La moral no se predica, sino que se practica. Que sean los actos el reflejo de la conducta. Los discur­sos sin coherencia con la reali­dad solo aceleran el descrédito de quienes proclaman virtudes que están muy lejos de su personalidad. Ya nadie cae en la trampa de las palabras que son desmentidas por los hechos. Como los referentes de este gobierno que se desgañitan en contra de sus adversarios políticos dentro del mismo partido –el Colorado– utilizando la plata­forma de las ceremonias oficiales sin pudor alguno. Cualquier recurso es aceptable para ellos con tal de alcanzar sus delezna­bles propósitos. A menos de un año de con­cluir su mandato continúan fomentando la degradación del ser humano por la vía del nepotismo, la prebenda y el clientelismo.

Que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, hable de su honestidad es como una verdadera patada en el hígado de quien está escuchando sus peroratas. Mal redactadas y peor aprendidas. Porque el jefe de Estado es incapaz de tener una sola idea propia. O al director de Yacyretá, Nica­nor Duarte Frutos, criticando a la anterior administración por negar, supuestamente, aumentos salariales a los empleados de la entidad. Y, en parte, tiene razón: inmereci­dos cuan notables incrementos tuvieron las personas que son afines a su proyecto o cer­canas a sus afectos. Pero todo está a punto de salir a luz. Ninguna mentira dura para siempre. Nuestro tiempo de denuncias no está sujeto a periodos electorales. Nuestro compromiso de combatir la corrupción y la impunidad no tiene fecha de caducidad.

El precandidato del movimiento Honor Colorado, Santiago Peña, a pesar de las fuer­tes críticas de un gobierno que hundió a nuestro país en la pobreza extrema y el des­empleo, que destruyó el sistema de salud y condenó a la educación a sus estándares más bajos, se mostró conciliador para la unidad del Partido Colorado de cara a los comicios generales del 30 de abril del año próximo. Lo que no implica, de manera alguna, dejar sin castigo los crímenes en contra del pue­blo. Sobre todo, en contra de los sectores más humildes. La opinión ciudadana estará alerta y no permitirá que tal cosa ocurra. Alguna vez los ladrones de la cosa pública tendrán que ser expuestos públicamente y sometidos a la justicia. Alguna señal tuvi­mos en los últimos días cuando ex funciona­rios del gobierno de Fernando Lugo fueron condenados por lesión de confianza. Pero aquí hay que ir por las cabezas. Aquellas que despilfarraron 1.600 millones de dólares con el pretexto de la pandemia provocada por el covid-19. Dinero despilfarrado que contribuyó para el enriquecimiento ilícito de unos cuantos miserables que lucraron con el dolor de la gente.

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En el legajo fúnebre de este gobierno figu­ran familias enteras destrozadas por la improvisación, la mediocridad y el latroci­nio de quienes debían ofrecerles seguridad y garantías sanitarias. Maridos que perdie­ron a sus esposas, mujeres que perdieron a sus esposos y a sus hijos, niños que quedaron sin padres, sin hermanos, sin compañeros de escuela o colegio. Ese inmenso dolor provo­cado por la avaricia de unas autoridades tan inconscientes como ansiosas por las cosas materiales. La codicia les impidió plantear medidas previsoras. O, simplemente, no tuvieron lucidez para planificar una estrate­gia que causara menos impacto en el número de muertos. Así llegamos al final del 2020 con unos índices no tan alarmantes. Sin embargo, la crisis se disparó al año siguiente hasta llegar, a la fecha, a 19.621 fallecidos. Una tragedia ante la que este gobierno cerró los ojos. No había insumos, medicamentos, oxígeno ni salas de terapia intensiva. Repeti­mos, miles de familias vieron cómo algunos de sus miembros morían irremediablemente por la inacción de un gobierno indiferente, corrupto y canalla.

En su desesperación ante una derrota elec­toral que se presagia inminente, Mario Abdo Benítez ahora anuncia que “pagará aguinaldo a los pobres” dentro del pro­grama Tekoporã. Buscando cautivar votos repartirá migajas a un pueblo que solo clama por una oportunidad digna para alcanzar mejores condiciones de vida. Los miembros de esta administración repre­sentan el rostro más abominable de la política, aquel que debe ser extirpado para siempre para volver por el camino de la ética, transparencia, eficacia, logros y resultados. Totalmente al revés de lo que actualmente estamos sufriendo.

El 18 de diciembre el pueblo republicano ele­girá entre dos modelos: por un lado, la ges­tión positiva ya comprobada y, por el otro, la demostrada incapacidad que dejó la acción del Gobierno librada a la inercia, la improvisa­ción y el asalto a los recursos del Tesoro. Los discursos hipócritas, cínicos y mentirosos no podrán cubrir, por más que se desgañiten los actuales gobernantes, la desastrosa y exe­crable administración de Abdo Benítez. Sus actos son el mensaje que más fuerte transmi­ten. El único válido. Lo demás es pura chá­chara que ya no engatusa a la sociedad.

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