El nuevo gobierno que será presidido por Santiago Peña genera un sentimiento de tranquilidad en los diferentes sectores económicos del país, tanto de empresarios como de trabajadores. Y la razón es muy simple: por su experiencia de trabajo en los organismos económicos en que se desempeñó, como el Banco Central del Paraguay y el Ministerio de Hacienda, su comportamiento es predecible a la hora de dirigir los intereses del país. En ese sentido, se sabe que no intentará nacionalizar o confiscar entidades privadas, ni que intervendrá en las empresas, sino que actuará de acuerdo con las reglas del mercado respetando el papel de los inversionistas y promoviendo la llegada de más capital para trabajar en el país.
Por esa postura respetuosa que asume no cabe calificarlo de derechista o conservador, como pretenden algunos desde una desubicada pose ideológica. Se trata simplemente de una actitud simplemente equilibrada y muy consciente de la realidad económica. Porque hasta los gobiernos considerados más izquierdistas y enemigos del capital guardan sus prejuicios políticos y llaman a los capitalistas del mundo para invertir en sus países. El más claro ejemplo de ello es la República Popular China, el régimen comunista más importante, que atrae a su país a connotadas empresas privadas del planeta para que inviertan su capital.
En el caso de Santiago Peña, hay que poner de manifiesto un detalle muy significativo, su fuerte preocupación por la suerte de las personas. Por eso está proponiendo generar más fuentes de empleo para miles de trabajadores y así procurar el bienestar de la gente. En ese sentido, la postura del presidente electo es clara, pues tiene en cuenta en primer lugar el factor humano por encima de otros elementos que tienen también su importancia.
La filosofía humanista demostrada por el mandatario electo es evidente, cosa que se puede observar en sus palabras y a la hora de esbozar sus proyectos de gobierno. Lo que constituye otro factor de previsibilidad en su política futura.
La seguridad de que el nuevo presidente sabe lo que quiere para manejar los intereses del Paraguay constituye un factor de tranquilidad para todo el país, no solo para ciertos grupos. Porque está en su proyecto y en sus palabras. No es como el caso de otros mandatarios que, ni al asumir ni después de estar en el Gobierno, han tenido muy claro el rumbo de sus acciones políticas y económicas, lo que se ha reflejado en su actuación y en los resultados que están dejando ahora en el país.
Uno de los elementos que será intocable por la nueva administración será la macroeconomía, cuyo equilibrio se ha conseguido durante varios gobiernos anteriores, y que constituye uno de los puntos más envidiados de la realidad paraguaya. Sin duda, la tarea principal de la nueva administración será preservarlo y hacerlo más fuerte aún, volviendo a cumplir la exigencia de la Ley 5098 de Responsabilidad Fiscal de mantener el déficit del fisco en el 1,5 %.
Teniendo en cuenta las palabras del presidente electo sobre la realidad social, es muy probable que en la nueva administración se hagan pactos políticos con entidades sociales y empresariales para los acuerdos sobre la educación, la salud, el trabajo, la generación de empleos y la capacitación de los trabajadores. Y que para esa tarea se aplique el principio del diálogo con todos los sectores de manera institucional.
Luego de la entrevista con el arzobispo de Asunción, Peña ha reclamado la necesidad del diálogo entre todos y que los paraguayos tenemos que acostumbrarnos a la reflexión, a la escucha de la opinión de los diversos sectores de la sociedad, dialogando para anticiparse a los problemas y resolverlos antes de que se generen conflictos.
Es importante conocer y difundir la actuación y las palabras de las autoridades electas que tienen planes bien concretos sobre las realizaciones que requiere el Paraguay. Se puede aguardar que entre en acción el nuevo gobierno no solo con tranquilidad, sino con todo optimismo. Por todo lo dicho y actuado por las futuras nuevas autoridades de la más alta investidura del país, está claro que el gobierno que asumirá el próximo 15 de agosto es altamente previsible y que no cabe esperar sorpresas de ninguna laya.