La Semana Santa es una de las épocas del año signadas por un fuerte contenido religioso en nuestro país, debido principalmente a la influencia de la cultura hispana católica, marcada por una larga tradición cristiana. La religión, la historia y las costumbres presentan un notable influjo en las manifestaciones sociales durante los días que van del Domingo de Ramos hasta el Domingo de Pascua. Desde las oraciones especiales que recuerdan la pasión y muerte de Cristo de los más devotos, hasta la chipa especial que se hace en las casas para comer estos días. Pasando por las procesiones especiales con palmas y la imagen de Jesús que llegaba a Jerusalén para su final en la cruz del Viernes Santo.
A estos se añaden los viajes al interior rural del país de los habitantes de las zonas urbanas para compartir con los parientes los momentos y las comidas tradicionales, como la sopa paraguaya, el chipa aramirõ y los asados de carne animal infaltables. Los días santos son el escenario de la más grande movilización de personas en todo el año que llenan las rutas y caminos, parecida a la que suele suceder en torno a Caacupé el 8 de diciembre y días cercanos.
Hay que reconocer que las jornadas de esta semana especial, aparte de tener momentos de oración y reflexión en las personas más religiosas, son una fiesta del buen comer. Tanto, que muchos se atreven a afirmar que, en la mayoría de los casos, las jornadas religiosas son más bien un pretexto para los festejos gastronómicos familiares. Que, por estar en otro contexto, son diferentes a las festividades de fin de año.
Los diferentes obispos católicos que celebraron las misas del Domingo de Ramos en sus respectivas jurisdicciones hicieron hincapié en la importancia del amor en la sociedad nacional. Realizaron algunas críticas a los sectores del poder político. Y exhortaron a que los paraguayos tenemos que trabajar en hermandad por el bien de los demás, a ejemplo de Cristo, que dio su vida por todos. En un momento muy especial de la vida del país pusieron como guía las enseñanzas de la fe católica que ellos predican y que tienen profundas raíces en la tradición del Paraguay.
Entre las críticas, denuncias y exhortaciones de los pastores de la Iglesia primaron el consejo de que hay que seguir a Cristo, que en definitiva es el personaje principal de esta semana con acento religioso.
Teniendo en cuenta el momento político que se vive en el país, los días de estas celebraciones cristianas deben aprovecharse para hacer una fuerte reflexión sobre la realidad que estamos viviendo, a fin de encontrar la mejor manera de llegar al objetivo de una mejor convivencia.
Es falsa la afirmación de que estamos en un momento de confrontaciones, como quieren hacer creer algunos medios y sectores políticos, que desearían que los paraguayos estuviéramos todos peleados. Y que vivimos a las puertas de difíciles momentos en lo social y en lo político como consecuencia de los vaivenes actuales.
Que haya enfrentamientos verbales y posturas opuestas, muchas veces estridentes y hasta violentos entre ciertos grupos políticos, es lo normal en una sociedad democrática en que conviven gente con opiniones diversas. Hay que decir la verdad y afirmar que no está en peligro la paz pública ni se aguardan enfrentamientos armados entre los diferentes sectores del país, como quieren hacer creer algunos profetas de la desventura, por la sola existencia de posiciones políticas dispares. El pensamiento único solo existe en las dictaduras donde no se permiten divergencias de ninguna laya y se cultivan solo posiciones de culto obligatorio al poder del soberano.
La sana reflexión y el pensamiento equilibrado son instrumentos imprescindibles para una sociedad que pretende vivir en paz y seguir trabajando en pos de sus objetivos. Por lo que hay que aprovechar estos días muy especiales marcados por el aire religioso para meditar. Hay que razonar con tranquilidad sobre nuestra realidad, medir lo bueno que existe y lo malo que se debe arreglar. Y hacer el compromiso de seguir procurando un país con importantes logros en lo económico, político y social, para que la mayor parte de nuestra gente pueda vivir en mejores condiciones de existencia.