El domingo último, el presidente Santiago Peña realizó una reunión con los responsables principales de la vida del país, en la residencia presidencial de Mburuvicha Róga. Estuvieron el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el titular del Congreso Nacional, el fiscal general del Estado, el contralor general de la República, además del vicepresidente del Ejecutivo. El encuentro en el día festivo no fue para brindar por algún acontecimiento. Fue para trabajar y enfrentar uno de los problemas más graves del país, la corrupción, y tratar de combatir a los principales delitos, como el contrabando y otros ilícitos corrientes, que pesan con dureza en la vida de la ciudadanía. Fue una cumbre de las máximas autoridades para armar una política adecuada y establecer mecanismos de acción conjunta contra el enemigo más feroz que tenemos los paraguayos y que persiste con fuerza porque hasta ahora las autoridades anteriores no han luchado con éxito.
La gran inquietud que tiene el Gobierno por el fenómeno de los muchos ilícitos que azotan al país hizo que no tardara en convocar a las mencionadas autoridades. El presidente explicó su preocupación diciendo que en la agenda que trataron “la lucha frontal contra la corrupción es un eje central”, resaltando que la “corrupción es un flagelo que erosiona la fortaleza de las instituciones, que impide el desarrollo”. Por eso remarcó que “este es un desafío que tiene que encontrarnos más unidos que nunca”.
Como barrer y eliminar esta podredumbre no será fácil convocó a las demás autoridades para trabajar unidos. “La lucha contra el contrabando, un flagelo tremendo que tiene que encontrarnos unidos, la lucha contra el tráfico de drogas, que ha crecido mucho en los últimos años, poniendo a Paraguay como un centro de tránsito que pasa por el territorio y va al exterior, y en el mismo sentido el tráfico de armas”, afirmó.
No cabe duda de que para alcanzar los resultados que se necesitan, la lucha contra los ilícitos debe ser de grandes dimensiones. Sin pretextos ni evasivas de ninguna laya. Como esa tarea no es solo responsabilidad del Ejecutivo, el mandatario convocó a los demás poderes y organismos de lucha para ponerse todos unidos en el mismo propósito. Hecho que habla del grado de conciencia que tiene sobre este aspecto tan delicado de la realidad nacional, ya que de ese modo existen más posibilidades de lograr el objetivo.
A raíz de la sostenida acción de los delincuentes en todos los frentes, tanto a nivel nacional como internacional, y el escaso éxito de las autoridades locales, el Paraguay ocupa ahora en el mundo un alto sitial entre los países vinculados a la corrupción, el tráfico de drogas y últimamente hasta el contrabando de armas de fuego. Las cifras de los numerosos casos de droga incautada, la gravedad de los ilícitos que se han detectado en los últimos años y la indudable participación de gente de nuestro país indican que se está ante un panorama muy delicado.
El nuevo gobierno tiene clara conciencia de esta realidad y no piensa hacer especulaciones, sino en actuar como merece la situación. Debido a ello está procediendo con rapidez y mucha responsabilidad. La corrupción y el delito tienen tal dimensión y tanto poder que no puede esperar más para obrar, si no quiere ser considerado como cómplice de los malhechores.
El mandatario expresó su complacencia por la primera reunión realizada con las otras autoridades por la buena predisposición que encontró en ellas. “Creo que hay una sintonía total. Todos con muchas experiencias, conocen de los desafíos que tienen y compartimos que ninguno de los poderes podrá enfrentar los desafíos de manera aislada”, explicó luego del encuentro.
A la ciudadanía le cayó bien la iniciativa del presidente Santiago Peña, que en pleno domingo continuó trabajando con los demás funcionarios para poner freno al terrible flagelo de la corrupción y el delito que sufre nuestro país.
Es fundamental para el Paraguay no dar más tregua ni espacio a los exponentes de la delincuencia para que continúen sometiendo a la sociedad a sus siniestros designios. Urge que los deseche con todo rigor logrando que sean castigados con dureza, como corresponde a sus tropelías y al peligro que constituyen.