Con los sorprendentes descubrimientos de la operación Dakovo se ha tenido la evidencia del impresionante sistema de contrabando y tráfico de armas de fuego que tiene a nuestro país como centro de operaciones. Los detalles de todo lo encontrado hasta ahora lo hacen aún más impactantes, pues se hallan involucradas personas que ejercían altas responsabilidades en la función pública y con importante papel en la conducción de las Fuerzas Armadas. Todo ello no solo ensucia el nombre del país, sino que habla con elocuencia de la necesidad de perseguir con más decisión y fuerza a los criminales y todos sus tentáculos.
El reto que se viene es hacer que el Paraguay ya no sea la cueva de los bandidos ni el soporte para los que aprovechando las ventajas que se ofrecen aquí incursionen en el mundo del crimen para perpetrar sus delitos en forma impune. Y menos con la actuación de altas autoridades que en lugar de servir a los intereses del país estaban colaborando con la delincuencia yendo contra la seguridad nacional y las leyes.
El operativo policial que se desarrolló al mismo tiempo en Paraguay, Brasil y los Estados Unidos para desnudar el tráfico internacional de armas arrojó resultados asombrosos. Encontró que una firma comercial constituida legalmente en nuestro país era la principal importadora de armas de varios países de Europa que luego eran enviadas al Brasil para algunos de los principales grupos criminales de esa nación. Con lo cual los más terribles exponentes de la delincuencia brasileña se surtían de los elementos para armarse desde los negocios paraguayos que, a pesar de su rostro legal e inocente, intervenían en el tráfico a favor de los criminales.
Pero eso no es todo: lo peor es que instituciones estatales de importancia capital en el funcionamiento del Gobierno estaban involucradas, a través de sus jefes y altos funcionarios, en la actividad del crimen organizado. En ese sentido se puede decir que, en la administración anterior, el Estado paraguayo estaba colaborando con los terribles elementos de la delincuencia brasileña. No solo eso, un general que ejerció la Comandancia de la Fuerza Aérea fue señalado como uno de los principales responsables del tráfico de armas. Esto aparte de otros altos jefes militares que desde la Dirección de Material Bélico (Dimabel) contribuían con la organización delictiva.
La investigación encontró que en tres años la empresa paraguaya involucrada importó de Turquía y de otros tres países que antes pertenecían a la Unión Soviética (República Checa, Croacia y Eslovenia) 43.000 armas de fuego, por valor de 420 millones de dólares americanos, que luego se distribuyeron de manera ilegal. La empresa ingresaba legalmente las armas al país, las remarcaba, borrando su procedencia y otros datos, y luego las enviaba fuera del régimen legal al Brasil para las organizaciones delictivas de ese país.
El ministro de Defensa Nacional, Óscar González, dijo que realizarán un trabajo para depurar las filas de las Fuerzas Armadas y sanear de manera profunda la institución. Reconoció que lo acontecido impacta muy fuerte a la institución. “Vamos a tomar las medidas, se realizarán intervenciones en el momento oportuno teniendo en cuenta que la Fiscalía realiza sus procedimientos. Vamos a activar todos los mecanismos de control para impedir que haya más funcionarios deshonestos”, manifestó a la prensa.
Aunque los militares involucrados pertenecían a círculos muy cercanos al gobierno anterior, incluso uno es pariente de Abdo, no se puede dejar de realizar actualmente una limpieza profunda en las filas de los uniformados. En ese sentido, la postura del gobierno actual es muy clara, ya que sus exponentes han manifestado que aparte de las investigaciones fiscales en curso, harán su propia tarea para indagar, descubrir, apartar y castigar a los involucrados. Todo con el fin de sanear las instituciones y no permitir que cosas parecidas puedan suceder en el futuro.
En la gestión del gobierno anterior era muy difícil lograr que no se produjeran ciertas irregularidades en las instituciones del Estado, porque no había una política de control efectivo. La administración que asumió en agosto, en cambio, está dirigida por gente que no va a negociar con los delincuentes y, en consecuencia, obtendrá mejores resultados contra el crimen organizado.