Uno de los desafíos más impor­tantes de este año es ir recom­poniendo la situación social de gran parte de la población nacional que ha sufrido las consecuen­cias del no crecimiento económico sufi­ciente en estos últimos cuatro años. El escaso incremento de la producción y otras actividades de la vida económica perjudica a las empresas y a los diver­sos emprendimientos, pero el princi­pal golpeado es el segmento de la pobla­ción compuesto por la fuerza de trabajo. Este grupo está integrado por los que trabajan y las personas que, por diver­sos motivos, no pueden tener un empleo permanente. Un fuerte grupo que forma parte de este sector de ciudadanos es empujado hacia la pobreza al no tener los ingresos básicos para su subsistencia.

En este año altamente político, en que se eligen nuevas autoridades nacionales que tienen que asumir en julio y agosto, el principal problema que deben enfren­tar los responsables de la vida del país es el económico. Eso se nota en gran medida en la cantidad de individuos que no tienen trabajo estable y están pendientes de los vaivenes de la actualidad. No serviría de mucho producir más y mejor si la gente no tiene trabajo y está en peores condiciones. Aunque lo lógico es que si la actividad eco­nómica crece también se incrementen los puestos de trabajo.

De acuerdo con las definiciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), una persona se considera desocu­pada cuando tiene 15 años o más, no tra­bajó ni una hora en una actividad econó­mica en los últimos siete días anteriores al día de la entrevista, está disponible para laborar y busca activamente tra­bajo. La población subocupada es la que trabajó menos de 30 horas en la semana anterior, está disponible para el trabajo y buscó ocupación.

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Las cifras del Instituto Nacional de Esta­dística (INE) revelan que en el cuarto trimestre del 2022 disminuyó la canti­dad de personas desocupadas y subocupa­das, comparado con igual período del año anterior. Dentro de la fuerza de trabajo, en el último período del 2022 había 212.265 desocupados, frente a los 256.860 sin ocu­pación de diciembre del 2021, lo que repre­senta un descenso del 17,37%.

La declinación del número de subocu­pados fue del 10,9%, ya que, de 173.443 personas en diciembre del 2021, bajó a 154.974 individuos en diciembre último. O sea que en un año habría 44.595 menos de desocupados y 18.469 menos de subocupados.

Haciendo las confrontaciones del caso, se trata de una disminución muy baja que no tiene mayor peso en términos de la cantidad final, sobre todo si se tiene en cuenta el crecimiento anual de la población. La totalidad de habitantes del país se incrementa en algo más de 100.000 personas al año, por lo que un alza de 60.000 individuos con ocupación no cubriría la cantidad necesaria para hablar de un incremento sustantivo en el número de personas que trabajan. Es una cantidad insuficiente por su baja expre­sión porcentual.

Teniendo en cuenta este aspecto de la vida del país, se debe insistir que lo más impor­tante para el Paraguay es el aumento sus­tantivo en la creación de nuevos empleos. Porque aparte de significar la mejora ostensible de la vida económica será una contribución fundamental para el bien­estar de cada vez mayor cantidad de per­sonas que habitan la nación. Porque el progreso de cualquier índole implica final­mente el mejoramiento de las condiciones de vida de la gente. En este sentido, la pro­pia OIT recomienda que se genere empleo de calidad para todos los sectores de la población, con especial énfasis en los gru­pos considerados vulnerables, como los jóvenes y las mujeres.

Es saludable que la desocupación y la subocupación no hayan aumentado, sino que hayan decrecido levemente, como muestran las estadísticas del INE. Pero está muy lejos de satisfacer los requeri­mientos de la sociedad paraguaya que lanza anualmente miles de jóvenes al mer­cado laboral y necesita con urgencia aten­der a este sector.

Una de las principales tareas del Gobierno debe ser articular con el sector privado facilidades para la creación de nuevos puestos de trabajo, con incentivos espe­ciales y sobre todo con la estabilidad eco­nómica que se requiere para que la pro­ducción y el comercio puedan crecer con mayor dinamismo.

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