Nuestra sociedad se encuen­tra estancada en muchos niveles a consecuencia de su falta de educación ade­cuada cuyas deficitarias razones deviene de la debacle educativa del tiempo de la dictadura y más tarde de las carencias constantes ya en los tiempos de la transición.

Ningún cambio será inmediato. Si un gobierno hace bien los exámenes apenas estará sembrando con una expectativa de cosecha que puede demorar toda una generación. No existe en educación ningún método para acelerar procesos sin el riesgo que la superficialidad vuelva a signi­ficar caer en fórmulas deficitarias.

Lo más importante que puede hacer el gobierno entrante es dejar tes­timonio sobre que empezó a cami­nar el camino del cambio en materia educativa. Esa misión ya no puede demorar porque está postergando un rango de mayor calidad formativa y académica que, asociado a otros fac­tores como el bono demográfico, la macroeconomía y las oportunidades de crecimiento, pueden ser socios de una misma causa: un Paraguay mejor y diferente.

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La gestión de Peña en materia edu­cativa, por ello, no debe solo cumplir con un buen trabajo en el alcance de las metas ordinarias, sino tiene el inexcusable mandato de ser extraor­dinario. Tiene cierta ventaja el nuevo liderazgo que es técnico y es el perfil que se necesita en este tiempo.

También es muy importante, en este orden, la determinación de que puede brindar el propio presidente en acompañar al nuevo ministro un perfil técnico siempre se encuentra acosado por el fantasma de la mala política. Peña debe ser inflexible en el camino.

Otra prioridad en la materia es la atención a la paupérrima situación de las escuelas y colegios en términos de infraestructura cuya existencia y persistencia como problema habla a las claras de una abierta falta de sen­tido humanitario. Exponer a niños y jóvenes a " escuelas que se caen” es una historia negra que requiere ser superada.

Afortunadamente existen planes nuevos al respecto de una mejor racionalización, por ejemplo, sacar del ámbito de la educación la tarea de construir establecimientos y cen­trarlas como tarea de Obras Públicas.

Se estima que existen unos 6 mil establecimientos en situación defici­taria. La tarea no puede demorar.

Hay mucho que esperar de las auto­ridades del Congreso de la República en el acompañamiento a estas tareas, es fundamental, es una oportunidad de la clase política de dejar constan­cia sobre que educación y política no son cuerda separada como la historia se ha obstinado en demostrar.

Lo más importante que puede hacer el gobierno entrante es dejar testimonio sobre que empezó a caminar el camino del cambio en materia educativa.

Otra prioridad en la materia es la atención a la paupérrima situación de las escuelas y colegios en términos de infraestructura cuya existencia y persistencia como problema habla a las claras de una abierta falta de sentido humanitario.

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