Si la retórica epidíctica pudiera ser trastrocada y, en vez de cen­surar, elogiara los vicios, el cinismo discursivo del presi­dente Mario Abdo Benítez tendría un lugar privilegiado en el pedestal de la oratoria. Pero no, precisamente, por su facundia, sino por su descarado hábito de mentir, sin que se le mueva un músculo del rostro, tratando de proyectar en sus adversarios –o culparlos directamente– todas las perversidades, desviaciones y atropellos a las instituciones de parte de un gobierno que nunca supo cuál era su misión y su función, carente de cual­quier atisbo de liderazgo, de carácter y de virtud. En cuatro años ha condenado a miles de familias al desempleo y a la pobreza extrema y, según los informes recogidos por el propio Instituto Nacio­nal de Estadística (INE), algunos de sus integrantes pasaron un día sin comer absolutamente nada. Ni un pedazo de pan. Por su ineficacia, empujó al descala­bro del sistema educativo nacional y por su extendida corrupción hoy los hospi­tales públicos, y en especial el Instituto de Previsión Social (IPS), que se sos­tiene con aportes de obreros y patrona­les, tienen las estanterías vacías de medi­camentos. Impotencia e indignación de parte de los asegurados que están siendo estafados en sus legítimos derechos por la voracidad sin límites de unas autori­dades que, amén de incompetentes, care­cen de códigos morales y de escrúpulos. Ya ni hablemos de sensibilidad y voca­ción de servicio.

El señor Abdo Benítez, desde el primer día de su gobierno, decidió premiar el amiguismo cómplice. Es decir, a aquellas personas con las que tiene lazos de inte­reses similares, objetivos de privilegios y metas de enriquecerse –aún más en algu­nos casos– lo más rápido posible a costa de despilfarrar y torcer los destinos de los recursos públicos. No estamos, argumen­tando con esto que la amistad o el paren­tesco sea un impedimento para ocupar cargos de confianza. Lo que sí afirmamos es que tienen que ser profesionales com­petentes, con autonomía moral y visión de estadista, esto es, con formación y, de ser posible, experiencia en los asuntos del Estado. Pero, el mandatario ha optado por el manejo prebendario de los ministerios, binacionales y secretarías dependientes de la Presidencia de la República.

Si el modelo clientelar, prebendario y mediocre fue el signo que marcó –y sigue marcando– la gestión del presidente Abdo Benítez desde el 15 de agosto del 2018, en los últimos meses ha recrudecido con saña en contra de la capacidad, la ética y el conocimiento específico para los car­gos asignados. No es, consecuentemente, la educación la escalera para el ascenso social, sino el servilismo, la abyección y la renuncia indeclinable al manejo honesto de la cosa pública. El nombramiento en la Secretaría de la Función Pública de una radióloga para desempeñar funciones en el área jurídica nos trajo a la memoria a una colega suya, Nieve Soledad Melga­rejo –quien se hace llamar “Solcito de la gente”–, designada en el cargo de direc­tora en el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC), en época del precandidato de Fuerza Republicana Arnoldo Wiens. Hasta se tienen registros gráficos de cuando esta señora oficiaba de fiscalizadora de obras de asfaltado sin tener las competencias para tales fun­ciones. Su hijo, un bachiller de nombre Rolando Jesús Ramírez Melgarejo, tam­bién fue agraciado con un jugoso zoquete en la misma repartición, aunque fragua­ron un concurso, en el cual le adjudicaron puntaje máximo en “conocimientos”, de acuerdo a las denuncias de nuestro diario el pasado 2 de setiembre de este año.

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Pero donde la arbitrariedad y el nepo­tismo han perdido todo pudor es en las binacionales, al punto tal que Itaipú sigue ocultando cantidad y nombres de sus empleados, en tanto que en Yacyretá empezaron a filtrarse algunos documen­tos que demuestran una administra­ción regida por la discrecionalidad y el abuso de poder. La esposa del intendente de Ayolas, Carlos Duarte, la señora Rosa María Leticia Rodríguez Portillo, quien ingresó a la EBY el 15 de noviembre del 2019, acaba de ser promovida a la catego­ría máxima de H6, con una remuneración mensual de 38.147.226 guaraníes. Des­pués ya solo queda el rubro de Personal Superior (PS). Lo raro es que entre sus ingresos aparece una compensación adi­cional denominada Zona de Obras (Z.O.), por 5.948.731 guaraníes, considerando que es consorte del jefe comunal y fija residencia en el lugar. Son estas cuestio­nes, donde los manejos rozan la lesión de confianza, de las que tiene que encargarse el presidente de la República, quien está dejando un país a la deriva, con deudas que pagarán nuestros nietos y con alto riesgo de un default selectivo, mientras el Estado sigue siendo asaltado por los sin­vergüenzas de siempre.

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