En marzo se cumplirá un año de un claro mensaje de la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, la general Laura J. Richardson, advirtiendo que “la influencia de China y Rusia en la región sur del continente americano está provocando aún más inseguridad e inestabilidad”. Llevo casi cinco meses al mando y lo que más me abrieron los ojos fue la medida en que China y Rusia están expandiendo agresivamente su influencia en nuestro vecindario, en América Latina y el Caribe”, declaró Richardson recalcando que esta zona “está experimentando una inseguridad e inestabilidad”, señaló además en un discurso que recoge la página digital de la VOA, Voz de América, el pasado 24 de marzo.

Siguió expresando en su discurso que recoge tal medio “sobre el gigante asiático, al que la Casa Blanca considera como su “competidor estratégico a largo plazo”, alertó que el gobierno de Xi Jinping “continúa su marcha implacable para expandir la influencia económica, diplomática, tecnológica, informática y militar”.

Con todo – sigue señalando el artículo – considera que “la influencia negativa de la República Popular China en esta región pronto podría parecerse a la influencia depredadora y egoísta que ahora tiene en África”, pero insistía en que el interés del país asiático no es invertir sino “extraer” todos los recursos que a China le conviene.

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Durante el curso del año anterior se sucedieron advertencias sobre la atención que ponían los EEUU, aliado tradicional de la región, al respecto de las políticas expansionistas de China comunista y sus implicancias para la zona.

En este mismo contexto, Efraín Alegre, candidato por una Concertación de partidos, anunció días atrás que un eventual gobierno de esta facción reemplazaría la relación con Taiwán por el establecimiento de vínculos con su vecina China comunista.

La actitud de Alegre es paradójicamente inoportuna y oportunista al mismo tiempo, ya que utilizar una etapa electoralista para generar anuncios irreflexivos sobre cambios en la política exterior que supone una variación en una estable relación con el pueblo amigo de Taiwán y al mismo tiempo generar un innecesario “ruido” con un vínculo aún más histórico como los Estados Unidos a pocos meses de una advertencia de riesgo geopolítico, suena más a la iracundia de ciertos gobiernos emergentes de izquierda que han formado fila detrás del encantamiento chino continental, para frustrarse luego, y, en segundo término, es una apuesta populista para generar algún estímulo en sectores interesados en esta relación.

Estados Unidos también ha advertido sobre el problema de seguridad que esta expansión implica, y se ha expresado en el discurso de la propia jefa del Comando Sur, señalando que “las organizaciones criminales transnacionales operan casi sin oposición y abren un camino de corrupción y violencia que crea una brecha y permite que la República Popular China y Rusia exploten estos países”, manifestó.

Todo eso, representa “una amenaza a la seguridad de los ciudadanos, socavan la confianza pública y las instituciones gubernamentales e impulsan la migración irregular a nuestra patria”, finaliza la transcripción de la VOA.

En conclusión, el planteo proselitista de Alegre realmente merece un estudio mucho más serio de sectores de la diplomacia, la seguridad y las relaciones geoestratégicas.

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