Una de las desatinadas pro­puestas del líder de la Con­certación es romper relacio­nes diplomáticas con el aliado y benefactor de Paraguay de más de 65 años, la República de China (Taiwán), en que los habitantes de ese gran pue­blo viven en democracia y con envidia­ble desarrollo económico y social. Quiere hacerlo para abrazarse con la entidad comunista dictatorial y represora de los derechos humanos más grande del mundo, la República Popular de China (RPC), la herencia del terrible dictador Mao Zedong, de triste memoria para las libertades de los países del planeta.

De las numerosas y ocurrentes dispa­ratadas que está proponiendo a lo largo de su campaña política, como sacar la merienda escolar a los niños pobres, esta es una de las más llamativas. Que el candidato del partido al que pertenecie­ron grandes personalidades liberales del pasado, como Manuel Gondra y Eusebio Ayala, quiera estrechar relaciones ahora con la más terrible dictadura del planeta no es muy fácil de entender. A menos que se admita que está desesperado y que no sabe qué hacer para atraer los votos que cada vez le están siendo más esquivos, según las encuestas. Pero, como parece estar ciego, da golpes de desesperación por todos los costados, conducta que podría ser comprensible desde el punto de vista sicológico.

En una frase muy simple, la madre de uno de los jóvenes que estudian con becas proporcionadas por el gobierno taiwanés, resumió el sentimiento de la gente: “No se entiende el coqueteo con China, un país sin libertad de expresión”. Que es lo que piensa gran cantidad de paraguayos que prefieren la libertad de las personas a las promesas descabelladas del líder de la Concertación.

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A lo largo de las seis décadas de rela­cionamiento, Taiwán ha beneficiado a Paraguay con numerosos programas de cooperación, como ningún otro país lo ha hecho. Solo comparable a los proyec­tos de la Unión Europea (UE), que reúne a 27 naciones. Los padres de los beca­rios señalaron que la cooperación cul­tural con nuestro país, que tiene más de 30 años de vigencia, ha posibilitado que hasta ahora se hayan beneficiado más de 600 jóvenes paraguayos que estudia­ron en la lejana isla asiática. En la actua­lidad ascienden a 530 jóvenes los que se forman mediante la asistencia taiwa­nesa, entre los que están los 230 becarios paraguayos que están viviendo en ese país, a los que se añaden los 200 jóvenes que se encuentran cursando la carrera de ingeniería en la Universidad Tecnológica Paraguay-Taiwán de Asunción, gracias a la cooperación entre ambas naciones.

Eso hace entendible la preocupación de las familias que tienen miembros que están estudiando mediante la ayuda taiwanesa, y que temen que si termina la relación con dicho país se pierda ese apoyo y se perjudique a miles de para­guayos que no tienen otras posibilidades, debido a su situación económica y social.

Antes que lanzarse a esa peligrosa aven­tura que propone la gente de la Concer­tación, el Paraguay debe consolidar sus relaciones con China-Taiwán aumen­tando sus exportaciones, haciendo que vengan más empresas a invertir en nues­tro país para que haya más empleo para los miles de paraguayos sin fuente de tra­bajo. Defendiendo el derecho de los pue­blos de ser libres, de que los trabajadores formen sindicatos, que la prensa pro­clame la libertad de expresión, lejos de las cadenas de cualquier tipo de despo­tismo, como el de China popular. Nues­tro país no tiene necesidad de contami­nar sus relaciones internacionales con ningún tipo de dictadura, con la ilusión de vender más productos primarios que está comercializando con éxito con el resto de las naciones libres del mundo. Unas cuantas monedas más no harán felices a los paraguayos que aman la libertad y no se venden por cuatro peni­ques prostituyendo su dignidad de pue­blo libre y soberano.

Los políticos de la oposición que preten­den aliarse a los que persiguen la liber­tad de prensa, la libre asociación de per­sonas, al comercio sin intervención del Estado están equivocando de rumbo. Y no tendrán la aceptación del pueblo, siem­pre celoso de sus libertades. El Paraguay necesita consolidar sus logros positivos, enriquecer su democracia y proporcio­nar ofertas de mejora económica para las mayorías sociales. Y para ello no necesita atarse a ninguna clase de yugo totalitario.

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