El Gobierno ha realizado modificaciones significativas en la estructura del Estado paraguayo en los últimos meses para adecuarla a los requerimientos actuales y a la necesidad de ser eficientes. Nunca antes, en tan poco tiempo, se han realizado tantos movimientos estructurales para mejorar el aparato estatal y dinamizar el crecimiento del país. A pesar de las ásperas críticas de los que quieren continuar con la ineficiencia burocrática y las trabas que han puesto, la nueva administración superó los obstáculos y está inaugurando una nueva era en la conducción del Paraguay.

Pero aún falta mucho por hacer, y el año entrante tiene en esa materia numerosos desafíos que están entre las principales tareas que emprender, pues la lucha contra la ineficiencia, la exagerada burocracia, la corrupción y la inutilidad apenas ha comenzado.

Entre las principales medidas de adecuación del Estado se han obtenido tres determinaciones de enorme importancia: una de ellas fue la creación del Ministerio de Economía y Finanzas que tiene a su cargo todo lo relacionado con el manejo de la actividad financiera, impositiva y la conducción económica. Reemplaza al Ministerio de Hacienda anterior y varios organismos estatales, como la Secretaría Técnica de Planificación, Secretaría de la Función Pública y otros. Otra entidad creada es la Dirección Nacional de Ingresos Tributarios, con la que se fusionó la Dirección Nacional de Aduanas con la Subsecretaría de Estado de Tributación, y se constituye ahora en el principal organismo de recaudación estatal.

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La creación de la Superintendencia de Pensiones y Jubilaciones es otro paso importante en el proceso de adecuación. Fue la última ley importante procesada en el período parlamentario pasado, que sufrió una inexplicable oposición de un sector mal informado que no entendía la importancia de dicha norma para bien de los jubilados y pensionados. Con ella se protege el manejo del dinero de las jubilaciones que hasta entonces estaba a merced de los más rapaces.

Faltan aún otras disposiciones para concretar la reorganización estatal, como la que posibilitará la reestructuración del Estado, con normas que limitarán la creación de ministerios, secretarías y otros organismos de dudosa utilidad. En el gobierno de Mario Abdo se crearon innumerables entidades dependientes del Poder Ejecutivo, que hizo que entre ministerios, secretarías y afines existieran 46 entes burocráticos (19 ministerios y 27 secretarías). Algunas de estas entidades casi fantasmas incluían ministros y viceministros que no ejercían ninguna actividad importante más que engrosar el gasto público. Por ello, en lugar de disminuir el presupuesto estatal ha aumentado de manera innecesaria en erogaciones salariales y afines que tienen que soportar los contribuyentes.

La ley que regula el sistema de la burocracia estatal con reglas para los empleados públicos es otro capítulo pendiente que se quiere concluir en 2024, lo que dará lugar a numerosas discusiones en el Congreso por los intereses que se van a tocar. Hay que esperar que se imponga el buen sentido y la ley sea el instrumento que necesita el país. Además de reformar la estructura estatal, el Gobierno prevé disposiciones que impulsarán la formalización de las pequeñas y medianas empresas, lo que será también objeto de discusión.

Mirar hacia atrás ayuda a valorar todo cuanto se ha podido lograr en estos casi cinco meses. La cantidad y la extraordinaria importancia de todo cuanto se ha podido conseguir, tanto en normas jurídicas como en realizaciones varias, es para ponerle optimista hasta al más pesimista. No se puede pretender que todo sea perfecto, pero se está muy cerca de lo óptimo, lo que debe ser valorado en su justa medida.

Teniendo en cuenta esta realidad, no hay dudas de que los principales responsables de la conducción del país pueden abordar el año entrante con toda confianza. Lo conquistado hasta ahora, a pesar de los obstáculos, es una garantía de que se podrán obtener nuevas realizaciones. Porque se tiene el camino trazado con nitidez y se posee la fuerza requerida para encarar los desafíos que vendrán.

Como todo lo desconocido, el futuro que aguarda al país es una incógnita por develar, porque en gran medida no se sabe lo que pasará. Pero se tienen los elementos necesarios para poder enfrentarlo con chances de éxito, como ha ocurrido hasta ahora.

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