Una de las noticias policiales más llamativas de los últimos días es la incautación de 653 kilos de cocaína en el puerto de Montevideo, Uruguay. El informe se conoció aquí el martes 22. Lo llamativo es que el envío iba con un cargamento de exportación de carne vacuna con destino a Europa embarcada en el Paraguay, por lo que las autoridades uruguayas señalaron que la droga iba de nuestro país. Dos días antes, las autoridades argentinas detuvieron en su territorio a dos camiones procedentes de Paraguay con destino a Uruguay con maíz de exportación, que portaban 100 kilos de cocaína dirigidos al mismo destino. En escasos tres días, los dos países del Mercosur pudieron confiscar 753 kilos de la droga originada en nuestro país cuyo paradero final serían las naciones europeas del norte, lo que da una idea del gran movimiento que tiene el narcotráfico. Estos lamentables hechos dan pie a muchos a creer que el Paraguay no solo es un país de tránsito, sino un gran exportador de esas sustancias prohibidas cuyo movimiento se va acrecentando con gran rapidez.
En consecuencia, además de gran productor y exportador de alimentos, como soja, maíz, arroz, además de carne vacuna y porcina, con una notable consideración de buena calidad en el difícil mercado mundial, el Paraguay está ganando la deplorable fama de importante proveedor de drogas. Cosa inaceptable y que los paraguayos no tendríamos que admitir.
Aunque estas informaciones configuren una lastimosa situación, no son nuevas y forman parte de una realidad cada vez más acuciante y vergonzosa. Que es lo que dejó claro en setiembre último el senador Enrique Riera cuando denunció que a través de nuestro país se está traficando drogas por valor de 25.000 millones de dólares desde el 2020. Y que lo que se decomisa en territorio nacional y en otros países del mundo representa apenas el 10% de todo lo que sale de aquí, que está circulando por todo el orbe y no se ha podido requisar por los organismos especializados.
Para tener en cuenta la importancia económica de este delito en el país, el legislador había señalado que el valor monetario de la droga traficada en los tres últimos años (US$ 25.000 millones) representa casi el doble del total del presupuesto anual de la nación paraguaya (US$ 13.000 millones). Como puede observarse, es una suma descomunalmente elevada, que está mostrando el extraordinario nivel financiero del tráfico de estupefacientes, que, justamente por significar tanto dinero, es capaz de captar la colaboración de los particulares y de comprar la connivencia de funcionarios aduaneros, policiales y judiciales.
En esa ocasión, el legislador había hecho notar que esas cargas prohibidas pasaron por los puertos paraguayos sin ser detectados por los organismos administrativos, como Aduanas y la ANNP. Y tampoco por la institución encargada de perseguir la tenencia y el tráfico de narcóticos, que es la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), cuya eficiencia está en discusión justamente por el gran nivel de circulación de las sustancias prohibidas.
Por los numerosos hechos denunciados y las personas cuestionadas debido a su actuación no siempre ajustada a la ley, la Senad es una institución que debe ser intervenida urgentemente y sometida a una profunda transformación. Así como está, con los mandos que la manejan y las deficiencias de muchos funcionarios de la institución, la entidad no está cumpliendo su delicada función. Y en muchos casos se ha convertido en un estorbo para combatir el delito, reprimir el tráfico y aprehender a los delincuentes.
Teniendo en cuenta el auge del narcotráfico y la poca eficiencia del organismo mencionado, es una responsabilidad indelegable del Gobierno corregir esa situación, como ha dicho Riera. Desde la administración de Arnaldo Giuzzio, procesado actualmente por su conexión con los narcos, la Senad necesita un fuerte golpe de timón. Si el Poder Ejecutivo no lo hace, ya no sería solo por ineptitud sino por una penosa situación cercana a la complicidad con los traficantes. No actuar como corresponde cuando el delito organizado y la delincuencia ponen en aprieto al país, habla muy mal de la capacidad de conducción de los gobernantes. Y deberían ser acusados en la Justicia por la connivencia con las mafias y juzgados por tan nefasta gestión.