Sabemos que el primer problema que afronta la seguridad ciudadana es la corrupción arraigada y arrastrada desde hace muchos años en la Policía Nacional. Depurar las filas de los uniformados no es una tarea menor en el objetivo de combatir a los delincuentes y recuperar de alguna manera la tranquilidad, principalmente en las calles.

También sabemos que las iniciativas de seguridad del país tienen muchas aristas, es combatir a los marginales callejeros como a aquellos que se mueven en lujosos vehículos y viven en mansiones. Querer atribuirle la exclusividad de culpas al Gobierno de ahora es demasiado infantil, esto no implica dejar de exigir estrategias más eficientes que den una lucha frontal a la inseguridad en todos sus rubros.

Días atrás, el comandante de la Policía Nacional, comisario general Carlos Benítez, durante la audiencia pública sobre “La corrupción y su relación con el narcotráfico”, organizado por miembros de la Cámara de Senadores describía la realidad de su institución frente al crimen organizado afianzado en nuestro país en los últimos años.

Además de la insuficiente cantidad de efectivos con relación a la población y su demanda de servicio de seguridad, la poca inversión, la dejadez que carga el organismo de seguridad como herencia por la falta de políticas públicas que le fortalezca ante la delincuencia tienen además otro problema detrás y es la deslealtad de los uniformados que desde las filas de la Policía Nacional favorecen a los enemigos de la ley.

El comandante graficó la situación en la mencionada audiencia y se refirió al esfuerzo que está haciendo la institución para depurar las filas policiales que pudieran tener vínculos con el narcotráfico. Señaló que hay más de 600 sumarios y unos 100 elementos que operaban para los delincuentes fueron dados de baja.

Lo dicho por el comisario general Carlos Benítez nos pone frente a la realidad de que las fuerzas del orden no solo deben pelear contra los marginales y capos de la mafia, sino deben ir saneando la institución. Es decir, el trabajo es doble y en paralelo, por tanto, los resultados también exigen resultados en ambos contextos.

De nada servirá pelear a la delincuencia organizada con uniformados infiltrados como aliados de quienes deberían ser presa de la Policía Nacional y los demás organismos de seguridad.

Todo esfuerzo que apunte a sanear la institución merece el apoyo de todos los sectores de la sociedad, aunque ello implique una inversión de tiempo y se deba esperar un poco más por los resultados.

En estos días también el presidente Santiago Peña anunció la compra de unas 700 patrulleras en este periodo, de las cuales este mes ya serán entregadas unas 250 en cada municipio del país. Esto, pese a que es un aporte básico y representa de mucho valor, ya que sabemos del estado en el que se encuentran los rodados de nuestras comisarías. Estas prioridades venimos esperando desde hace muchos años.

Así también, el ministro del Interior, Enrique Riera, destacó la inversión histórica que hará el Gobierno para la Policía Nacional, cuyo presupuesto pasará de USD 400 a 592 millones, además de USD 92 millones adicionales para la compra de equipos de comunicación, patrulleras y motocicletas. El aumento en el presupuesto de la Policía Nacional será para dar cabida a los 5.000 nuevos agentes que se espera egresen en el mes de diciembre, remarcó el secretario de Estado.

Riera manifestó que se triplicó la cantidad de linces en este primer año de gobierno. Esto es clave conociendo la agilidad de la policía motorizada en la persecución delictiva.

Estamos en un momento muy sensible con relación a la recuperación de nuestra seguridad interna y el dominio sobe los marginales. Los enemigos de la ley jugarán sus cartas a medida que sean rodeados por las fuerzas del orden, esto también es peligroso, tienta a traiciones en diferentes estamentos por lo que la cautela, la inteligencia aplicada son claves.

Sin embargo, las señales que se den desde el Gobierno en el combate a la criminalidad despertarán el apoyo férreo de la ciudadanía que al fin de cuentas es la que se debe el Estado. Estos años que quedan son cruciales, pese a las críticas oportunistas, los desencantos de algunos sucesos que se seguirán dando lógicamente porque no se puede hacer magia de la noche a la mañana, limpiar las filas de la Policía y perseguir la delincuencia no pueden desviarse del foco de la institución.

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