El asesinato de 34 disparos de arma de fuego de un supuesto narco en el estacionamiento de un supermercado de Asunción en pleno horario de compras ha asustado a mucha gente. Primero, a los comerciantes del ramo que se ven perjudicados en sus negocios por este tipo de hechos de alta peligrosidad. También a gran parte de la ciudadanía que tiene que despertar a la dura realidad que tenemos, la invasión de los exponentes del crimen organizado de la frontera que antes parecían lejanos y que hoy ya están entre nosotros. Ocultos en el conglomerado anónimo de personas, pero letales y sin misericordia a la hora de ejecutar sus consignas criminales. Esto sin contar el incremento de ladronzuelos que pululan en los barrios marginales, en las calles importantes y en sitios con mucha concurrencia para robar celulares, carteras y otras pertenencias menores del común de los ciudadanos.
Por eso es lamentable percatarse de que las autoridades policiales y judiciales no colaboran entre sí para proteger a la ciudadanía y que con su actuación desordenada son los principales aliados de los criminales. Debido a esa irresponsable actitud son tan culpables como los malhechores de la desprotección y el peligro que corre la gente.
El propio ministro del Interior, Federico González, ha reconocido esa situación y demostró que estamos a merced de la delincuencia porque la Policía, la Fiscalía y la Justicia no actúan de manera conjunta y coordinada. Con ello están haciendo un favor a los delincuentes, y ponen en un peligroso estado de indefensión a la comunidad nacional.
En una entrevista radial, González dijo al periodista que en el caso del ajusticiamiento de Ederson Salinas Benítez (“Ryguasu”), el sábado último, la Policía no podía hacer nada, porque no había coordinación con el Poder Judicial y la Fiscalía. Eso está demostrado por lo acontecido el sábado y por numerosos casos similares de público conocimiento. En otras palabras, así como están las cosas, los organismos de protección civil no sirven para nada. Que, de hecho, no de derecho, más bien están actuando a favor de la delincuencia, y que están protagonizando un grave boicot a la seguridad pública.
El ministro, reconoció que solo después de lo acontecido últimamente “se puso en campaña para trabajar en coordinación con el Ministerio Público”.
Hay que reconocer que luego de estos lamentables hechos es muy positivo que, por fin, la Fiscalía y la Policía van a trabajar de manera conjunta para luchar contra los criminales. Eso es lo que corresponde hacer y lo que el Gobierno debió ordenar que se haga desde siempre.
Desde el punto de vista lógico, es imposible entender que los organismos públicos de un mismo gobierno no trabajen conjuntamente para la misma tarea que tienen. Solo se puede explicar por la extrema ineficacia que tienen y la lamentable mentalidad burocrática que rige sus actos por encima de los requerimientos de la vida cotidiana.
La actual administración del Estado debe imponerse y actuar con decisión para coordinar la política de seguridad. Tiene que sanear las entidades de personas inútiles y corruptas e implantar un trabajo conjunto entre las instituciones policiales, los fiscales y la Justicia. Se debería crear una coordinación común entre estas entidades y planear el trabajo de manera combinada para actuar con eficacia. Sabemos que la función de la Policía es diferente a la de la Fiscalía y de la Justicia, pero no son tareas incompatibles ni contrapuestas, sino que persiguen al final el mismo propósito para la ciudadanía. Así como en el tratamiento médico de un paciente, el cardiólogo tiene una misión diferente a la del gastroenterólogo; sin embargo, ambos trabajan en coordinación buscando no contraponer sus tareas, ya que persiguen el bienestar del enfermo.
No hay que aceptar que los organismos públicos colaboren con la delincuencia por su falta de coordinación. No se puede seguir permitiendo que continúen poniendo en peligro la vida y la seguridad de la gente con sus falencias.
El Estado, que tiene una gran responsabilidad en todo lo que está ocurriendo, debe actuar para que haya seguridad. Sin dilación, pues ya ha esperado mucho dejando hacer libremente a los criminales. Es hora de que ponga orden y tranquilidad.