Lo ocurrido en estos días en Tacumbú, una de las penitenciarías más importantes del país por su capacidad de albergue, es otra señal de la bomba de tiempo en los reclusorios a causa de la corrupción reinante, arrastrada por varias administraciones y que, en la actualidad, se torna más visible con la incursión de las redes sociales.
El cumpleaños del reo procesado por el caso del atentado del Ja’umina Fest en el que perdiera la vida la muy querida influencer “Vita” Aranda, que se festejó con despliegue de banda musical liderada por conocida artista de nuestro país es un ejemplo burdo de cómo opera la corrupción dentro de la cárcel de Tacumbú. Si bien esto generó una intervención que hizo volar cabezas en el penal, entre ellas la del director de la institución, el hecho alborota a la población carcelaria, se activó una nueva contienda en la que se busca al chivo expiatorio como suele ocurrir en caso de filtraciones por parte del o los traicionados, hasta que de vuelta se calmen los ánimos y se programen otras fiestas.
Metieron toda una orquesta, gestionaron de manera cuasioficial el gran baile para complacer a un sindicado narco, contra las normas de seguridad que rigen en la institución.
El video del cumpleaños de Milciades Pedra Gómez, alias Oso Riquillo, se hizo viral, así como los comentarios casi unísonos de que evidentemente alguien ganó con esta festichola realizada en uno de los lugares considerado exclusivo dentro del penal de Tacumbú. Los internautas realizaron ola de burlas, principalmente dejando en evidencia la desconfianza en la administración penitenciaria y los negocios que se hacen detrás de estos acontecimientos, teóricamente prohibidos en las cárceles.
Este “evento” del reo “Oso Rosquillo” se hizo a menos de un año del también pomposo cumpleaños con el que se agasajara a fines de marzo del 2022 al considerado director de facto en Tacumbú, Armando Javier Rotela, que incluyó la organización de un torneo de box dentro de la penitenciaría, con todo el despliegue de decoración, insumos, hasta bebidas alcohólicas.
Esa vez también hubo una serie de movidas, como ocurre cada vez que explota un hecho escandaloso dentro de los reclusorios, se subleven los internos, haya fugas, surjan ataques y violencia con drásticas derivaciones. Lamentablemente, las intervenciones que se hacen en estas ocasiones no son más que paños fríos para el momento, pasan unos meses y vuelven los desbordes.
No podemos olvidar que en los últimos años, la realidad penitenciaria de nuestro país estuvo minada de fugas, filtraciones de privilegios que están prohibidos, amotinamientos hasta denuncias de trato inhumano a reos. En octubre del año habíamos visto arsenal de armas encontradas en la correccional de Concepción mediante una requisa que incautó gran cantidad de armas blancas, marihuana, tabaco de producción brasileña, teléfonos celulares, cuadernos de apuntes y dos cartuchos de arma de fuego.
¿Cómo ingresan armas, droga, cigarros, bebidas alcohólicas?, evidente complicidad de los funcionarios de las diferentes penitenciarías. Las requisas no son otra cosa más que un asalto a mano armada, se incautan objetos, drogas y demás insumos con fines muy oscuros, nadie explica qué destino tiene todo esto.
Hay que remarcar que este poder logístico para el ingreso ilegal es exclusividad de los peces gordos de la delincuencia de diferentes rubros. Los presos “comunes” deben sortear la suerte conforme las pautas que bajan los jefes malhechores que tienen la posibilidad (paradójicamente) de financiar sus libertades dentro de las cárceles. Todo en connivencia de quienes deben evitar estas acciones.
Faltos de honestidad, tristemente las confiscaciones que ejecutan las autoridades penitenciarias se vuelven un show de nunca acabar. No hay planes ni estrategias que garanticen seguridad en las cárceles para evitar el ingreso de objetos peligrosos e insumos de consumo restringido que arriesgan a la población privada de su libertad.
Los ministros de Justicia de turno deben improvisar movidas, destituciones, argumentos gastados como sumarios administrativos, pero la violencia, la corrupción siguen imperando.
El sistema penitenciario es una bomba de tiempo con el modus operandi de quienes tienen la responsabilidad de cuidar a la población recluida. No bastan las renuncias ni destituciones porque los funcionarios migran, pero los vicios de corrupción continúan arraigados.
Las autoridades nacionales están obligadas a ocuparse de programas y proyectos de control que apunten a sanear las administraciones en los penales. Urge un plan maestro que otorgue un diagnóstico de los problemas y brinde soluciones de manera integral.
La inauguración de grandes infraestructuras, dicho por entendidos, no servirá de mucho sin una visión y misión abocada a erradicar la corrupción. Esta es una meta suficientemente válida para el próximo gobierno que se instalará en unos meses más.