Las elecciones naciona­les nos ofrecerán en breve la opción de esco­ger entre varios candi­datos, cuyas ideas a esta altura ya conocemos.

Lo importante es que los para­guayos reflexionen en rela­ción con la posibilidad de que nos otorga este evento comicial de escoger un presidente de la República que nos represente con altura, con capacidad y con probidad.

Nos esperan desafíos impor­tantes: recuperar la insti­tucionalidad, la estabilidad económica, la seguridad para las inversiones y generar una sensación de confianza en el sistema financiero que es un camino que hace décadas ha provocado una mirada positiva sobre nuestro país.

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No existen dudas de que mirando la oferta electoral no tenemos muchas opciones en este orden, y nos corresponde opinar sin la hipócrita neutra­lidad para decir que es Santiago Peña el más fortalecido por la ciencia y la experiencia para liderar el Palacio de López en los siguientes cinco años cru­ciales para nuestra economía.

En este orden no caben experi­mentos atendiendo que el Para­guay no tiene otra oportunidad para contar con una experien­cia de fortalecimiento de sus políticas públicas y su institu­cionalidad después de un pro­ceso bastante accidentado en este orden.

Solo basta imaginar los ante­cedentes de sectores como los liderados por Efraín Alegre cuya recordación está mucho más vinculada por los hechos de violencia política como la del Congreso que por alguna propuesta. Los estudios demos­cópicos señalan con trágica precisión que, siendo su tercera postulación, los paraguayos no recuerdan una sola propuesta que tenga que ver con políticas públicas, ya que solo se ha dedi­cado a ofertar medidas popu­listas de aplicación imposible.

El Paraguay ya no necesita verso demagógico, sino la certificación de la capacidad de cumplir con un programa de gobierno. Un proyecto de país precisa de personas que se comprometan con la ges­tión de las instituciones con capacidad y probidad. En este capítulo nuevamente es fácil encontrarse con eviden­cias solamente comparando lo que fue la gestión de Ale­gre al frente del MOPC frente a lo que fue el desempeño de Peña encabezando el Minis­terio de Hacienda. Al pri­mero le sucedió la sospecha, “la ruta de la mentira” y la desconfianza, mientras que la gestión de Peña no tuvo un solo reparo.

El Paraguay no compra espe­jitos, razón por la cual ha logrado, pese a todos sus pro­blemas, constituir una econo­mía estable que es ejemplo en la región. Es esta condición la que debe preservarse evitando por todos los medios caer en el anarquismo que se vive en otras experiencias como en el culto y fraterno Perú, donde una elección fallida ha repre­sentado una sucesión de hechos traumáticos que paraliza la economía y cierne a todo el país en una incertidumbre.

No cometer el error de caer en lo imprevisible es la consigna y ella parece no ser muy difícil de conseguir. Paraguay debe con­tinuar siendo orgulloso de lo que es, defendiendo a la fami­lia y su identidad, su forma de vivir y un modelo de desarro­llo que con adecuadas políti­cas públicas alcance a llevar a toda la población a un merecido estado de bienestar.

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