La serie de eventos de violencia protagonizada por políticos que no se han resignado al castigo que recibieron en las urnas el pasado 30 de abril ha generado un ambiente de mayor inseguridad, temor, inestabilidad y una violencia que tiene en susto continuo a toda la sociedad, que se maneja en constante alerta por temor a ser sorprendida con los ataques derivados de las manifestaciones o patoteadas de los que se hacen llamar autoconvocados. Urge que las instituciones responsables de la seguridad pongan punto final y den garantías a la mayoría de la ciudadanía que necesita de esa tranquilidad para seguir trabajando.
Voces provenientes de todos los sectores, llámese productivo, industrial, de servicios, sanitario, educacional, vienen lamentando a través de varios medios la desafortunada coyuntura desatada por inadaptados que no toleran la libertad ni la democracia y pretenden imponer sus intereses políticos por encima de la Constitución Nacional y las leyes.
La amenaza a la democracia iniciada con los actos de violencia por uno de los defenestrados candidatos a la Presidencia de la República, al que el oportunismo del otro derrotado por tercera vez, Efraín Alegre, se coló enseguida para opacar de alguna manera su seguidilla de fracasos, lejos de generar simpatía o acompañamiento, dieron lugar al enfrentamiento entre compatriotas y el rechazo de una mayoría que ya se pronunció en las urnas y que necesita seguir produciendo. La quema de cubiertas, fuegos prendidos en la vía pública, petardos, videos de amedrentamiento, ataques a comercios, hechos despreciados por la ciudadanía decente, que en el Paraguay son muchos más que un puñado de arreados.
Están perjudicando a la República, a la clase trabajadora, a los enfermos, a los estudiantes, con actos que los inadaptados llaman revolucionarios, pero que son intentos de golpe de Estado totalmente desfasados para el interés de la sociedad.
Producto del vandalismo han impedido el paso de ambulancias que trasladaban a familias que buscaban socorrer a sus pacientes en situación de emergencia de salud, varias instituciones han suspendido sus clases, agencias de viajes que operan de manera desprolija porque no saben con qué evento pueden encontrarse en las carreteras de nuestro país, pero por sobre todas las cosas están acogotando a la clase trabajadora con la toma de la vía pública en las inmediaciones del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE). El tráfico estancado en las demás arterias de la capital como de la salida y entrada a la misma implican un elevadísimo costo al bolsillo de quienes deben moverse diariamente para batallar.
Desde el sector industrial ya han pedido misericordia y medidas de sensatez ante la cantidad de trabajadores que no pueden llegar a tiempo a sus puestos, con lo que se generan retrasos en la producción como descuentos salariales en gran cantidad. Los órganos de seguridad necesariamente deben encontrar una salida a este perverso incidente que somete a la mayoría inocente.
Las representaciones judiciales como de inteligencia dentro del Estado deben también evidenciar el oscuro interés detrás con millonarios financiamientos e identificar a las fuentes que liberan el dinero para estos desmanes desatados. No podemos tolerar que se siga extendiendo esta anarquía, la República debe seguir funcionando.
En días más el TSJE deberá cumplir con su rol constitucional de proclamación del nuevo presiente de la República, del vicepresidente y demás autoridades nacionales. Este anuncio deberá acatarse como lo disponen las leyes y no debiera dejarse opciones para los desbordes a los que quieren habituarnos un grupo de políticos que con sus mecanismos populistas y circenses no han podido captar los votos de la mayoría de los compatriotas.
La transición que nos toca unos meses más debe abocarse a limar asperezas e ir corrigiendo, ordenando administraciones para ocuparse sin contratiempos de los problemas que afligen a la ciudadanía. Para ello se requiere de cordura, entendimiento y voluntad política, que no se pueden seguir postergando.
Los ciudadanos sabemos que las leyes están para cumplirse, no para discutirlas, y los que no entienden o se sienten agraviados en sus derechos también tienen los mecanismos para reivindicarlos y, en este orden, el caos ni la violencia son el camino.
Es indiscutible la necesidad de que el Paraguay debe tener tranquilidad para seguir produciendo. Este en un objetivo improrrogable, los que así no lo comprendan estarán atentando contra el bienestar de una mayoría y deberán asumir las consecuencias de boicotear el Estado de derecho.