La proximidad de las elecciones generales del 30 de abril venidero va definiendo con rapidez el verdadero rostro de los distintos proyectos políticos que competirán por el Gobierno. A medida que se acerca la fecha de los comicios, muchos políticos se van sacando la máscara, en sus declaraciones y sus actitudes, con lo que se van sincerando para mostrar su verdadero rostro ideológico y político. Aunque muchos recurren a la mentira desembozada para ocultar sus verdaderas intenciones, el transcurrir de los acontecimientos los muestra de cuerpo entero. En muchos casos ya no es posible mantener la máscara hipócrita porque la verdad se impone más temprano que tarde. Los que usan el embuste como arma de lucha recurren a la falsedad con la intención de engañar a otros creyendo que es la táctica más apropiada para atraer votos. Pero los que se engañan son ellos porque la mayor mentira es que creen que la farsa les dará crédito y que los demás aceptarán inocentemente la chapucería. En cambio, la verdad siempre se impone, con el peso de que no hay otra cosa más importante que la certidumbre de los hechos.
En la política y en otras actividades de la vida, el engaño tiene una existencia muy corta. Al final, cuando se le cae la máscara mentirosa, el rostro verdadero de los hechos muestra con toda su crudeza la asquerosa faz de los falsarios. El crédito que tenían se desvanece como la falsa ilusión que es. Y el desengaño se apodera de las víctimas, en medio de la dura decepción y frustración.
Las reflexiones vienen a cuento de la campaña política que están realizando algunos exponentes de la oposición, como Efraín Alegre, cuya conducta personal y política es conocida y peligrosa. Basta recordar el ataque al Congreso que se produjo el 31 de marzo del 2017, cuando jóvenes liberales que le respondían a él destruyeron las instalaciones del Poder Legislativo en una salvaje incursión. O la inescrupulosa utilización de personas y movimientos sociales que está realizando ahora para llevar agua a su molino político.
Recientemente, Alegre declaró que su gobierno hará una supuesta austeridad y apuntó directamente a los trabajadores públicos diciendo que terminará “esta fiesta en donde los funcionarios públicos son los privilegiados. Ellos pueden tener grandes sueldos, pueden tener grandes camionetas. Ellos pueden viajar al mundo. Se va a acabar esta fiesta”.
Estas afirmaciones cayeron muy mal porque entre los empleados públicos existe gran cantidad que ni siquiera alcanza el salario mínimo legal, y fueron atacados por el candidato liberal con el afán de agradar a ciertos sectores, sin importar la veracidad de sus dichos.
Las propuestas de los políticos deben ir más allá de la simple propaganda mentirosa o del deseo de congraciarse hipócritamente con algunos grupos sociales o económicos. Deben ser proyectos concretos, realizables y necesarios para lo que requiere el país y su gente.
Tal como está haciendo el candidato colorado Santiago Peña, quien dijo que una de sus principales preocupaciones es crear puestos de trabajo para la gente y dar un fuerte impulso a la actividad económica. Propuso realizar la promoción de las inversiones nacionales y extranjeras, lo mismo que la aplicación de alianzas público-privadas para expandir los proyectos económicos. Ha asegurado que durante su gestión de gobierno buscará dar empleo a 500 mil personas más para superar la situación de los compatriotas en situación de pobreza.
Lo señalado es fundamental, ya que después de estos años de estancamiento económico de la era Abdo Benítez, lo más necesario es iniciar un proyecto de expansión económica con toda fuerza. Y se inscribe dentro de lo que corresponde proponer y prometer a la ciudadanía de cara a los comicios de abril, lejos de los anuncios estridentes que no tienen contenido aplicable a la realidad del país y al momento que se vive.
La propaganda es el instrumento de comunicación que se utiliza en política para dar a conocer propuestas para influir en la conducta de las personas a fin de conseguir su simpatía. Por eso debe ser fiel a la verdad, respetuosa de la gente, sin herir a nadie. Porque los que la usan para agredir, demuestran no tener más ofertas que la violencia estéril.