Nuestro diario ha publicado una información con datos sobre la desnutrición infantil que revelan una lamentable realidad de nuestro país. Miles de niños paraguayos no reciben la alimentación que requieren para sus cortos años de edad y necesitan suficientes calorías y nutrientes para crecer física y mentalmente de manera adecuada. Según los estudios, es un problema que lleva muchos años y que hasta ahora no se ha podido eliminar.
Esa importante porción del sector más pequeño y débil de los que habitan nuestro país requiere de una urgente ayuda de todos, por lo que urge actuar con rapidez y conciencia.
Y, para ello, en primer lugar, hay que conocer los detalles de esa situación evaluando los números que muestran en toda su crudeza ese aspecto espantoso del país que tenemos en la actualidad.
Informes provenientes del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de nuestro país señalan que la desnutrición crónica afecta al 12,6 % de la población general de niños y que dicho porcentaje sube al 20 % en el caso de los infantes que pertenecen a comunidades indígenas, y que entre los varones el número es más elevado.
Los datos del Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (INAN) de 2022 indican detalles más específicos, pues apuntan que una gran cantidad de niños menores de 5 años se encuentran en una situación preocupante en materia de alimentación básica. Los chicos de esa franja etaria están afectados de la siguiente manera: la desnutrición global ataca al 5,3 % de ellos y la desnutrición aguda afecta al 5,7 %. Lo que quiere decir que existen varios millares de niños de corta edad que no se alimentan adecuadamente en todo el país, especialmente en los sectores con más problemas de pobreza, como entre los pueblos indígenas.
Con relación a la inseguridad alimentaria grave, las cifras también son preocupantes, pues entre el 2020 y el 2022 se encontró un incremento de 0,5 puntos porcentuales, llegando al 6,1 % de la población afectada. La inseguridad alimentaria se produce cuando las personas no tienen acceso a alimentos suficientes y nutritivos para satisfacer sus requerimientos para hacer una vida activa y saludable.
Los últimos datos sobre este aspecto de la realidad paraguaya no pintan un cuadro mejor. La última Encuesta Permanente de Hogares realizada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) es para alarmarse, pues muestra que el 24,6 % de los hogares del país sufren inseguridad alimentaria moderada. Es decir, no consumen todos los nutrientes que requieren para vivir normalmente.
Una de las explicaciones de la actual situación es que en el gobierno de Mario Abdo se disminuyó fuertemente la ayuda para la alimentación de los niños. Laura Mendoza, extitular del INAN, explicó que se contaba con un recurso superior a los G. 120 mil millones en el 2017, antes de los recortes y que se atendían a 120.000 beneficiarios, cifra que bajó a 85.000 en la actualidad debido al fuerte recorte presupuestario. Mediante esos beneficios se había llegado a reducir la tasa de desnutrición crónica del 15 % al 7 %.
Si se considera la realidad acuciante que están pintando estas estadísticas, nos encontramos con un país que requiere tener conciencia de lo que pasa y la necesidad de abocarse a una pronta solución. Y que hay actuar con suma rapidez.
La administración estatal que asumió en agosto último tiene otra prioridad más teniendo en cuenta los datos que se han divulgado sobre la desnutrición de los más pequeños de nuestro país. Si en los últimos cinco años el gobierno de entonces no tuvo conciencia suficiente de esa situación y no actuó como correspondía según las necesidades, ahora se torna imprescindible.
Luego del grave desacierto del gobierno anterior, lo que corresponde es aumentar los recursos destinados a la alimentación de los niños para disminuir drásticamente la cantidad de desnutridos. Hay que crear programas especiales con la ayuda monetaria de algunas entidades binacionales como Itaipú para asegurar que los niños pobres tengan una alimentación adecuada para ir a la escuela y hacer una vida normal. El Paraguay no debe continuar con el drama que constituye la desnutrición de las personas más pequeñas y vulnerables de nuestra sociedad. Y debe actuar con rapidez.