El presidente de la República, Santiago Peña, lideró los pri­meros pasos de una enorme iniciativa para saldar una cuenta pendiente de exclusión y pobreza de siempre, bajó los lineamientos ante su Consejo de Ministros, pero lo más tras­cendental es que llamó al consenso entre los diferentes actores de grupos socia­les afectados. Este es el camino ineludi­blemente; sin embargo, el recorrido será duro, extenso y el Gobierno tiene la res­ponsabilidad como la obligación de no dar tregua y, menos aún, claudicar.

Como no se ha visto antes, el presi­dente, afanoso en sus objetivos, allanó el camino con una gran convocatoria que dio lugar al encuentro nacional denomi­nado Ñahendu Paraguáipe, el cual con­siguió la presencia de representantes de organizaciones campesinas, sociales, indígenas, entre otros sectores, con el fin de avanzar en la elaboración del Plan Nacional de Lucha contra de la Pobreza.

El Gobierno comenzó con el pie derecho, con el llamado a los relegados de siempre para que estos mismos sean los prota­gonistas del gran cambio que se espera desde hace décadas en el Paraguay. Este empuje no puede fallar, sería catastró­fico y un frustrante retroceso si no se avanzan con las estrategias en el plan contra la pobreza que es de interés nacio­nal, considerando que afecta a todos una mejor calidad de vida de los habitantes de este país.

De manera particular, campesinos e indígenas son convocados en la confor­mación de mesas técnicas de trabajo como parte de un plan de consenso, gene­ralmente estos sectores no tienen cabida en estos procesos, sino más bien cuando explota una crisis, por lo que resulta muy auspiciosa la iniciativa del Ejecutivo. Por estas razones, el proyecto no puede fra­casar y las diferentes autoridades deben poner todo el esfuerzo necesario para articular acciones en la meta de erradi­car o al menos debilitar el flagelo de la pobreza.

La hoja de ruta inserta las inquietudes, observaciones y opiniones de los secto­res mencionados con relación al futuro plan a trazarse y las expectativas que estos tienen en el Gobierno durante los próximos 5 años. Cabe recordar en este contexto que las estadísticas estiman 350.000 familias que viven en una situa­ción de pobreza extrema en el país, es decir, que el consenso debe ser bastante criterioso sobre la realidad para que el proceso sea estratégico.

El Ministerio de Desarrollo Social (MDS) es el principal recluta de la misión, según anunció el Gobierno que prevé el lanzamiento oficial del plan el próximo 15 de noviembre. Esto también significa un enorme desafío para esta institución tan clave, pero acostumbrada al asistencialismo sin mayores solucio­nes a profundidad y generalmente atada a intereses políticos.

El MDS tiene que aprovechar estos tiem­pos de intercambio y aterrizar con un proyecto sustentable que brinde herra­mientas a la gente en situación de vul­nerabilidad para que se sostengan por sí solas y no en condición de eternos subsi­diados.

Hay que rectificar la mentalidad de la población apuntando a mayor autonomía y el fortalecimiento en sus capacidades para que las relaciones con institucio­nes sean básicamente formativas y no de dependencia.

El Gobierno dio una importante aper­tura de análisis de datos y realidades que se debe continuar con celeridad hasta hallar los métodos y las tácticas que se consideren relevantes para impulsar soluciones.

El espacio y el protagonismo que se le dé a los diferentes actores irá eliminando otros males en el camino como son la corrupción y los malos manejos de los recursos. Los afectados son conscientes que en la medida que avancen con hones­tidad y no den cabida a los vicios políticos de siempre serán los principales benefi­ciados.

De ahí que no se puede dar tregua en un plan tan sensible, uno de los más impor­tantes quizás y que reivindica el slogan de la campaña del electo presidente que había prometido un Gobierno en el que vamos a estar mejor.

Dejanos tu comentario