Números que suben y bajan, pero que lastimosamente se mantienen en el mismo rango continúan desafiando a las iniciativas que pelean contra los diferentes tipos de violencia que vie­nen sufriendo las mujeres. Desde luego hay esfuerzos que contienen de alguna manera un mayor disparo del flagelo, pero la cantidad de los casos continúan siendo preocupantes, peor aún, siendo un problema que en la sociedad no resulta muy relevante por la cultura machista arraigada.

Estadísticas socializadas por el Pro­grama de Datos Abiertos del Ministerio Público, revelaron en los últimos días de este mes de julio el registro de 17 víctimas de feminicidio en Paraguay y un total de 16 causas abiertas en el 2024. El resumen también consigna que 34 hijos quedaron huérfanos.

Se menciona además el reporte de 29 casos de tentativa de feminicidio. En los informes se remarcan que los casos de violencia tienen consecuencias extensi­vas para el entorno de las víctimas. En una de las causas se incluye la investiga­ción sobre una joven que murió al inten­tar defender a su madre.

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En otra de las causas figura un hecho de tentativa de feminicidio, atendiendo a que el supuesto autor quiso matar a su expareja y disparó contra la madre, quién falleció.

El detallado informe del programa de Datos Abiertos del Ministerio ubica al departamento Central con el mayor de los casos registrados, en total 8 en lo que va del año. Y se citan al departamento de Amambay, Alto Paraguay, Caaguazú, Guairá, Canindeyú, Paraguarí, San Pedro y Alto Paraná con 1 caso respectiva­mente.

Las investigaciones refieren que la edad promedio de los agresores está entre 18 a 70 años y los sucesos fueron mayoritaria­mente en sus viviendas y otros en la vía pública.

Las cifras que se explayan en el informe nos siguen desafiando como Estado y sociedad sobre la silenciosa, pero alar­mante violencia enraizada en nuestros hogares que con el tiempo va tomando la calle y se transforman en otros tipos de amenazas en diferentes espacios. Esto en un contexto en el que no se han ejecutado planes contundentes contra las adiccio­nes cuyo aumento se arrastra en los últi­mos años.

El deterioro de las familias y los hoga­res representa un deterioro de la socie­dad, aunque no lo dimensionamos de esta manera. De las peleas y conflictos caseros emergen niños y jóvenes frustrados que se ven superados en las expectativas que deben llena en el proceso de crecimiento y desarrollo.

Se atribuyen estos actos de violencia a la incapacidad de asumir coyunturas que afectan a las parejas. Por ello se resaltan que son las exparejas los principales agre­sores y prevalece el uso de armas blancas y de fuego.

La última radiografía realizada en el marco del programa de Datos Abier­tos del Ministerio Público presiona por mayores esfuerzos, pero sustancialmente por mayor efectividad en la llegada con el mensaje y la concienciación de la ciuda­danía en todos sus rangos etarios.

No hay que olvidar el saldo de 41 muje­res víctimas asesinadas por sus parejas o exparejas representan una herencia negra que se arrastra año a año y que no debe volver a incrementarse.

No se trata de hacer milagros, pero los esfuerzos necesariamente deben ser mul­tiplicados. Ver la forma de incluir a más instituciones y expandir tareas a nivel comunitario.

El desafío de atacar estos actos de violen­cia y de prevenirlos sostenidamente no es una misión fácil, por ello amerita ir tra­bajando en un plan maestro que aborde la problemática con más osadía y lo más integral que se pueda.

Disminuir y de ser posible erradicar la violencia familiar, que comúnmente afecta a las mujeres no es un compromiso menor con relación a los problemas que carga el país. El Gobierno y la población en su conjunto está ante un enorme desa­fío que no es imposible si todos lo asumi­mos a conciencia.

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