Improvisados en el arte de gobernar y sin ningún conocimiento de la naturaleza y funciones del Estado, disfrazaron su osadía para arremeter contra lo ignorado con el pomposo título de “profesionales de la política”.
Personas que jamás en su vida tuvieron un trabajo riguroso y sin siquiera conocer los rudimentos de cómo se administra una despensa, por azares de la vida, encontraron la puerta fácil para el enriquecimiento rápido. No por hartamente conocida, la expresión del doctor Eligio Ayala deja de tener siempre vigencia en nuestro medio, sobre todo, cuando vemos todos los días cómo avanzan los depredadores del erario para desterrar el mérito, la decencia y la virtud. Ya en 1915, el que fuera presidente de la República escribía en la ciudad de Berna, Suiza, su memorable (aunque poco difundido y escasamente leído) libro “Migraciones”. “Para fabricar salchichas, decía, se requieren aptitudes especiales; para ser legislador o ministro en el Paraguay, el talento y los conocimientos son superfluos.
La preparación, el carácter, la honestidad, a veces, estorban”. Y como si estuviera dirigiéndose a la actual administración que nos desgobierna, agrega: “Los que ocupan los puestos públicos creen saber todo, se creen aptos para todo, pierden la conciencia de su propia ineptitud”. Es notable cómo, cien años después, las mismas caracterizaciones que definían a los hombres de aquella época siguen predominando, como un retorno inagotable, en el escenario político nacional.Muchos han buscado en los cargos públicos suplir sus carencias intelectuales. Una figuración que no iban a conseguir desde otros campos de la actividad humana.
El doctor Ayala conocía a fondo nuestra idiosincrasia, que es, al mismo tiempo, una crítica a nuestro pueblo: “Cualquier mentecatillo gozará de todas las reputaciones, de la de economista, financista, jurisconsulto, poeta, estratega y geómetra, desde que le caiga en suerte un puesto público”. En nuestro medio, no son pocos los que declararon con sus acciones que no pueden sobrevivir alejados del calor del poder. Para la vanidad y la corrupción. Se acostumbraron y, a la vez, acostumbraron a toda su familia a habitar exclusivamente en la zona de confort, sin que conozcan el esfuerzo de ganarse el pan mediante el trabajo digno. Medran con el Estado. Forman parte del linaje de los presupuestívoros con sus ínfulas de castas superiores, inconscientes de que “la única aristocracia paraguaya es la aristocracia de los altos funcionarios públicos”. Desaparecido el cargo, solo queda la oscura soledad y la orfandad que desespera a quienes necesitan de la lisonjería y el halago como el oxígeno que respiran. Porque carecen de talento y de credibilidad para la distinción social.
En los últimos meses hemos presenciado una campaña sucia y violenta en contra del único proyecto interno de la Asociación Nacional Republicana (ANR) que logró extender su predominio fuera de los círculos del poder gubernamental. A diferencia de aquellos que se esfumaron por falta de liderazgo, que solo estaban vigentes por el prebendarismo clientelar, el movimiento Honor Colorado continúa incomodando a sus adversarios fuera y dentro del Partido Colorado. Y entre los de afuera hay que incluir a las cadenas mediáticas de Natalia Zuccolillo y Antonio J. Vierci, y sus periodistas que respiran el mismo aire enviciado de sus patrones. Especialmente aquellos y aquellas que han sacrificado la información por su pretendida y petulante fama. Y convirtieron la crítica en propaganda contaminada de falsedades y calumnias, sin ningún rigor analítico, intentando instalar sus opiniones interesadas como si fueran la verdad objetiva e irrefutable. Sin embargo, se desmoronan como castillos de naipes ante argumentos fundados en la evaluación comedida de los hechos.
Desde adentro, el lenguaje maniqueo y belicoso fue inaugurado por el entonces precandidato presidencial y vicepresidente de la República, Hugo Velázquez. Un mandatario descontrolado, Mario Abdo Benítez, profundizó el hilo del discurso verbalmente hostil cuando decidió pisotear la Constitución Nacional postulándose para la titularidad de la Junta de Gobierno de la ANR. Y, como era de esperarse, apareció el director de Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, con el único idioma que conoce: la ordinariez agreste y la obscena chabacanería. Un discurso caduco, agotado, sin poder de convencimiento, que ya hartó al electorado, especialmente a los más jóvenes, y que fue uno de los detonantes para la caída del Partido Colorado en el 2008. Se sumó, tímidamente, el precandidato a la Vicepresidencia Juan Manuel Brunetti Marcos, y ahora, el sustituto de Hugo Velázquez, el ex pastor evangélico Arnoldo Wiens, carente de toda gracia y empatía. A propósito subrayamos lo de “ex pastor”, pues, sus palabras chocan violentamente con la Palabra de Dios. Pero por algo ya eligió la política: para aumentar la legión de los ambiciosos improvisados.
Y cerramos con otra expresión del doctor Eligio Ayala, como si fuera un mensaje de un ex presidente a otro ex presidente, que está obsesionado por los cargos (“como prestigio social y fuente de ganancias y de recursos”), principalmente por su personaje de ridícula zalamería al actual jefe de Estado: “Valen más ciertas contorsiones y genuflexiones que veinte años de estudios, que la decencia y la probidad”. Visionario fue este gran estadista.