El Paraguay decide hoy gran parte de su futuro. Especialmente el futuro de aquellos sectores más vulnerables y carenciados que han sucumbido de la pobreza a la pobreza extrema a causa exclusiva de la generalizada y lacerante corrupción de un gobierno que nunca se preocupó por el bien común, sino por el acelerado enriquecimiento de algunos altos funcionarios y el incremento de las fortunas particulares de otros jerarcas de esta administración, que inició su periodo hace más de cuatro años con el gen de la descomposición moral en sus entrañas.
Como si fuera un califato, la primera medida del presidente de la República, Mario Abdo Benítez, fue nombrar a su hermano de madre, Benigno López Benítez, como ministro de Hacienda, quien dirigió la embarcación financiera y económica con soberbia y sin pudor, llevándola a chocar contra los arrecifes de la ineficacia, la deshonestidad y la improvisación. En estas circunstancias, despedazarse contra la realidad de los índices negativos era su destino irremediable. Aunque hoy refugiado en un organismo multilateral, alguna vez la Justicia deberá reclamarle explicaciones sobre el destino de la línea de crédito de 1.600.000.000 de dólares, proyecto que el Poder Ejecutivo envió al Congreso de la Nación “con el fin de garantizar recursos al sistema de salud ante la situación de emergencia provocada por el covid-19″ y facilitar la “recuperación de la economía”.
El desastroso resultado está a la vista: una economía en permanente retroceso, deudas impagas con proveedoras y contratistas del Estado, aumento de la línea de desocupados y 19.655 fallecidos reportados hasta el viernes por el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social. Muertes que llegaron a esa cifra por la incapacidad previsora de un gobierno que aprovechó la pandemia para dedicarse a despilfarrar y desviar recursos públicos. La mayoría de esos decesos es responsabilidad directa de un presidente que jamás estuvo a la altura de su cargo.
Por eso, hoy la gente debe votar contra la corrupción. Una corrupción que carcomió, y lo sigue haciendo, todas las instituciones republicanas, convirtiéndolas en guarida de ladrones y un sitio de intercambio de favores personales para satisfacer concupiscencias, lo que representa el gesto más repudiable de la exteriorización de las más desenfrenadas pasiones humanas. Instituciones que ahora son el cuartel general de las inmundicias de quienes las utilizan como refugio para sus “consentidas”, y no contentos con que el Estado les pague por sus debilidades carnales, extendieron los tentáculos de la perversidad hasta sus familiares, en una envilecida complicidad entre los responsables de los entes y organismos gubernamentales, incluyendo sociedades anónimas y binacionales. Contra esta podredumbre material y espiritual es que el pueblo deberá levantar en la fecha su voz de repudio y su voto de castigo.
Como ocurre siempre en las internas, las miradas están concentradas en la Asociación Nacional Republicana, cuyos principales movimientos internos están representados por Honor Colorado –opositor al Gobierno– y la oficialista Fuerza Republicana que, por alguna razón, eligió el mismo nombre de un proyecto político desertor del coloradismo, que había acompañado la candidatura de Fernando Lugo en el 2008 en contra de la aspirante presidencial de la ANR en aquellas elecciones, la actual senadora Blanca Ovelar. No podemos hablar de modelos de gestión enfrentados porque el gobierno del presidente Abdo Benítez ha fracasado estrepitosamente en su función de administrar correctamente los recursos del Estado. En puridad, no tuvo gestión. Gestión entendida, al menos, como capacidad de organizar, hacer funcionar y llevar adelante una actividad específica.
La República sigue a la deriva bajo este gobierno inepto y corrupto. Durante la pandemia del covid-19, el país se movía apenas por la inercia de los acontecimientos y no por la iniciativa de los gobernantes. El mandatario Abdo Benítez miraba la tragedia de tantas muertes con una indiferencia inhumana, inconsciente de sus responsabilidades, delirando en una nube de estulticia, obsesionado única y exclusivamente con la construcción de rutas con el asfalto proveído por su empresa. Aunque hoy está manejada por uno de los hijos del primer matrimonio. No queda sin contaminar órgano alguno dentro del Poder Ejecutivo.
El precandidato del marioabdismo y del neoestronismo es el ex ministro de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) Arnoldo Wiens, quien fue el brazo ejecutor de los más grandes y graves casos de latrocinio. Fue autor del adefesio a la corrupción que la gente rebautizó la “pasarela de oro” y arrastra además un rosario de irregularidades que los medios colegas publicaron en su momento, aunque algunos de ellos, en los últimos tres meses, sufrieron de una severa y conveniente amnesia. Obviamente, ese fue el corredor por el cual circulaban los privilegios para la empresa de asfalto de su patrón Mario Abdo. Es por eso que se afanan con desequilibrada desesperación por continuar en el poder. Para seguir robando. Para continuar asaltando los recursos que deberían invertirse en las áreas sociales más desposeídas y desprotegidas de la sociedad.
Por el lado del movimiento Honor Colorado se postula un joven intelectual, Santiago Peña, de sobresaliente formación profesional y ética, quien tiene la visión clara sobre lo que hay que hacer para salir de esta situación de postración económica, social y cultural en la cual hoy nos encontramos a causa de la angurria y la codicia de una clase política cuya actuación mereció el justificado rótulo de condena: “El gobierno más corrupto en la historia del Paraguay”. El pueblo, ya lo dijimos en reiteradas ocasiones, ya aprendió a no votar por sus verdugos.
Que sea un domingo de fiesta. De fiesta popular y cívica. Y que será completa cuando empiece a decretarse el fin de la impunidad, que será el primer paso para combatir en serio la corrupción.