El Estado dispone de varios canales de denuncias, centros de atención, asistencia para los diferentes casos de violencia intrafamiliar y problemas derivados de estos como los abusos, violaciones, etc. Sin embargo, todavía nos queda un largo camino por recorrer en el fortalecimiento de las familias, considerando que los números de sucesos se dan en el entorno familiar, en el hogar.
Requerimos programas mucho más agresivos en la prevención de la violencia en sí, de manera a evitar las ramificaciones que esta tiene. Si las familias se consolidan con valores, estos tristes acontecimientos, en algunos casos con sucesos luctuosos, pueden sufrir un desplome en sus estadísticas y esto es clave en un contexto en el que el país necesita trabajar y mejorar las condiciones de vida de sus habitantes.
Debemos reconocer como sociedad que hemos dejado de lado valores fundamentales que cimientan la familia y son causas básicas del deterioro colectivo. Entramos en una suerte de confusión en muchos casos que no nos permiten crecer como personas y como parte de la colectividad.
No todos los males del país se deben a sus autoridades, como sociedad tenemos temas pendientes, postergados relacionados al amor, al diálogo, al fortalecimiento de los vínculos sanguíneos basado en el respeto mutuo, la empatía y solidaridad. De estas falencias emergen muchas inconductas, intolerancia a las realidades que afrontamos debido a efectos propios del mundo contemporáneo o circunstancias políticas regionales e internas.
Esta mirada al interior de nuestras familias es una deuda, desde el Estado con la promoción de políticas públicas que motiven, eduquen, concienticen sobre la importancia de la vida, la autoestima y los vínculos con valores. Así también desde nuestras casas en la convivencia como familia.
Mientras no seamos capaces de afrontar nuestras frustraciones con valentía y desafiar objetivos con solvencia moral, los números de feminicidios, acosos, abusos, violaciones e inseguridad producto de la marginalidad, seguirán golpeándonos. En algunos casos, con la prenda de lo más valioso que tenemos como personas que es la libertad con el recurso de prisión que dispone nuestra Justicia.
El domingo último, tras un allanamiento de una vivienda en Itapúa nos enterábamos de otra muy triste noticia que conmocionó a toda la población y cuyo suceso retumbó hasta en las sesiones del Congreso Nacional. Y es el ataque sexual perpetrado a una beba de tan solo 2 años y 4 meses, criminal abuso que apagó su vida.
Nuevamente el entorno familiar fue la pieza débil que colaboró con la mortal violación. Cuando la familia es la que debe brindar cuidado y seguridad.
Hubo mucha consternación en torno a lo sucedido. De hecho, fue un episodio letal, sin embargo, casos como este en mayor o menor gravedad nos fisuran todos los días, solo que hemos perdido la capacidad de asombro y llegamos al punto de normalizar varias modalidades de violencia que para nuestro rango de valores no son muy graves.
Las estadísticas de violencia suben, en escenarios optimistas se mantienen, pero nuestra indiferencia gana a los hechos de violencia. Estas son las barreras que desde el Estado se deben romper, trabajando en fortalecer el cimiento que son las familias.
Los programas educativos que hoy están en un objetivo de modernización por las innovaciones tecnológicas a las que se deben adecuar tienen que, necesariamente, asumir el desafío de implementar didácticas que guarden relación con el fortalecimiento familiar. De nada servirán los conocimientos con nuevos paradigmas, sin una formación ciudadana sobre los valores de siempre, aquellos que nunca pasarán de moda.
Es cierto el alto grado de impunidad que permite la reiteración de los sucesos. También es lógico atribuir la violencia a las crisis que enfrentamos la sociedad en todos los aspectos, políticos, económicos, etc. Sin embargo, no es menos cierto que nuestras instituciones están siendo absorbidas por los cambios y se ven sobrepasadas en muchos casos a dar respuestas, a dar luz y proporcionar herramientas más eficaces a la población en el tratamiento de sus afecciones que luego estallan en violencia familiar e inseguridad.
Es un reto demasiado importante que este gobierno como los posteriores no pueden excluir de sus agendas de trabajo. Fortalecer la familia como institución es una materia más que pendiente y el Estado debe encontrar el mecanismo para que así sea.