En la misa matinal de la Basílica de Caacupé del jueves 30, el arzobispo de Asunción y máxima autoridad eclesiástica nacional, el cardenal Adalberto Martínez, lamentó la pobreza existente en el país y que miles de compatriotas no tengan suficientes alimentos diarios, a pesar de que se producen millares de toneladas de comestibles. Criticó a ciertas autoridades que en lugar de servir al pueblo desde sus cargos usan los fondos públicos para enriquecerse cometiendo el grave pecado de la corrupción. Y apuntó que es necesario actuar conforme a la voluntad de Dios, de ver y reconocer “el rostro sufriente de Cristo” en los más vulnerables, los pobres, los excluidos y descartados de nuestra sociedad.
Refiriéndose a los miles de compatriotas que sufren por falta de alimentación, el obispo resaltó que eso no está conforme a la voluntad de Dios. “Si tenemos suficientes alimentos para alimentar al mundo, es un escándalo moral que cientos de miles de pobres extremos no puedan satisfacer sus necesidades básicas de alimentación”, enfatizó.
Denunció también el grave problema que tienen muchas comunidades indígenas y familias campesinas que deben migrar por falta de tierra propia, y lamentó el atropello a sus derechos fundamentales de tener el techo propio y trabajo digno.
Está bien que los líderes de la Iglesia señalen el drama de la pobreza como un grave pecado de nuestra sociedad y que apunten con el dedo acusador a ciertas instituciones del Estado y organismos civiles, porque tienen razón en gran parte de lo que dicen. Pero hay que reconocer también que muchas entidades civiles, entre las que están las iglesias, como algunas instituciones educativas de inspiración religiosa no dan cabida a los más pobres, lo que va contra la doctrina proclamada.
Por eso el arzobispo metropolitano hizo un mea culpa y reconoció que “las Iglesias no podemos excluirnos de la responsabilidad de la situación que vive el país”.
Nada es perfecto y todo tiene que ir mejorando, tanto en el Estado, la sociedad en general y la misma Iglesia, que son entidades que dependen de la conciencia de los ciudadanos y del grado de compromiso que tienen con el pueblo.
Reducir la pobreza es una tarea enorme que pide más esfuerzos al Estado, a los organismos sociales y económicos de la sociedad, a las entidades e instituciones que rigen el pensamiento de la ciudadanía. Nadie puede abstraerse de esta gigantesca tarea, que es uno de los principales compromisos que involucra a la sociedad entera.
El presidente Santiago Peña lo tiene muy claro, y por eso en su momento señaló que “no podemos hablar de crecimiento económico cuando hay compatriotas que no completan tres comidas por día y no podemos hablar de crecimiento económico cuando todavía miles de paraguayos que luchan todos los días para tener un ingreso y otros que no tienen para terminar el mes y luego aquellos que no tienen los recursos necesarios para darle salud y educación de calidad a sus familias”.
Debido a ello ha señalado enfáticamente que la prioridad de su gobierno es reducir la pobreza y que haya un crecimiento económico que incluya a la gente. Que el desarrollo no se puede basar en los números macroeconómicos, sino en el bienestar de las familias. “Por eso nuestro objetivo es eliminar la pobreza extrema y disminuir la pobreza de una manera muy rápida, con una gestión focalizada en el sector más vulnerable”, manifestó en uno de sus discursos políticos.
Lejos de pretender igualar a todos por la fuerza, como quieren algunos extremistas, la tarea es admitir que existen las desigualdades y que hay que luchar conscientemente para superarlas. Nunca seremos iguales en todo, porque siempre existirán los que tienen más y los pobres. Pero los que tienen menos deben superar la miseria y situarse en un sitio honorable de acuerdo con su dignidad humana.
Que es lo que pretende el Gobierno nacional cuando propone la creación de 500 mil nuevos puestos de empleos, las facilidades financieras para que los menos pudientes puedan tener vivienda, la lucha contra la pobreza con la ayuda monetaria a los sectores que más necesitan en varios otros frentes. Una tarea que requiere el esfuerzo de todos los sectores de la sociedad.