El Estado debe trabajar incansablemente en reivindicar el sueño de la casa propia y articular todas las estrategias disponibles para avanzar no solo con una promesa de campaña en las últimas elecciones, sino una deuda histórica que tiene a más de un millón de nuestra población con la necesidad de un techo, sin contar el déficit cualitativo que afecta a los que tienen un techo.
El Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH) está coordinando acciones que lleven a este gobierno a cumplir una meta que pudiera dar un gran respiro a nuestra gente en el acceso a la vivienda. En este momento, se observa un panorama esperanzador porque el sector privado, deseoso de construir casas en gran escala, tiene una interesante oportunidad de negocios con el valor agregado de la generación masiva de empleo como ha destacado siempre al sector de la construcción.
En este contexto, es muy importante el liderazgo que pueda ejercer el Estado en lograr el apoyo de todos los sectores y de ser posible el consenso político fundamental para que proyectos como el de brindar un techo digno a la gente no tropiece con intereses partidarios. Si todos los esfuerzos apuntan al objetivo de viviendas en serie, el objetivo dejará de ser una utopía.
La gente tiene que volver a creer que, pese a los años de abandono, desidia, desinterés de las autoridades de turno, es posible revertir los resultados negativos tanto en cantidad como en la calidad de las obras.
La meta que se puso este gobierno es ambiciosa. Apunta a la construcción de unas 500.000 viviendas. Cabe subrayar que entre la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) y el MUVH se ha llegado a solo 10.000 unidades nuevas por año, la diferencia es aplanadora, requiere un gran pacto social, político y de los sectores económicos.
El puntal primordial es el acceso a los créditos que demanda un proceso de formalización impostergable, dicho por referentes del sector de la construcción.
Mucha de nuestra gente no consigue préstamos o capital por el infortunio de no poder justificar sus ingresos, debido a la informalidad reinante. Tenemos que adiestrar a la población económicamente activa a formalizar sus actividades y ello implica mejores condiciones desde el Estado para facilitar trámites.
Desde gremios de la construcción e inmobiliarios estiman que de cada 100 carpetas que se presentan con solicitudes para acceso a créditos, 90 se rechazan y solo 10 quedan para ser analizadas. Solicitan que las exigencias financieras sean un poco más realistas y que se activen desde el Estado iniciativas que disminuyan la excesiva burocracia en las gestiones de formalización de la población que necesita incluirse en el sistema bancario.
De avanzar con la construcción de viviendas los efectos inmediatos en la economía pueden reactivar varios rubros, principalmente el del empleo. Con cada casa que se erige, se crean como mínimo 12 puestos de trabajo, con un impacto multiplicador de fuentes de trabajo muy alentadoras para generar fluidez y circulante de dinero.
El sector financiero y de los rubros de construcción e inmobiliarios están avanzando en mesas de trabajo para impulsar el acceso a créditos. La agilidad y la flexibilización de requisitos sin arriesgar capital están siendo temas de debate, es decir, el interés es real y con una buena articulación desde el Gobierno se pueden experimentar muy buenos resultados.
Otro aspecto que no debe dejarse de lado en los análisis, principalmente en los proyectos estatales, es el costo de la intermediación. En este sensible proceso de reactivación de planes para el acceso a la vivienda no podemos seguir delegando responsabilidades a los intermediarios que lastimosamente han demostrado, en su mayoría, estar más enfocados en la tajada que les corresponde antes que el impacto esperado con las obras sociales.
Lastimosamente la presencia de intermediarios ha boicoteado muchos programas sociales jugando en contra de los más necesitados y contra la calidad misma de los productos financiados con recursos públicos.
Existen condiciones para avanzar en el combate al déficit habitacional, queda trabajar honesta e incansablemente desde todos los sectores y sin pérdida de tiempo. Es una oportunidad que no debemos desaprovechar.