Con la cabeza baja, la mirada semiperdida, el corazón latiendo fuerte y el alma golpeada por la derrota, el perdedor generalmente busca un culpable fuera de sí mismo. Puede ser el árbitro del partido, las malas condiciones del campo de juego, el exagerado calor, incluso los malos augurios del horóscopo que no le son propicios. Pero nunca es él mismo, su inutilidad para hacer un buen juego, su falta de capacidad para buscar el triunfo o la ausencia del optimismo necesario para encarar el encuentro. El culpable siempre es el otro, no importa su nombre ni quién sea. Es lo que podríamos llamar el síndrome del perdedor, el conjunto de síntomas que son característicos de la patología del que siente que ha perdido o va a ser derrotado irremediablemente en la partida.
Esta parece ser la repentina dolencia que están manifestando algunos sectores del oficialismo colorado que están viendo que el 18 de diciembre en las internas de la Asociación Nacional Republicana (ANR) tendrán que tragarse un duro fracaso. Por eso aumentan su agresividad y, aunque no lo digan verbalmente, comienzan a buscar culpables de la situación adversa que están viendo llegar inexorablemente. Que es el oponente, el bando rival, en este caso, que es el malo de la película y que tiene todos los defectos que antes nunca habían visto, y que repentinamente ahora descubrieron.
Eso explicaría la enorme agresividad que los líderes de Fuerza Republicana, con el presidente Abdo a la cabeza, están desplegando contra el candidato a la presidencia del Partido Colorado y el precandidato a la Presidencia de la República de Honor Colorado. Para ellos no hay peor escoria humana que sus ocasionales oponentes, a los que convirtieron de hecho en sus enemigos, con todo lo que ello implica de perverso, para hacerles daño y causarles perjuicios.
Basta mirar los medios escritos o audiovisuales o escuchar las declaraciones del presidente Abdo, del precandidato Wiens y de los funcionarios del Gobierno que están usando los bienes del Estado para hacer su campaña electoral partidaria. La peor peste son sus rivales, que son objeto de toda suerte de improperios. Un comportamiento emparentado con los trastornos de conducta que solo puede explicarse por el síndrome mencionado. Que no sabemos en qué se puede transformar el 18 de diciembre cuando se conozcan los resultados de las urnas.
El Gobierno y su gente están cada día más nerviosos porque a medida que transcurren los días, nuevos hechos que acontecen o noticias que se conocen no les son favorables. Son situaciones que demuestran su falta de capacidad, su indolencia y hasta su torpeza. Tales son los últimos acontecimientos que han tomado estado público, como el insólito ingreso del ataúd del jefe guerrillero abatido en combate a una cárcel pública con la anuencia de las autoridades nacionales, la nula acción de las mismas sobre los informes relacionados a la situación de algunos de los secuestrados y la posible complicidad de altos funcionarios en estos lamentables acontecimientos. Y aunque hayan sido relevados algunos empleados por sus responsabilidades, el baldón queda como una nítida mancha en la cara del Gobierno. Porque los errores dejan un rastro doloroso que muy pocos saben soportar, ya que son heridas que no sangran, pero que producen dolores con terribles repercusiones políticas.
Y así, mientras los candidatos de Honor Colorado en sus presentaciones públicas hacen propuestas políticas, económicas y sociales para la gente, explicando sus programas de acción, en el oficialismo se pasan haciendo ataques personales para destruir a sus oponentes. No son simples injurias verbales, sino agresiones de la peor índole, con el claro propósito de destrozar al rival, en que el fuerte sentimiento de odio es evidente.
Las ofensas a los colorados no oficialistas no terminan en las palabras, se traducen en lamentables hechos, como el despido de empleados estatales de la función pública dejándolos sin trabajo, por el mero hecho de no aceptar a Fuerza Republicana. Recuerdan a la persecución de tiempos de la dictadura de Stroessner, cuando los oficialistas perseguían a los colorados que no aceptaban al dictador, los echaban del trabajo, los mandaban presos y los expulsaban del país. Un comportamiento vergonzoso y criminal que los exponentes de este gobierno están replicando de alguna manera.