El presidente Santiago Peña afirmó en el foro latinoamericano de la Cepal, en Santiago de Chile, que son inaceptables las medidas pro­teccionistas de algunos países que ponen barreras arancelarias y no arancelarias para impedir el libre comercio. Sin referirse directamente a la Argentina, cuestionó dichos obstáculos que impiden la liber­tad de desplazamiento, como ocurre en un tramo del río Paraná en que el principal perjudicado es nuestro país cuyo comercio exterior en 80 % transcurre por dicha vía.

En su último día de visita a Chile, el primer mandatario realizó una exposición en la sede del organismo regional de las Naciones Uni­das puntualizando la necesidad de garantizar el libre mercado entre los países eliminando cualquier tipo de obstáculos que lo impida, como ocurre a menudo por decisión de algu­nas naciones.

“Para los países en desarrollo el comercio exterior es clave como generador de empleo y de prosperidad, por lo que consideramos inaceptables las medidas proteccionistas, incluyendo barreras arancelarias y no aran­celarias, que muchos países siguen apli­cando”, sentenció.

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Insistió en la necesaria libertad para comer­cializar, con reglas transparentes, justas y predecibles, “que no debe ser objeto de ambi­valencias ni estar sujeto a subordinados inte­reses geopolíticos mezquinos, que levantan barreras, si es que se ven amenazados por países que compiten legítimamente”.

Consideró que el desafío que tienen actual­mente las naciones es traducir los retos exis­tentes en oportunidades para generar los cambios necesarios. Tarea en la que consi­deró que la Cepal tiene un papel importante para orientar hacia el desarrollo económico conjunto de una América unida.

Aparte de invitar a que se mire al Paraguay como un país que ofrece muchas oportuni­dades para la actividad económica, señaló que estaba seguro que la Cepal seguirá orien­tando a los países para el desarrollo sosteni­ble de la región.

La Cepal es el organismo más importante que tiene la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en esta parte de América y, por ello, constituye un foro internacional de grandísima relevancia política y económica. Pronunciar un discurso en una reunión de la Cepal es casi como estar hablando en el mismo foro de las Naciones Unidas en Nueva York, pero para esta parte del planeta.

Aparte del calificado escenario, el conte­nido del discurso del mandatario paraguayo tiene gran trascendencia porque destaca la importancia de algo absolutamente indis­cutible, como la libertad de comercio, que sigue siendo objeto de atentados en distintos puntos del mundo. Y, sobre todo, porque en la actualidad representa uno de los princi­pales obstáculos que está teniendo nuestro país debido a los caprichos de las autoridades argentinas en el paso del río Paraná.

Las quejas realizadas por el presidente Peña en la reunión del organismo internacio­nal constituyen el reclamo justo de un país que necesita imperiosamente de la liber­tad de navegación de los ríos para ejercer su derecho al comercio con los demás países del mundo. En razón de su mediterranei­dad, el Paraguay está impedido de ir con sus productos más allá de las naciones limítro­fes si encuentra obstáculos en el paso fluvial que tiene para llegar hasta los puertos de ultramar. Por ello demanda que se liberen, sin impuestos ni peajes, los sitios por donde transcurren las embarcaciones que llevan y traen mercaderías.

Hay que considerar que la protesta del man­datario paraguayo en la Cepal no es tan solo un reclamo, sino especialmente la exigencia de que se cumplan las normas que garanti­zan la libertad de comercio. Por eso no está de más recordar las disposiciones del libre comercio, como el Acuerdo de Santa Cruz de la Sierra, que establece que ningún país sus­critor del convenio puede disponer peajes, imponer impuestos y cualquier tipo de obstá­culos sin el consentimiento de las otras nacio­nes involucradas. Esto sin ir a otras normas vigentes que consagran la misma libertad.

Para que los países de nuestro continente puedan llegar al progreso rápido se deben allanar todos los obstáculos existentes, res­petando las reglas jurídicas vigentes, colabo­rando mutuamente y practicando las normas de la buena vecindad.

Los gobiernos que imponen obstáculos a las transacciones deben dar cumplimiento a las disposiciones que rigen la convivencia de las naciones, como los tratados y acuerdos esta­blecidos que prohíben las trabas impositivas y físicas en la circulación fluvial entre los dis­tintos países.

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