Mientras el país sufre carencias a causa del desgobierno reinante, las instituciones financieras y de control siguen generando terror infundiendo mentiras mediante un esquema de inestabilidad con el solo objetivo de debilitar al adversario político. Lamentable desde todo punto de vista, considerando que no importa destruir todo con tal de golpear a los rivales.En vez de fortalecer las instituciones financieras de control en búsqueda de mejorar la economía y brindar garantías a la inversión, estamos en un momento en que las autoridades de organismos sensibles se prestan a husmear qué datos pueden maniobrar contra los disidentes del oficialismo.
Se puede decir que estos últimos meses del gobierno de Mario Abdo Benítez son catastróficos viendo la falta de insumos y medicamentos dentro de los hospitales, los precios de la canasta básica, el combustible y otros que están por las nubes, el desempleo, la inseguridad al extremo, un sistema educativo abandonado por el Estado, el contrabando que ataca fuerte a la industria nacional, el despilfarro, la corrupción y para colmo debemos aguantar la instrumentación de instituciones de control para réditos políticos.
A diario las noticias y redes sociales sacan a la luz deprimentes casos de compatriotas que mendigan por salud y alimentos, así como súplicas por mayor seguridad. No hay medicamentos en los puestos de salud, el Instituto de Previsión Social arrastra serios problemas en el servicio y provisión de remedios. En estos días volvimos a ser testigos de la humillante situación para muchos paraguayos y paraguayas que deben deambular de un lugar a otro buscando medicamentos esenciales para sus respectivas afecciones, principalmente los que padecen cáncer.
Muchos afectados por falta de remedios en Ciudad del Este denunciaron que tienen que llegar hasta Areguá, al Instituto del Cáncer (Incan), para su tratamiento. Reciben la colaboración de las organizaciones sociales para el pasaje y otros gastos porque la enfermedad no les permite descuidar el tiempo. El cáncer avanza minuto a minuto, decía hace poco en entrevista una de las personas voluntarias de una asociación que asiste a los enfermos.
Si hablamos de la previsional, no hay margen para ver aspectos esperanzadores, hay tiranía y miseria, denuncias de mala atención; además de corrupción en licitaciones confirmadas por los propios organismos de control como la Contraloría General de la República y la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas (DNCP).
Si nos referimos a la seguridad, la delincuencia basureó a este Gobierno al punto que las consecuencias se reflejan en el temor que se impuso en las calles. La inseguridad tomó las calles, los comercios han vulnerado incluso fuertes esquemas de seguridad ante una Policía que no reacciona a falta de iniciativas desde las altas esferas del poder.
Sicariato en estado de expansión. Robos, asaltos a mano armada de día y de noche. Vecinos que han tenido que organizarse en pequeñas patrullas en sus respectivos barrios porque las comisarías no cuentan con los recursos necesarios para asistirlos.Ni hablar de la educación, rubro que no despegó ni en nuevas modalidades de enseñanza, menos en infraestructura pese a dos años de pandemia con una población encerrada en casa que bien se pudo aprovechar para avanzar en mejora de los establecimientos.
Seguimos lamentando escuelas en situación de derrumbe, alumnos dando clases bajo los árboles, carpas y una modalidad virtual que no logra despegar. Estos son los problemas que agobian al país. Esa ciudadanía que rema contra varios frentes y necesita de un Estado que le brinde contención; sin embargo, esta contención es la más ausente entre las voluntades del Gobierno.
Están partiendo al país en mil pedazos. Además de la indiferencia de no priorizar las urgencias que aquejan a la sociedad se manipulan el rol de las sensibles instituciones utilizándolas como garrote político, como elementos de burdas y sistemáticas persecuciones.
La herencia para la siguiente administración estatal puede ser devastadora que ya hay que ir pensando en verdaderas estrategias de reconstrucción del país. Quedan siete duros meses de rencillas políticas en los que las instituciones seguirán siendo degradadas por personajes oportunistas cuyo principal mérito es obedecer la línea de persecución trazada desde el poder. Sin embargo, podemos tener la esperanza de que no todo está perdido porque del otro lado se encuentra una ciudadanía con discernimiento a la que no van a arrastrar con fingidos discursos.