La burocracia es el sistema de orga­nización de los procesos adminis­trativos del Estado o del sector pri­vado en el que habitualmente hay papeleos o múltiples gestiones. Básicamente no se puede calificarla de mala, excepto cuando se llega a ciertos extremos en que se entorpecen las gestiones o se exagera con el papeleo innecesario complicando los proce­dimientos que deberían ser más sencillos y simples. Eso lleva a que la sencilla diligencia de obtener un documento personal, como la cédula de identidad, por ejemplo, requiera numerosos trámites, con la intervención de varias personas, que al final la convierte en un procedimiento casi engorroso que requiere mucho más tiempo que el necesa­rio. Cosa que suele suceder con más compli­caciones y mayores costos cuando se trata de la tramitación de ciertos documentos que requieren la intervención de más de una ofi­cina y varios funcionarios. Como, por ejem­plo, la obtención del título de la propiedad de un inmueble.

Esto que suele ocurrir en las oficinas públi­cas también puede verse en el sector pri­vado, como cuando se hacen procedimientos para obtener algunos créditos financieros, o para preparar trámites contables o jurídi­cos, por citar ejemplos más simples.

La exagerada preponderancia del papeleo y las gestiones conexas han hecho que la buro­cracia no sea deseada, aunque constituye una institución prácticamente inevitable ya que es la columna vertebral de las oficinas públicas y de ciertos tipos de empresas pri­vadas. La fuerte incidencia negativa de los papeleos y afines ha hecho que el término burocracia tenga una connotación más bien negativa en el lenguaje habitual de la gente. Por lo que burocracia es casi sinónimo de atraso y dificultades para el buen funciona­miento de la actividad cotidiana normal.

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En los últimos decenios el exceso de buro­cracia que existía anteriormente en la fun­ción pública ha cedido un tanto y, mediante ello, ha mejorado la atención a la ciudada­nía, que es la víctima principal. Anterior­mente, para pagar un impuesto había que hacer interminables colas en la anterior­mente denominada Dirección de Impues­tos Internos o la Dirección de Impuesto a la Renta para obtener la liquidación y luego abonar físicamente con dinero al contado o con cheques el importe de los tributos. Entregar plata a los organismos del Estado era mucho más engorroso que cualquier otra actividad debido al exceso de tramita­ciones de entonces. Eso, felizmente, se ha superado y en la actualidad ponerse al día con las obligaciones tributarias se puede hacer de manera virtual gracias al Sistema Marangatú. Ya no hace falta ir a las ventani­llas de los ministerios, porque se paga a tra­vés de la banca web. El anterior sistema de burocracia cedió un tanto y es hoy solo un mal recuerdo.

Pero en la estructura del país existe toda­vía una fuerte cultura de la burocracia que entorpece grandemente la realización de emprendimientos. En muchas instancias se exigen todavía grandes papeleos y se sobre­ponen formalidades superfluas con mucha rigidez, que en términos prácticos constitu­yen impedimentos, que suelen también dar pie a conductas inapropiadas que propician el pago de coimas y alientan la ilegalidad de los contribuyentes.

Eso se nota en la creación de reglas y proce­sos superfluos que hacen más engorrosos los trámites, el apego innecesario a nor­mas ridículas. Lo que lleva a hacer posibles prácticas negativas, como la politización y la corrupción.

Debido a eso el presidente de la República, Santiago Peña, manifestó su propósito de eliminar ese problema, cuando señaló: “Vamos a derrumbar a la burocracia. Ese es mi pedido constante al ministro de Indus­tria y al ministro del Mitic. No me vengan con el no se puede; todo se puede”.

Manifestó que se deben desburocratizar todos los procesos e imprimirles una mayor agilidad a los trámites para lograr una mayor eficiencia y transparentar la gestión institucional. “La lógica constante debe ser, cómo le facilitamos al ciudadano”, enfatizó.

Para concretar en hechos la lucha contra la burocracia, el mandatario señaló que estaba dispuesto a apoyar la eliminación de trámi­tes, de tasas que se pagan y demás forma­lidades. “Pero, por supuesto, para acelerar todo ello, necesitamos gente que no se canse de luchar, porque somos capaces de cambiar, y hemos demostrado en diferentes ámbitos. Así lograr que las pymes, mipymes puedan crecer y los emprendedores puedan desarro­llarse”, afirmó.

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