Las nuevas generaciones, en el buen sentido de la palabra, deben tomar por asalto el futuro. Nos referimos particularmente a aquellas que están egresando de las universidades, tanto nacio­nales como extranjeras. No estamos diciendo con esta afirmación que los miles de jóvenes, varones y mujeres, que no pueden acceder a una formación académica superior deban que­dar relegados al margen de este proceso histó­rico de posta etaria. Ni que los mayores serán desplazados por quienes tienen menos edad. Cada uno aportará desde el lugar que le toque desempeñar sus actividades, en un marco de sólida interrelación, con los nudos tensados al máximo, para que el empuje hacia el horizonte deseado tenga la suficiente fuerza que pueda provocar, al mismo tiempo, la ruptura con ese pasado de eternas postergaciones. “Paraguay es un país rico con un pueblo pobre”, solían repetir con insistencia políticos con visión de estadista, profesionales de diversos rubros y expertos en análisis y proyecciones. Esa ecua­ción perversa es la que debe desarticular el próximo presidente de la República, Santiago Peña, para transformarla en una distribución más justa y equitativa de la riqueza que todos producimos.

Aquellos que adquirieron un grado superior de conocimiento –que supera los límites del simple egreso de cualquier facultad– tendrán mayores responsabilidades en esta etapa que se iniciará el próximo 15 de agosto, porque esta­rán habilitados para escudriñar esta dolorosa realidad con una mirada crítica que abrirá las compuertas de alternativas de soluciones dura­deras, esto es, con perspectiva de Estado y no como simples remiendos del gobierno de turno. Es por ello que se justifica nuestro párrafo ini­cial: las nuevas generaciones deben tomar por asalto el futuro. Entiéndase esto dentro del constante devenir del tiempo. Deben conver­tirse en protagonistas del cambio. No pueden permanecer indiferentes por cuestiones cro­máticas o esperando oportunidades que nadie les va a regalar. Sus contribuciones podrán ser fundamentales tanto desde la Administración Pública como desde el sector privado, porque ninguno de los dos puede abstraerse mutua­mente. Ese es un lazo indisoluble en esta mar­cha hacia una sociedad que progresa con equi­dad y justicia social.

Será función del Estado visibilizar a estos jóve­nes para que puedan ser absorbidos por el mer­cado laboral. O facilitarles los mecanismos para que se transformen en cabezas de sus propios emprendimientos. El entusiasmo con que los universitarios becados a Taiwán saludaron al electo mandatario en su visita reciente por este país asiático demuestra que en cada uno de ellos está latente la esperanza de una vida en mejores condiciones de calidad y dignidad. Y esa esperanza debe ser retribuida con proyec­tos concretos, reiteramos, dentro o fuera de la esfera pública. En cada rostro pudo percibirse que están ansiosos de poner en práctica todo su bagaje académico y cultural, el que necesaria­mente deberá estar revestido de componentes fundamentales como los principios éticos y los valores de la justicia y la solidaridad.

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En la miopía que nace del fanatismo y/o la mala fe, sistemáticamente se ha venido igno­rando que el gran legado del gobierno que ejer­ció el poder entre 2013-2018 fue el Programa de Becas Don Carlos Antonio López (Becal), a nivel de posgrado en el exterior, cuyo lanza­miento oficial se registró el 29 de abril de 2015. Su gran trascendencia fue resaltada en los últi­mos días a raíz de un encuentro entre el nomi­nado ministro de Salud y profesionales ligados al área de la salud mental. Remarcaron que el Programa Becal debería ser aprovechado para perfeccionar la formación de los médicos inte­resados en el área de la psiquiatría. Nos consta en algunos casos específicos que muchos usua­rios de este programa regresaron al país con un elevado nivel de capacitación. Con una visión diferente y novedosa de lo que tenemos y lo que hay que hacer. Es tiempo de aprovecharlos en su máxima potencia.

En el ámbito local, las nuevas autoridades del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) que asumirán este 15 de agosto están esbozando interesantes propuestas para fomentar nue­vamente la lectura desde los primeros grados. Con la adquisición de la comprensión lectora o lectura comprensiva –decía una de las vicemi­nistras designadas–, el resto del aprendizaje será más sencillo. Los niños y jóvenes consti­tuyen el capital más valioso que tenemos como país. Cuidarles, protegerles y proporcionales autonomía intelectual y formación cívica serán las únicas vías para superar ese atraso cultu­ral que nos agobia y empobrece. Santiago Peña es el presidente más joven de toda la era demo­crática. Asumirá sus funciones a los 44 años. Conoce el largo trayecto de escalar posiciones desde abajo hasta alcanzar sus objetivos perso­nales. Nada es fácil. Pero esos objetivos ya deja­ron de ser particulares para ampliar su marco de acción hacia el bienestar general y la prospe­ridad colectiva de nuestra sociedad. Sin privile­gios ni clases explotadas, como bien lo explicita una de las declaraciones centrales del par­tido que lo llevó al poder: el Colorado. Hay una juventud expectante por contribuir para que sea realidad aquel lema de campaña: “Vamos a estar mejor”. Y esa generación, ávida de for­jar un mejor futuro para el país y su gente, está decidida a ser protagonista del cambio.

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