Caminos Marcet. Detrás de cada filtración hay un interés oculto, enfatiza. Saludamos y alentamos que salgan a luz, sin excepción alguna, todas las informaciones que comprometen a fiscales, jueces, políticos y parlamentarios. Lamentamos, sin embargo, que dos medios lo hagan con reservas, guardando deliberadamente aquellos datos que puedan perjudicar a sus cómplices del gobierno anterior. Porque esto no es otra cosa que política berreta disfrazada de periodismo. Y quienes exigen “caiga quien caiga” no son capaces de mostrar veracidad ni pluralismo en el manejo de la información, para que la sentencia sea real, creíble y efectiva. Les falta la materia prima insustituible: honestidad intelectual.