La vigilia de Semana Santa que este año nos toma en una previa electoral de alta intensidad puede ser un tiempo muy productivo si lo utilizamos para proyectar la conciencia colectiva basada en el amor, paz, solidaridad que significan estos días santos. Estos momentos de descanso con la familia son ideales para encarar realidades.
Los tiempos electorales son propicios para generar ese compromiso de un Estado más solidario, principalmente con los más relegados e ignorados históricamente. Esto, en necesidad que tenemos de construir juntos un país administrado por autoridades sensibles a los derechos, sin distinción ni discriminación.
La política de inclusión será clave en ese proceso de empatía con las necesidades que aquejan a la mayoría. Es así como desterrar los discursos de odio, persecución y amenazas pueden significar un comienzo con la responsabilidad que debemos asumir entre todos en beneficio del bien común.
Sectorizar culpas de los males que nos aquejan es una posición hipócrita, arbitraria y miope. Solo pueden discursos provenientes de personas, políticos que evaden acciones poco felices que inmiscuyen a bandos a los que se encuentran aliados.
Los políticos verdaderamente comprometidos con las necesidades de la gente piensan y se expresan con propuestas para mejorar la calidad de vida de quienes residen en esta bendita tierra paraguaya y no atacar con discursos sectoristas por mero interés proselitista.
El Estado paraguayo requiere una estructura de autoridades abocadas a acciones más solidarias que bajar línea de división entre “buenos y malos” conforme a la cara del cliente.
La gente está cansada de la hipocresía de quienes no tienen sangre en la cara de señalar con el dedo a los adversarios cuando sus actos son peores de lo que acusan o dicen condenar. Los ciudadanos que acuden a las urnas invierten confianza y merecen ser atendidos por quienes salgan victoriosos y se ubiquen en cargos públicos.
No hay que subestimar la preferencia de la gente, menos las que se impusieron durante estos años en rigor del sistema democrático. Algunos políticos intentan hacer creer que el dinero impone el favoritismo, en sus desatinadas apreciaciones en busca de golpear a sus contrincantes, pero faltan el respeto al electorado que sabe diferenciar muy bien entre las ruidosas ambiciones y las propuestas sostenibles.
El Paraguay necesita resurgir del estado de frialdad administrativa para recuperar ese Estado de derecho, de acceso libre a los servicios básicos, a la mejora de la calidad de vida, recuperar la seguridad hoy día aturdida por la delincuencia sin freno, etc. A estos objetivos se llegan con consenso de los esfuerzos desde los diferentes sectores, no con el odio y el revanchismo que nos trasmiten ciertos aspirantes del manejo de la administración pública.
En las próximas elecciones deben ganar las propuestas, no el garrote. Proyectos posibles, no populistas ni de dudoso origen.
Estamos ante una oportunidad demasiado importante en el seguimiento de construcción de un Estado protector al que todos aspiramos. Aprovechemos estos momentos para diferenciar muy bien las ofertas técnicas en el abordaje de los problemas de la propaganda que disfraza la mera codicia por el poder.
Tenemos mucho potencial para destacarnos ante el mundo como país en los siguientes años. Para ello requerimos autoridades conocedoras de nuestras urgencias, pero ante todo celosas del patrimonio público, buenos administradores de los recursos del Estado para que las inversiones sean sustentables.
Apostar a ese Estado solidario, que brinde protección, garantías y servicios sin exclusiones, es posible. La ciudadanía, por un lado, debe ejercer su derecho de elegir, controlar y exigir para que por el otro haya administradores públicos leales con el bienestar del pueblo, sin sed de venganzas políticas que desnaturalicen el rol para el cual fueron asignados.