En un mes y medio se acaba el año y, analizando la situación del país, se puede afirmar que continúan con mayor fuerza el contrabando, la impunidad de ese delito y su consecuencia, la gran informalidad. En el 2022 el Paraguay nada ha avanzado contra ese delito que está cada vez más fuerte y que amenaza con mucha fuerza la vigencia de las leyes. El Gobierno y sus instituciones especializadas suman otro fracaso en su gestión a pocos meses de terminar la administración de Mario Abdo, que tiene la experiencia de acumular muchos reveses en estos cuatro años y tres meses de gestión. A pesar de las muchas denuncias, los organismos encargados de la represión del contrabando no han conseguido gran cosa, y, por otro lado, no se tiene noticia de que los contrabandistas hayan ido a la cárcel como corresponde. Lo que se puede sintetizar diciendo que ese delito está cada vez más vigente y sus actores, los que cometen contrabando, siguen impunes, como si fuera un premio otorgado por las instituciones estatales. La impunidad es el principal premio y el mejor incentivo que otorga el Estado paraguayo a los delincuentes para que sigan operando al margen de las leyes.
Una evaluación realizada por el sector castigado por ese delito señala que a pesar de los despliegues de las fuerzas públicas y del esfuerzo de los gremios empresariales legales, se llega solamente al 5% de los productos que ingresan al país de manera ilegal. Lo que quiere decir que el 95% del contrabando restante sigue su marcha en la economía subterránea, sin pagar impuestos y desafiando a la legalidad. Una de las razones por las que tiene tanta vigencia es la falta de castigo a los que participan en el esquema delictual.
Según el presidente del Centro de Importadores del Paraguay (CIP), Iván Dumot, no hay ningún castigo para los que meten y venden artículos que ingresan de contrabando. “Lo que más duele es que, como muchas otras cosas, no hay castigo. Si hubiera gente presa por contrabando, creo que la visión cultural que mucha gente tiene cambiaría bastante”, señaló el empresario. Agregó que no hay un solo contrabandista preso y que, si se apresa al chofer del camión que transporta mercaderías ilegales, no se investiga a los que están detrás del negocio, como los financistas y promotores, que son invisibles para las fuerzas públicas y la Justicia. Entre los importadores se estima que el problema irá aumentando a medida que se aproximen las fiestas de fin de año porque es mayor la demanda de ciertos productos, como los artículos tradicionales de Navidad y Año Nuevo.
Debido a este delito es que la informalidad afecta muy fuertemente al sector del trabajo, pues hace que la mayoría de los trabajadores estén fuera de lo que establecen las normas vigentes, como el salario mínimo legal, la cantidad de horas trabajadas, el aporte al Instituto de Previsión Social (IPS) y el cumplimiento de las leyes impositivas.
Fuentes del Ministerio de Hacienda estiman que la informalidad laboral alcanza al 65% de los trabajadores del país, porcentaje que ha ido aumentando en los últimos años, lo que quiere decir que apenas algo más de un tercio de la población que labora está dentro de la legalidad. Por consiguiente, la mayor parte de las personas que trabajan en nuestro país no están amparadas por los beneficios legales que les corresponden. El Paraguay es uno de los países de esta parte de América con mayor porcentaje de trabajadores en situación irregular, un dato muy poco envidiable.
El Gobierno, que tiene muchas limitaciones para perseguir los delitos, tiene que trabajar en la lucha contra el ilícito, concertando acuerdos con el sector privado legal. Los gremios empresariales tienen que actuar conjuntamente con las instituciones estatales acercándoles información suficiente sobre lugares en que se venden mercaderías ilegales y las personas y grupos que actúan en la ilegalidad.
Los organismos públicos deben hacer una campaña de educación para que los consumidores adquieran conciencia de la legalidad y se nieguen a operar con los contrabandistas. Porque aparte de colaborar con el delito, están perjudicando los intereses del Estado, que necesita las recaudaciones impositivas para el país.