La gestión de Vicente Bataglia al frente del Instituto de Previsión Social (IPS) implica una ruina que se agrava cada vez más. Calificado como uno de los peores presidentes que se instaló en la previsional, puede que este 2022 deje los saldos más lamentables vistos en los últimos años considerando las falen­cias en casi todos los ámbitos durante su administración.

La crítica situación que vienen afrontando los pacientes oncológicos por las continuas faltas de medicamentos, debiendo hacer manifestaciones, polladas y hasta prestar remedios de otras instituciones para sal­var sus vidas, es una desidia inhumana de los administradores del IPS. El presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y su reducido cortejo de leales son los únicos que aprueban la permanencia en la previ­sional de Bataglia como de algunos miem­bros del Consejo, como el representante de los jubilados.

Hace unos meses nos enteramos de que los pacientes oncológicos, asegurados del IPS, dignos aportantes del seguro social, deben mendigar medicamentos en el Ministerio de Salud, cuando el dinero que invirtieron en la previsional debió ser retribuido con el servi­cio médico y los remedios correspondientes. Hasta hace días los administradores del IPS seguían con el cuento de que van a reponer el stock de los medicamentos para estos ase­gurados, sin embargo, la solución real sigue siendo de palabra, no de hechos.

A esto se suma otra crisis que se agrava que es la deuda de US$ 240 millones con las farmacéuticas y que en meses de tras­cendidos no hay indicios de cubrirse o al menos alguna negociación que pudiera ser alguna garantía para que el IPS no quede más desabastecido en medicamentos. De no creer, pero la alternativa que plantearon de alguna manera es otra deuda millonaria, con el riesgo de que los fondos jubilatorios se manoteen por el camino.

Ante la feroz problemática, toma fuerza la amenaza de que el IPS quede desabastecido en 30 días sino prospera alguna medida de contingencia administrativa para honrar la deuda. Esto podría ser letal para los asegu­rados, cuyas vidas dependen de medicamen­tos sensibles, insumos, estudios complejos realizados con reactivos especiales y otros.

La miserable administración a cargo del IPS prioriza más (por extrañas razones) combatir termitas que aplacar el sufri­miento de los asegurados con el abaste­cimiento permanente de medicamentos. Hace días nos enterábamos de vuelta, gra­cias a una investigación periodística, que en la previsional están licitando servicio de fumigación por G. 7.800 millones con el requerimiento particular y limitante de un detector de termitas, bicho que en nuestro idioma guaraní conocemos como kupi’i.

El llamado, pese a la serie de observaciones y cuestionamientos, se está llevando a cabo con celeridad, mecanismo no visto en la pro­visión de medicamentos u otros servicios malogrados que aquejan a los asegurados.

Estas situaciones de débil gestión para cubrir las necesidades básicas de los apor­tantes, mientras que millonarias licitacio­nes con olor a tufo marchan sobre rieles en tiempo y con el dinero disponible para su ejecución son las que enturbian el manejo de la institución con una demostración de inexplicable indiferencia a las prioridades.

Aunque a las autoridades de la previsional no les simpatice la expresión, este 2022 ha sido realmente “negro” para quienes apor­tamos y dependemos del IPS. Si recordamos el emblemático caso del abuelito a quien ingresaron a quirófano por una cirugía en la pierna derecha, pero terminaron ampu­tándole la izquierda y el manejo aberrante de su cuadro por parte de los responsa­bles, resulta estúpido que la entidad siga en manos de las mismas autoridades.

Las licitaciones de limpieza que se reduje­ron a negocios de una dupla de proveedo­res, entre los que resaltan el del empresario conocido como “Pulpo” Alberto Palumbo con G. 94.374 millones en adjudicaciones durante este gobierno hablan de contrata­ciones a la medida de los amigos. Para peor saltaron varios casos de limpiadores “mau” en la nómina de los funcionarios terceriza­dos que en los papeles figuraban limpiando, pero que en realidad estaban en cualquier otro lado, menos en los pasillos del IPS.

El presidente de la República está col­mando la paciencia de los asegurados y la clase política también debiera ser más enér­gica en desactivar esta bomba de tiempo de seguir sosteniendo una administración car­comida por denuncias de corrupción, des­pilfarro y mal servicio. Los aportantes del IPS merecen servicios más dignos y aten­ción a sus urgencias y el manejo actual obs­truye estos derechos. No hay más tiempo para perder, urge hacer un cambio de timón en la previsional.

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