La cantidad de accidentes de tránsito que reporta el Hospital de Trauma sigue siendo escalofriante, teniendo en cuenta que estamos saliendo de una temporada fría que se considera baja con relación a las actividades y el movimiento que tradicionalmente se da en tiempos de altas temperaturas. Necesitamos insistentes iniciativas que potencien la conciencia de la ciudadanía al frente del volante, es un mal de todos los años, hasta parece haberse normalizado; sin embargo, con esfuerzo se puede atenuar este mal que se constituye en una de las principales causas de muerte en nuestro país.

Los dos últimos meses del semestre pasado registraron unos 200 accidentes en motos en una sola semana, según los informes socializados, así también se arrastran cifras de unos 1.500 siniestros ruteros del primer trimestre. La franja etaria juvenil es la más afectada, según los datos publicados y el ránking encabezan los conductores de motocicletas, lastimosamente.

Las estadísticas señaladas representan un altísimo costo a nivel Estado por la asistencia de salud que se requiere. Sin embargo, lo impactante está en las lesiones que no se pueden solucionar y que dejan mutiladas a las personas, a familias enteras. En muchos casos estos eventos enlutan a muchas familias.

El alcohol, el desconocimiento, la imprudencia y la irresponsabilidad de tomar un volante sin la debida preparación conforme a las normas vigente son la causa constante. Y todavía no tenemos la capacidad de coordinar estrategias enlazando a las varias instituciones que ejercen algún control o regulan el tránsito en nuestro país.

Desde falta de documentación en regla, consumo de alcohol y otros, la violación de normas de tránsito hasta peligrosas maniobras detonan en internaciones, peleas judiciales, mutilaciones y pérdida de vidas.

Las autoridades están obligadas a reorganizar planes de acción que se basen no solo en los controles en la vía pública, sino desde el momento en que una persona acceda a un móvil. Esto significa implementar normas y protocolos desde la venta de un rodado hasta el desplazamiento en las diferentes rutas, avenidas, etc.

El Estado debe tener mayor visibilidad en la vía pública para el orden del tránsito y el control a infracciones, pero ante todo debe ser más estricto en la gestión y la portación de los documentos de los documentos que habiliten a los conductores de vehículos.

Los municipios deben consensuar los mecanismos necesarios para que sus comunidades tomen conciencia de lo que significa salir a la calle con un rodado y que para ello deben cumplir normas impuestas que garanticen las condiciones como el cumplimiento de las leyes. Ya no podemos llamar al vecino que trabaja en la municipalidad X para que nos ayude a tramitar documentos de tránsito, es una práctica demasiado irresponsable que perjudica nuestra salud pública y nuestra economía.

Si la educación comienza por casa, los municipios son las instituciones más inmediatas para una campaña y estrategia de impacto con el objetivo de un tránsito más seguro y responsable. Esto sin aislar a los entes involucrados en lo que tenga que ver con el volante.

En estos días, la Agencia Nacional de Tránsito y Seguridad Vial (ANTSV) inició una importante presencia en las rutas que puede ser un impulso interesante para acoplar a los conductores. “Motociclista, te quiero ver” es la campaña que busca reducir el índice de accidentes en biciclos.

Los organizadores salieron a la vía pública regalando chalecos reflectivos y materiales educativos a los conductores, de modo de crear conciencia sobre el manejo responsable y evitar muertes por siniestros viales. Esta presencia del Estado en la calle a través de sus instituciones motiva al compromiso de la gente y se debe seguir insistiendo, añadiendo más actores hasta que sea una maratón contra la imprudencia rutera.

El Estado debe seguir insistiendo, la gente debe entender que la sensatez y el cumplimiento de las normas significan salvar vidas. El desafío de bajar los números de accidentes tiene que ser una prioridad atendida de manera articulada.

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